Otro camino

Macario Schettino

Los acontecimientos alrededor de la invasión rusa a Ucrania se llevan la atención de medios y ciudadanos. Es entendible. Hoy mismo, cuando usted lea estas líneas, habrá pánico financiero en Moscú, prácticamente excluido el país del sistema financiero internacional y de múltiples espacios industriales, culturales y deportivos.

Pero, con toda la importancia histórica de este momento, en México tenemos también que atender nuestros asuntos. Al respecto, la publicación de la revisión de la Cuenta Pública 2020 por parte de la Auditoría Superior de la Federación ha documentado el tamaño del desorden administrativo que sufrimos en este gobierno. No hay señal alguna de que cuiden mejor los recursos públicos que los gobiernos previos, sino al contrario: se han entregado más obras por adjudicación que antes, hay más dinero que no aparece, y hay más señales de corrupción e ineficiencia. Muchos colegas han ya revisado puntos específicos de esta cuenta. Sandra Romandía, acerca del número de funcionarios bajo sospecha; Ivonne Melgar, el saqueo en Segalmex; Tania Rosas, el Banco del Bienestar, por citar algunos ejemplos.

Acerca de lo que ocurre en salud, vuelvo a recomendar el libro de Xavier Tello, La tragedia del desabasto, así como su participación, el viernes pasado, en un space de Twitter, que se ha convertido en uno de los espacios de la discusión pública más relevantes. El desastre de Insabi es criminal.

Pero me concentro en un punto que esta columna ha seguido con frecuencia: el sector energético. Hoy mismo se presentarán los estados financieros de Pemex, y el viernes se publicaron los de CFE.

En los primeros tres años de este sexenio, Pemex ha sido un barril sin fondo, como usted sabe. Se le han transferido 500 mil millones de pesos desde el gobierno, para que sanee sus cuentas, que sin embargo no mejoran. En esos tres años, su pasivo se ha incrementado en 300 mil millones de pesos. Por si fuese poco, le hemos dejado de cobrar derechos (la renta petrolera, lo que es de nosotros los mexicanos) por 700 mil millones de pesos. En la suma, es un billón y medio de pesos. Veremos si lo que hoy se presenta modifica en algo esta estimación.

Frente a ello, la pérdida que ha tenido CFE en esos mismos tres años parece pequeña: 150 mil millones de pesos. Esto no considera el subsidio que el gobierno federal cubre para reducir el costo del consumo doméstico. El que esta empresa crea que puede hacerse cargo del sistema eléctrico nacional, con esas cifras, es más que una burla, es una señal de insensatez o de maldad de parte de su dirección, y de la misma presidencia de la República, que la respalda en ese afán.

La información que tenemos nos dice que, 1) en los primeros dos años de la administración hubo más corrupción, ineficiencia y malos manejos administrativos que en cualquier gobierno previo; 2) en los primeros tres años, tiramos 1.65 billones de pesos en dos empresas ineficientes; 3) en los últimos 20 años, las personas cercanas al Presidente han incurrido en actos de corrupción, para su propio beneficio, del movimiento político o de la familia presidencial.

También sabemos, de otras fuentes, 1) que la economía mexicana es hoy menor, en 4 por ciento, al tamaño que tenía cuando este gobierno tomó posesión (Inegi); 2) que el sistema de salud se ha derrumbado (X. Tello); 3) que se vive una tragedia educativa, aun sin considerar el daño por el confinamiento (Guevara Niebla, La regresión educativa).

Creo que ya sabemos que por aquí no se llega a buen puerto. Empecemos a construir un camino diferente.

El Financiero