La Guelaguetza, una de las festividades culturales más emblemáticas de México, se vio empañada este año por una serie de protestas y escándalos que pusieron en jaque su realización. Este evento, que celebra la riqueza cultural y la diversidad étnica del estado de Oaxaca, se convirtió en el epicentro de tensiones sociales y políticas que reflejan un contexto de inconformidad creciente.
Desde el inicio de la festividad, grupos de manifestantes se congregaron en las inmediaciones del Auditorio Guelaguetza para expresar su descontento con el gobierno estatal. Las protestas, lideradas principalmente por organizaciones indígenas y colectivos de derechos humanos, denunciaron la falta de atención a las comunidades rurales, la corrupción y la impunidad en casos de violaciones a derechos humanos. Los manifestantes, con pancartas y consignas, exigieron un diálogo directo con las autoridades y la implementación de políticas públicas más inclusivas y justas.
En paralelo, la celebración no estuvo exenta de controversias internas. Uno de los escándalos más sonados involucró a funcionarios del gobierno local, quienes fueron acusados de desviar fondos destinados a la organización de la Guelaguetza. Esta denuncia generó indignación entre los oaxaqueños, quienes consideran el evento no solo un símbolo cultural sino también una importante fuente de ingresos para la economía local.
Pese a las adversidades, la Guelaguetza continuó con su programación, atrayendo a miles de visitantes nacionales e internacionales. Las danzas tradicionales, los trajes típicos y la gastronomía regional deleitaron a los asistentes, quienes se mostraron divididos entre disfrutar del evento y solidarizarse con las causas de los manifestantes.
El gobernador de Oaxaca, en un intento por apaciguar los ánimos, anunció la creación de una mesa de diálogo con los líderes de las protestas y prometió una investigación exhaustiva sobre las acusaciones de corrupción. Sin embargo, muchos consideran estas medidas insuficientes y demandan acciones concretas que vayan más allá de promesas.
La Guelaguetza 2024 quedará en la memoria no solo por sus coloridas celebraciones, sino también por ser un reflejo de las tensiones y desafíos que enfrenta Oaxaca. La esperanza de muchos es que este punto de inflexión conduzca a una transformación positiva, donde la riqueza cultural del estado vaya de la mano con la justicia social y el respeto a los derechos humanos.




