La mañana de este lunes quedará grabada en la historia: el papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano y una de las figuras más influyentes del siglo XXI, falleció a los 88 años en su residencia de la Casa Santa Marta, en el Vaticano.
La noticia fue dada a conocer en un emotivo videomensaje por el cardenal Kevin Joseph Farrel, camarlengo de la Iglesia, quien aseguró que Francisco “ha vuelto a la casa del Padre” tras dedicar su vida entera “al servicio del Señor y de los más pobres”.
En el mismo mensaje, grabado desde la capilla donde vivía el papa, aparecieron junto a Farrel el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, y Edgar Peña Parra, sustituto venezolano de la Secretaría de Estado.
Francisco había estado ausente durante todos los actos de la Semana Santa, aún convaleciente tras una dura hospitalización de 38 días por una neumonía bilateral. Apenas un día antes de su muerte, había reaparecido brevemente en el balcón de San Pedro para dar su última bendición Urbi et Orbi y lanzar un enérgico mensaje contra la “carrera de rearme”.
Desde su elección en 2013, Jorge Mario Bergoglio rompió moldes. Apostó por una Iglesia más cercana, se alejó del lujo, desafió al sector conservador con sus posiciones sobre justicia social, economía y medio ambiente, y se convirtió en una voz moral global.
La conmoción fue inmediata. Las campanas de la Catedral Metropolitana repicaron en la Ciudad de México, la Notre Dame en París se sumó al luto, y en Mallorca se elevaron oraciones por su alma y su legado. Desde Buenos Aires hasta Manila, el eco de su partida se sintió en todos los rincones del planeta.
El mundo despide hoy a un papa que no solo guió a la Iglesia, sino que tocó los corazones de millones. Su pontificado deja una huella imborrable.




