Lo que debía ser una sesión ordinaria del Congreso, terminó en un bochornoso espectáculo de censura. El presidente de la Comisión Permanente, Gerardo Fernández Noroña, aplicó lo que los legisladores ya bautizaron como la “barredora legislativa”: interrumpió y bloqueó cuatro veces los intentos de la oposición por debatir los presuntos nexos entre el crimen organizado en Tabasco y figuras clave de Morena, como el exsecretario de Seguridad, Hernán Bermúdez Requena, y el senador Adán Augusto López Hernández.
Desde el PAN, la diputada Diana Gutiérrez Baltierra fue contundente: “No solo se toleraron los vínculos del crimen con la policía en Tabasco, se institucionalizaron desde dentro”. Aunque sus palabras fueron interrumpidas por Noroña, el mensaje ya había estallado en el pleno.
El tema no estaba “formalmente en agenda”, alegó la Mesa Directiva. Sin embargo, la senadora panista Mayuli Latifa Martínez acusó una maniobra descarada para callar a la oposición: “¿Qué pasaría si ustedes fueran oposición? Estarían con megáfonos gritando este tema”.
A su vez, el diputado de Movimiento Ciudadano, Pablo Vázquez, ironizó: “Hablando de caimanes… donde más hay es en Tabasco”, refiriéndose a las operaciones de grupos criminales liderados, según reportes militares, por Bermúdez Requena, protegido por el gobierno estatal de Morena.
¿Casualidad o encubrimiento? Para muchos en el Congreso, la negativa de Noroña a permitir el debate deja claro que se están ocultando relaciones peligrosas entre el poder y el crimen.
Y la pregunta es inevitable:
¿Por qué callan justo cuando más urge hablar?
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