Con el fallecimiento de Francisco Beverido Duhalt, México pierde a uno de los pilares fundamentales de su teatro contemporáneo. Nacido en Córdoba, Veracruz, en 1949, Beverido dedicó más de seis décadas a transformar el paisaje escénico nacional como actor, director, pedagogo, documentalista y gestor cultural, dejando un legado que trasciende los escenarios.
Infancia y formación: Los cimientos de un creador
La vida de Beverido estuvo marcada por una temprana fascinación por la palabra y la imagen. En su niñez, el cine, la radio y la literatura (con autores como Salgari, Scott y Stevenson) fueron sus ventanas al mundo. Sus primeros acercamientos al teatro fueron como aficionado junto a sus primos, experiencias que sembraron la semilla de su vocación 6. Al trasladarse a Xalapa, ingresó a la Escuela de Letras de la Universidad Veracruzana (1967-1973), donde encontró el ecosistema perfecto para su pasión. Fue aquí donde hizo su debut profesional en 1963 con Mariana Pineda de García Lorca, bajo la dirección de Manuel Montoro, un momento que la actriz María Rojo recordaría décadas después: “El jovencito que entraba, el muchacho guapetón […] fue Paquito Beverido. […] Se veía bellísimo, alguien dijo ‘como aristócrata’”.
Trayectoria escénica: Del actor al maestro de generaciones
Beverido encarnó la polivalencia creativa:
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Como actor, participó en más de 50 obras, desde el clásico El celoso prudente de Tirso de Molina hasta el vanguardismo de Final de partida de Beckett 48. Su dicción perfecta y presencia magnética se convirtieron en leyenda entre sus colegas 6.
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Como director, firmó más de 80 puestas en escena, destacando:
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La noche de los asesinos (José Triana, 1981)
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Clotilde en su casa (Jorge Ibargüengoitia, 1984)
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Acto Cultural (José Ignacio Cabrujas, 1983-84)
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Las trapacerías de Scapin (Molière, 1991) 8.
Su enfoque combinaba rigor textual con una aguda comprensión de la psicología humana, siempre exigiendo que los actores “conocieran el significado profundo de cada palabra” 6.
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Como dramaturgo, exploró adaptaciones literarias como Brasas (basada en Salvador Díaz Mirón) y Santuario (inspirada en Carlos Pellicer), fusionando poesía veracruzana con lenguaje escénico.
Legado institucional: Semillas de un ecosistema teatral
Beverido fue un arquitecto de instituciones:
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Candileja (Centro de Documentación Teatral): Fundado como su colección personal, lo transformó en un archivo nacional abierto con más de 10,000 documentos (videos, fotografías, programas, libros). Según Sergio López, “a nivel nacional no existe una colección igual”. Alejandra Serrano, investigadora del CITRU, testimonia que su registro inspiró sistemas de documentación teatral en todo México.
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La Caja: Espacio teatral independiente fundado en los 70, incubadora de talentos y sede de experimentación. Actualmente, su legado perdura en un nuevo edificio en la UV.
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Pedagogía revolucionaria:
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Creó los Talleres Libres de Actuación UV (1979-1985), democratizando la formación actoral.
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Dirigió la Organización Teatral de la UV (ORTEUV) y fue subdirector de la revista Tramoya.
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Generó festivales como Teatro en La Alacena y Adultíteres, llevando teatro a espacios no convencionales
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Reconocimientos: La huella de un titán
Su impacto fue ampliamente celebrado:
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Doctor Honoris Causa por la UV (2017) por su “aportación al desarrollo de las artes escénicas”.
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Medalla Xavier Villaurrutia (2007), máximo galardón teatral del INBA.
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Medalla al Mérito Artístico del Ayuntamiento de Xalapa (2023), ciudad que lo consideraba “un bien público”.
Voces del adiós: El hombre detrás del mito
Testimonios recogidos en sus homenajes revelan su esencia:
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“Francisco Beverido es un hombre de teatro peligrosamente vivo“ — Cutberto López Reyes.
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“Paco ha sido un invaluable apoyo […] Cada que necesito un libreto, acudo a Candileja” — Dramaturgo anónimo.
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“En la figura de Paquito Beverido, doy gracias a la UV: sin ella, mi carrera no existiría” — María Rojo.
Epílogo: La luz que perdura
Al despedir a Beverido, Xalapa —la “Atenas Veracruzana”— pierde a su hijo más teatral. Pero su llama sigue viva en Candileja, donde los manuscritos y programas atestiguan su obsesión por preservar la memoria; en La Caja, donde nuevos actores repiten sus ejercicios; y en cada festival que convierte plazas en escenarios. Como él mismo enseñaba: “En el teatro y en la vida, es más importante ocultar que mostrar. Mientras más se oculta, más se muestra” 1. Hoy, su ausencia revela la inmensidad de su luz.
“El teatro no era solo su profesión: era su amor, su vicio y su peligrosa vitalidad” — Homenaje municipal, Xalapa (2025)
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