“El sol podría ser la medicina más barata (y prohibida): Harvard y científicos del mundo reescriben lo que sabíamos sobre la luz solar”

Durante décadas nos han repetido lo mismo: “cuidado con el sol, te puede dar cáncer de piel”. Pero la ciencia está empezando a contar otra historia mucho más incómoda para la narrativa oficial: la luz solar podría ser la herramienta terapéutica más poderosa (y barata) contra enfermedades que hoy cuestan millones a los sistemas de salud.

Nuevas investigaciones sugieren que la radiación UV no solo produce vitamina D, sino que además regula el sistema inmunológico, mejora los ritmos circadianos, dispara serotonina y óxido nítrico, y podría proteger frente a males devastadores como la esclerosis múltiple, enfermedades cardiovasculares e incluso ciertos tipos de cáncer.

Un estudio sueco de 20 años halló que las personas con menos exposición solar tenían el doble de mortalidad que las más expuestas. En EE.UU., investigaciones en marinos altamente expuestos al sol mostraron menos muertes por cáncer en general. Incluso quienes desarrollan melanoma parecen sobrevivir más tiempo si siguen tomando el sol.

El caso más esperanzador: Kathy Reagan Young, paciente con esclerosis múltiple, tratada con luz UV controlada. Su enfermedad se redujo a niveles mínimos y recuperó una vida activa. ¿Milagro? No. Ciencia en ciernes.

Los expertos llaman a este nuevo campo fotoinmunología: cómo la luz solar calma un sistema inmune descontrolado. Ensayos preliminares muestran que hasta el 30 % de los pacientes con EM temprana que recibieron fototerapia no desarrollaron la enfermedad, frente a 0 % del grupo de control.

Claro, el riesgo de cáncer de piel no desaparece, pero la pregunta cambia: ¿qué nos hace más daño, huir del sol por miedo o perdernos de sus beneficios terapéuticos?

La lección que emerge es demoledora: el sol no es ni héroe ni villano absoluto. Demonizarlo ha sido un error. Usarlo con inteligencia —evitar quemaduras, protegerse en horas pico y equilibrar la exposición— podría salvar más vidas de las que cuesta.

La ciencia lo deja claro: la próxima revolución médica podría estar brillando justo sobre nuestras cabezas.

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