Jorge Fernández Menéndez
En los días en que mayor es el cuestionamiento sobre la Marina, derivado de la trama criminal del tráfico de combustible, con la implicación de altos mandos del sexenio pasado e incluso sospechas fundadas contra el exalmirante secretario Rafael Ojeda; en medio de la tremenda controversia por la participación de Adán Augusto López en la estructura de La Barredora con el exsecretario de Seguridad Hernán Bermúdez Requena; cuando hasta en la primera plana del New York Times se habla de la creciente corrupción de Morena, sus dirigentes y funcionarios, la presidenta Claudia Sheinbaum conmemoró su primer año de gobierno, respaldada por una alta popularidad personal que no es acompañada en porcentajes similares en distintas tareas del gobierno, sobre todo en corrupción, donde los escándalos la han minado.
Lo hizo con dos discursos muy diferentes: el primero, el sábado, en Veracruz en el 204 aniversario de la creación de la Marina Armada de México, con un discurso filoso, dirigido en forma directa al propio poder. El segundo, ayer en el Zócalo, fue para sus bases, marcado por los lugares comunes de siempre.
El discurso de Veracruz, inusualmente duro y dirigido directamente a su equipo, a su gabinete, a los dirigentes de su partido, y dicho en el centro de poder de la Marina Armada de México, puso el acento en que la defensa de la soberanía necesita de valores en las personas y las instituciones. Y equiparó la corrupción con la traición. No son palabras menores en un momento como el que estamos viviendo y menos aún en el lugar y ante el público en el que fue pronunciado.
No hace mucho decíamos que a fines del sexenio pasado un muy alto funcionario militar me había dicho, para que lo registrara off the record, que en la Marina y en las aduanas se estaba cometiendo una traición a la patria. Jamás había escuchado a un alto mando militar hablar de esa manera, con excepción del general Enrique Cervantes, secretario de la Defensa de Ernesto Zedillo, con el que pude hablar unas horas después de que hubiera sido detenido el general Gutiérrez Rebollo por su relación con el narcotraficante Amado Carrillo, El Señor de los Cielos.
Ahora la que utiliza el término es la presidenta Sheinbaum y lo extiende, para que se entienda con claridad, a todo su gobierno. Corromperse es traicionar y la traición agreguemos nosotros, no se perdona. Sabe, como escribió William Shakespeare, que “hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos son, más sangrientos”.
Ahora bien, para ello hay que castigar la traición. Cuando se deja malheridos a los traidores si conservan posiciones y prerrogativas, recuperarán poder y volverán a traicionar. Ése es el gran desafío de la presidenta Sheinbaum de cara al futuro. Si la mandataria se hace eco de discursos tan vacíos y grandilocuentes como el de Clara Brugada el domingo, no irá a ningún lado: para la jefa de Gobierno capitalino todavía están en la campaña de 2018 y la Ciudad de México (y el país) está pasando por un momento maravilloso. Gritó tanto que se quedó sin voz, y sin un solo punto de la agenda en el que cupiera, aunque sea el más pequeño margen de autocrítica. Fue el mismo día en que le jaquearon la base de datos de su centro de seguridad, su C5.
La profundidad del discurso presidencial del sábado se convirtió en una pieza propagandística el domingo. Se entiende, uno era un evento con funcionarios y militares, el otro un acto de masas. Pero en los dos, en Veracruz y en el Zócalo, se siguió insistiendo en algo que ahí está y que no puede ocultarse: las tensiones internas del oficialismo y el peligro de división. Cuando la Presidenta dijo ayer que en la época neoliberal se construyeron “fortunas al amparo del poder público”, podría haberle hablado directamente a algunos de los que la escuchaban y veían, en esta ocasión desde la segunda fila, y que son, se supone, de los suyos.
La mandataria debe hacer cambios importantes. Lo de Adán Augusto López es ya intransitable: lo ocurrido el jueves en el Senado cuando a la iniciativa de las reformas a la Ley de Amparo se le adjuntó un transitorio para hacerla retroactiva, es la tercera ocasión en la que su bancada, que dirige Adán Augusto, torpedea sus iniciativas presidenciales.
La investigación sobre aduanas y la Marina ha sido un esfuerzo político notable, pero pareciera que las presiones internas quieren que quede estancada. La procuradora fiscal dijo en su comparecencia en el Congreso que el daño causado por el contrabando de combustibles el sexenio pasado superó los 600 mil millones de pesos, una cantidad inmanejable sin una profunda estructura de complicidades estatales y sin un ejército de factureros leales: hay que saber a dónde fue ese dinero, quién se lo quedó y qué se hizo para lavarlo.
Eso implica cambios en las áreas de justicia y en el SAT como ya los hubo en la UIF y el CNI. Implica no sólo seguir descabezando a los grupos criminales, como se ha hecho y bien, sino también golpear a sus cómplices y patrocinadores en el poder.
Es verdad, pocas cosas vulneran más la soberanía que la corrupción, y ésta es una forma de traición. La corrupción y la traición son las que la presidenta Sheinbaum debe erradicar de su movimiento. Porque hoy, y desde hace años, no anidan en los opositores neoliberales, sino en los funcionarios que han dejado frustración y desencanto entre sus propios militantes.
Excélsior
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