El caos volvió a apoderarse de las calles de Morelia. Por segundo día consecutivo, estudiantes de la Normal Rural Vasco de Quiroga, de Tiripetío, protagonizaron una jornada de violencia, vandalismo y fuego, bajo la bandera de exigir plazas automáticas y la liberación de un presunto homicida.
A bordo de una veintena de autobuses tomados por la fuerza, los normalistas ingresaron a la capital michoacana poco después de las 4:00 de la tarde. A su paso por las avenidas La Huerta y Madero Poniente, rompieron vidrios, pintarrajearon fachadas y causaron destrozos en cafeterías, laboratorios, tiendas departamentales y cajeros automáticos.
El punto álgido llegó frente a Palacio de Gobierno, donde instalaron un mitin entre vidrios rotos y el olor a gasolina. Antes, habían atacado las oficinas de Pensiones Civiles del Estado, lanzado piedras y cohetones contra la planta de Coca-Cola e incluso incendiado una camioneta en el acceso principal.
Los destrozos no fueron hechos aislados: un día antes, los mismos grupos vandalizaron el edificio del Supremo Tribunal de Justicia del Estado, tras impactar un camión de la empresa Bimbo contra el portón metálico del inmueble.
Su exigencia es clara, aunque su método brutal: 600 plazas automáticas en el sistema educativo estatal y la liberación de Eder Israel “N”, alumno acusado de asesinar a golpes y balazos al también normalista Carlos Eduardo Castro, crimen ocurrido el pasado 13 de abril.
La violencia de los normalistas ha reavivado el debate sobre la impunidad con la que operan estos grupos, históricamente ligados al movimiento rural magisterial, pero cada vez más cuestionados por su radicalización y uso de la violencia como método de presión política.
Mientras tanto, Morelia amaneció nuevamente sitiada, con negocios destrozados, vehículos calcinados y un gobierno que parece incapaz de frenar el descontrol normalista.
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