Quetzalli Carolina Vázquez
Este lunes, la gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle, fue entrevistada por uno de los periodistas señalados por la 4T como “aliados del viejo régimen”, “vendidos”, “chayoteros”, uno de los que, según Morena, cobraban grandes cantidades de dinero por cubrir actos de corrupción de los gobiernos anteriores, pero a los que ahora buscan desesperadamente cuando el agua —literal y políticamente— les llega al cuello.
En el caso de Veracruz, cada vez que la gobernadora Rocío Nahle se mete en un lío, aparece de inmediato en uno de esos medios que Morena antes descalificaba y lo hace no para rendir cuentas, sino para intentar “aclarar” lo que, para esas horas, la realidad ya desmintió mil veces.
En la entrevista que “concedió” el lunes 20 de octubre, la gobernadora intentó convencer a la gente de que sí hubo alertas antes de las inundaciones en Poza Rica y el norte del estado, tal vez queriendo aplicando esa de que, “una mentira repetida muchas veces se convierte en verdad”.
Con dos videos: uno real y otro hecho con inteligencia artificial, la mandataria no solo trató de justificar la omisión de las aletas y la evacuación no lanzada a la población sino que intentó fabricar una versión paralela de los hechos.
Además de eso, Nahle quiso colgarse la medalla de la alarma que sonó en las instalaciones de Pemex en Poza Rica, presentándola como si hubiera sido una acción coordinada de Protección Civil cuando la verdad es otra: la alarma fue activada por un trabajador de Pemex, por puro sentido humano, al ver cómo el agua comenzaba a subir su nivel y esa acción individual salvó más vidas que todo el aparato de gobierno.
La propia gobernadora reconoció en esa entrevista que la alarma sonó a las cinco de la mañana, —los videos y los testimonios confirman que a esa hora el agua ya estaba entrando a las casas y que la tragedia era inevitable—.
Aun así, Nahle insiste: no hubo errores, no hubo omisiones, no hubo negligencia; todo —dice— fue “cuestión de la naturaleza”, asegura que Protección Civil estatal y las municipales hicieron bien su trabajo.
Cuando un gobierno ignora los procedimientos básicos, las consecuencias son vidas perdidas, familias devastadas y comunidades enteras sumidas en el dolor y, eso, en términos sencillos, se llama negligencia.
El caso de Álamo lo confirma: 80% del municipio terminó bajo el agua; los habitantes de esa zona, quienes tienen experiencia en inundaciones relatan que, cuando se avisa de la crecida del río, ellos tienen 24 horas para evacuar, —exactamente como lo establecen los protocolos de protección civil— Esta vez en Álamo se juntó el desfogue de las presas con las lluvias y el aviso nunca llegó. Álamo se inundó sin advertencia; la gente perdió casas, cosechas, animales, todo.
El periódico El Universal publicó este domingo 18 de octubre, una nota del periodista Edgar Ávila, quien detalla día con día desde el 6 de octubre las acciones realizadas por Protección Civil y el gobierno de Veracruz; el también corresponsal de la agencia EFE de España relata que no hay una sola alerta de evacuación lanzada a la población del norte del estado… La nota periodística se basa en información generada por las propias dependencias estatales y remata con la declaración de un experto en desastres que sostiene que se incumplió con 2 de las 4 fases obligatorias ante desastres naturales.
Con todo y ello, aun con testimonios de los pobladores afectados, de los expertos en protección civil, meteorología y en gestión de riesgos, quienes dicen que el gobierno de Veracruz falló en activar los protocolos y puso en riesgo a la población, la gobernadora insiste: “Se actuó a tiempo, se emitieron las alertas y no hay culpables”.
Pero sí los hay, es la titular de Protección Civil, Guadalupe Osorno, quien tuvo en sus manos la posibilidad de prevenir el desastre y promover la evacuación de personas, pero no lo hizo; esa omisión costó vidas y exigir su renuncia no es venganza política, sino un acto mínimo de justicia porque en el norte del estado hay familias que siguen llorando a sus muertos, buscando a sus desaparecidos, durmiendo sobre el lodo y preguntándose qué van a comer mañana.
Rocío Nahle podrá repetir mil veces que nadie tuvo la culpa, pero la historia la recordará como la gobernadora que protegió a la responsable de la tragedia, la recordará como cómplice de una negligencia que costó vidas, porque les “guste o no”, ella es la gobernadora, la que toma las decisiones y ella ha decidido que Guadalupe Osorno no se va pero no porque la secretaria haya hecho bien su trabajo sino porque pedirle que se vaya sería tanto como reconocer que ella misma —La gobernadora— se equivocó al elegir a su gabinete y, su soberbia no se lo permitirá jamás reconocer un error.
Pero la historia no tiene pactos de silencio, tarde o temprano, cada omisión se cobra porque la lluvia se llevó casas, cultivos y vidas pero lo más grave es lo que dejó al descubierto: un gobierno hueco, incapaz de cumplir con su deber más básico: proteger a su gente; Rocío Nahle puede negar lo que quiera aunque negar no borra los muertos, ni reconstruye casas, ni devuelve la confianza, ni oculta lo evidente EL GOBIERNO FALLÓ, NAHLE LE FALLÓ A VERACRUZ.
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