Las dos manifestaciones masivas más recientes en la capital —la del 2 de octubre y la del 15 de noviembre— dejaron un saldo que huele al pasado más oscuro: violencia fuera de control, infiltrados con precisión quirúrgica, policías que actuaron como “horda uniformada” y saqueos que comerciantes atribuyen abiertamente al crimen organizado. Todo bajo la mirada de un gobierno que insiste en que “no reprime”, pero cuyos hechos cuentan otra historia.
Organizaciones civiles como Artículo 19 ya prenden las alarmas: lo que está ocurriendo en las calles de la CDMX recuerda las épocas de Mancera y Peña Nieto, cuando marchar se convirtió en deporte de riesgo y cuando una represión brutal obligó a crear protocolos que hoy parecen papeles mojados.
15N: La marcha que se convirtió en un laboratorio del caos
La movilización convocada por jóvenes de la Generación Z empezó pacífica. Pero al llegar al Zócalo, el libre tránsito se transformó en un embudo de vallas metálicas, empujones y detonaciones.
La versión oficial habló de “polvo de extintores”. Las imágenes dicen otra cosa: irritación en ojos y garganta, grupos de choque con pinzas, cuerdas, máscaras antigás e incluso una sierra eléctrica.
Videos muestran a hombres vestidos de civil recibiendo órdenes en formación militar, listas para iniciar la violencia. Otros, sin rostro cubierto, actuaban coordinados, derribando vallas mientras la policía respondía con golpes, piedras devueltas con la misma fuerza y detenciones arbitrarias.
Policías cerraron todas las salidas del Zócalo. Los golpes continuaron hasta Eje Central y Bellas Artes. Hubo intentos de linchamiento, agresiones a civiles y periodistas, 40 detenidos, cientos de heridos y la promesa de investigaciones que —históricamente— no llevan a ningún lado.
2 de octubre: Saqueos con sello del crimen organizado
La marcha más simbólica del país terminó convertida en un festival de rapiña:
siete joyerías saqueadas, farmacias destruidas, comercios atacados y casi ningún responsable. Los comerciantes aseguran que no fue el “Bloque Negro”, sino grupos del crimen organizado disfrazados de manifestantes, que incluso marcaron previamente los locales que serían atacados.
“Hoy no vienen 20 a saquear… vienen más de 100”, dicen los locatarios, quienes ya preparan denuncias y exigen respuestas que nadie parece dispuesto a dar.
Artículo 19: “Esto es un retroceso brutal”
Para la organización defensora de derechos humanos, la policía capitalina está mal capacitada, opera sin supervisión real y se apoya en una estrategia de seguridad militarizada que desata represión en lugar de contención.
El saldo para la prensa: seis agresiones en CDMX, decomiso de equipo y violencia física.
La lectura es clara:
las calles de la capital son un campo minado donde convergen infiltrados, crimen organizado, policías sin control y gobiernos que prefieren negar la realidad.
El mensaje que queda en el aire
Mientras el oficialismo intenta descalificar las movilizaciones y reducirlas a “vandalismo”, los hechos hablan fuerte:
las manifestaciones en CDMX no solo están perdiendo seguridad…
están perdiendo la libertad misma.
La pregunta incómoda ya está sobre la mesa:
¿Estamos presenciando el regreso de la maquinaria represiva que México juró haber dejado atrás?
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