Raymundo Riva Palacio
Dos mujeres son de alto interés para el régimen: la alcaldesa de Cuauhtémoc, Alessandra Rojo de la Vega, y la parlamentaria española Cayetana Álvarez de Toledo. Rojo de la Vega le preocupa al gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum porque no logran neutralizarla sin pagar un precio político, y porque su figura alimenta tres narrativas que al oficialismo más le duelen: inseguridad, persecución política y corrupción. En el caso de Álvarez de Toledo, porque el régimen la considera una voz de derecha punzante y una amenaza para sus aliados del partido español Podemos, de Pablo Iglesias, que desvió miles de euros para financiar campañas políticas de Morena.
Las elecciones intermedias en 2027 son la primera estación. La intención para descarrilarlas es que se concrete en los próximos meses. El domingo pasado, el columnista de El Universal Claudio Ochoa reveló que, a través del SAT, se han realizado diversas auditorías contra Rojo de la Vega, que no se limitan a ella o a su gestión en la alcaldía Cuauhtémoc, sino a su padre y hermano, por presunto lavado de dinero en una cadena de gimnasios de alto rendimiento y en la venta de suplementos alimenticios. Asimismo, agregó Ochoa, el SAT está investigando otras empresas de su madre, su hermana y de su exesposo. O sea, un tratamiento total contra ella, su familia y cercanos.
Aunado a ello, la presidenta Sheinbaum, tras reclamarle airadamente a la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, que no ha podido impedir el crecimiento de Rojo de la Vega y que ya esté siendo considerada como la adversaria más fuerte que tiene Morena en la capital federal, le ordenó utilizar cualquier recurso para anularla. La alcaldesa, que constantemente denuncia corrupción y abusos del gobierno capitalino, se ha vuelto un dolor de cabeza permanente en Palacio Nacional, porque consideran que amenaza un control político cuidadosamente construido en esta capital por su creciente aceptación. La última encuesta de la empresa GobernArte reveló que es la mejor evaluada entre todos los alcaldes en zonas metropolitanas.
El origen del conflicto de Iglesias con Álvarez de Toledo es personal, no sólo ideológico. La parlamentaria lo ha llamado “hijo de un terrorista”, Francisco Javier Iglesias, miembro del extinto Frente Revolucionario Antifascista y Patriota, que ejercía la violencia revolucionaria, aunque no hay acusaciones directas contra él. Esa confrontación personal tiene una carga simbólica fuerte: no sólo es política, sino también moral e histórica, y permite afirmar, como lo hizo Monedero en una visita de la parlamentaria a México, que representa intereses de la “derecha global”.
Parte de las denuncias de Sheinbaum sobre la participación de la extrema derecha en la manifestación del 15N y de las delirantes acusaciones de que está fraguando un golpe han sido tejidas en el entorno de ese pensamiento español, que se acomoda al enemigo externo que está construyendo la presidenta para lograr la cohesión interna. En este contexto, la voz de Álvarez de Toledo le estorba, al igual que la de Rojo de la Vega, a la que ve como parte del mismo eje y que son, finalmente, figuras disruptivas que erosionan su narrativa, incomodan al aparato y alimentan la idea de una alternancia de poder es posible.
El Financiero
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