Por Agendamx
El caudillo volvió. Y no volvió en silencio.
Desde su rancho “La Chingada”, Andrés Manuel López Obrador reapareció con su libro La Grandeza bajo el brazo, pero el texto era lo de menos. Lo que realmente irrumpió en la escena política fue el mensaje: “Aquí sigo. Aquí mando”. Así lo descifraron Donato Flores, Martín Quitano y Víctor Andrade en el más reciente episodio del podcast En Plural, donde el tono fue claro: AMLO no soporta el retiro, Sheinbaum lucha contra una crisis que la rebasa y el país acaba de entrar a una fase aún más oscura de control político.
Para Víctor Andrade, el regreso era inevitable. “Los caudillos siempre regresan”, apuntó, citando incluso a Sergio Ramírez. Y el comportamiento de López Obrador encaja perfectamente en ese molde: un líder incapaz de vivir fuera del reflector, cargado de narcisismo y convencido de que es el guardián de la patria. Su reaparición no solo deja al descubierto su necesidad de aplauso; también exhibe la dependencia política que Claudia Sheinbaum tiene de él. No es una narrativa nueva, pero sí es la confirmación más evidente de una diarquía, como señala Andrade: la repetición del viejo modelo Calles-Obregón en el que uno gobierna… y el otro manda.
Martín Quitano fue aún más incisivo. En su lectura, la presentación del libro no busca reivindicar la historia ni honrar culturas prehispánicas, como presume López Obrador cuando niega los sacrificios humanos en Mesoamérica. Lo que proyecta, dijo, es pura megalomanía. Mientras AMLO habla de salud perfecta, seguridad consolidada y país “feliz, feliz, feliz”, la realidad lo contradice: hospitales sin medicinas, violencia que no cede, carreteras tomadas, transportistas y productores hartos de la extorsión criminal, y un enojo social que crece a pasos agigantados.
Para Donato y Martín, la reaparición del expresidente no es casual ni espontánea. AMLO olfateó las fracturas internas de Morena y del entorno presidencial. Sheinbaum enfrenta presiones, pugnas entre facciones, choques de poder, escándalos que tocan incluso a su círculo cercano y un creciente deterioro en su narrativa pública. En ese escenario turbulento, López Obrador decidió volver para intentar contener el descontrol. Pero lejos de fortalecerla, su presencia la muestra aún más frágil. La presidenta, sonriente y agradecida por el “respaldo” de su padre político, termina revelando su dependencia en lugar de su fuerza.
El podcast dio un giro contundente cuando entró en escena el otro gran terremoto político del momento: la salida de Alejandro Gertz Manero y el arribo de Ernestina Godoy a la Fiscalía General de la República. Donato Flores lo definió como un movimiento “desaseado por donde se le vea”. Sheinbaum tenía la facultad constitucional para pedir su renuncia, pero el gobierno optó por presionarlo en la sombra, arrinconarlo y empujarlo a una salida humillante. La narrativa oficial celebró la “fortaleza” de la presidenta, aunque en los hechos exhibió lo contrario: la incapacidad de ejercer sus propias atribuciones sin recurrir a maniobras.
Víctor Andrade fue directo: con la llegada de Godoy se cancela cualquier atisbo de autonomía en la Fiscalía. Lo que viene, según su análisis, es claro: impunidad para los aliados, blindaje para escándalos que involucran huachicol fiscal, contratos millonarios, contrabando de armas y vínculos criminales, y persecución selectiva para adversarios. Es el cierre perfecto del circuito de poder más hermético que México ha visto en décadas.
Martín Quitano, por su parte, consideró que la designación de Godoy representa la muerte del sueño de una fiscalía autónoma. Lo llamó sin rodeos: una farsa que ofende hasta la inteligencia más básica. Y advirtió que el modelo ya se replica en los estados, especialmente Veracruz, donde las fiscalías se cambian como piezas de un tablero al gusto del gobierno en turno.
El episodio cerró con una imagen contundente: mientras López Obrador se pasea nuevamente como un santo político, dispuesto a “defender al pueblo” desde su investidura moral autoproclamada, la realidad del país avanza por un camino mucho más oscuro. La violencia no baja. La corrupción se oculta. La justicia se politiza. Las instituciones se debilitan. Y el poder —en su forma más cruda— termina concentrado en un pequeño círculo que ya demostró que no piensa soltarlo.
“No es solo el regreso del caudillo”, concluyó Donato Flores. “Es el regreso de un tipo de poder que creíamos haber dejado atrás”.
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