Veracruz: Gobernar sin la intelligentsia

16 03 16

Kairós: Francisco Montfort Guillén

¿Puede lograr un hombre sin luces propias dar brillo a toda una sociedad? ¿Es posible que un hombre, sometido culturalmente en la oscuridad de la complicidad y del ocultamiento de los vicios de sus partidarios, ofrezca a los veracruzanos una nueva etapa de <<valentía, ideas y voluntad>> para <<hacer grande a Veracruz>>, si nunca antes ha ejercido siquiera un asomo de crítica y autocrítica? ¿Con qué argumentos, con qué ejemplos, con qué actitudes este hombre, producido en la cultura política de la mentira, el engaño, la complicidad se atreve a afirmar que su alianza política, que le sirve para ocultar su identidad priista, <<tiene más pasión, más propuestas y más gente decente (sic) que la alianza para mejorar Veracruz? ¿Cómo creer en sus palabras si unos días denosta al gobernador Javier Duarte y después los felicita? ¿Quién puede creer en sus ideas de cambio si ¡antes de iniciar la campaña! ya reparte puestos de su gabinete a sus amigos y aliados?

Las preguntas anteriores merecen respuestas porque ese hombre puede ser el gobernador de Veracruz, debido a las fortalezas del Aparato gubernamental/electoral del PRI. Esto significa que Héctor Yunes puede llegar ganar la elección sin contar con los méritos y cualidades personales que la difícil situación de Veracruz exige para enfrentar y resolver la más caótica situación de su historia reciente. Sin duda tiene experiencia política. Pero no tiene ninguna en términos de dirección gubernamental exitosa. Y no cuenta con las características de liderazgo personal que inspire, ni siquiera a sus seguidores, a realizar cambios y no consigue motivarlos, movilizarlos en torno a su persona.

Desde hace muchas décadas el PRI sometió a sus militantes a una dura disciplina y a conductas demoledoras de cualquier atributo personal sobresaliente. El sometimiento servil, el silencio frente a las injusticias, la complicidad con las conductas ilícitas, la corrupción como prueba de lealtad institucional han forjado a militantes y dirigentes moldeados en el acatamiento de instrucciones, en el desbordamiento de audacias que siempre rayan en la astucia para alcanzar puestos y favores. De casi nada sirve la formación académica y una brillante carrera profesional en un instituto político que desprecia el saber y el conocimiento por medirlo bajo la sospecha de ser cualidades propias de la tecnocracia.

El resultado ha sido en general la entronización de la mediocridad intelectual y del desfondamiento moral del partido político. Y en el caso del estado de Veracruz ha significado, entre otras cosas, la disminución de la presencia de su clase política en el ámbito federal y el hundimiento estrepitoso del arte de la política y de la función pública en toda la entidad. Esta situación ha producido una serie de identidades partidistas que reflejan los males del liderazgo político en el país y en Veracruz.

Desde hace mucho tiempo los electores asiduos o el así llamado <<voto duro>> priista, está formado por personas sin estudios o con niveles de primaria y secundaria; los mayores de edad, hombres y mujeres, también, en su mayoría, cuasi analfabetas; los de menores ingresos; los marginados del campo y de las ciudades. Estos grupos conforman la sociología de la miseria: los votantes más vulnerables socioeconómicamente, definidos como excluidos; los votantes más manipulables que pueden ser cooptados mediante una serie de refinados o descarados mecanismos de presión. A pesar del esfuerzo por recuperar a las clases medias desde el salinismo, el votante que respalda al PRI sigue siendo el de los innumerables grupos clientelares formados bajo el dominio del penoso siglo XX del Partido Único.

Que las clases más ilustradas no votan mayoritariamente por el PRI es un hecho constatado desde hace quinquenios. Pero no siempre ha existido una abierta manifestación de rechazo a este partido por parte de esas clases medias siempre temerosas, anodinas, acomodaticias. Durante la campaña de Enrique Peña Nieto lograron hacer sentir su rechazo cuando se expresaron en la Universidad Iberoamericana y conformaron un efímero pero llamativo movimiento denominado #YoSoy132. Fue la última expresión de una rebelión de clases medias que inició en 1988 con el apoyo masivo a la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas. Y en la ciudad de México la ausencia total de respaldo de las clases ilustradas al Revolucionario Institucional es una de las causas de que no haya podido remontar su ya larga ausencia de triunfos en la capital de la República.

En Veracruz las manifestaciones de los integrantes de la Universidad Veracruzana, sobre todo la verificada el pasado viernes en todos los campus de la misma, y a lo largo de la entidad, ha dejado en claro el alejamiento de las elites intelectuales del estado respecto de su gobierno y su partido. Nunca en su historia reciente, el PRI ha enfrentado una confrontación tan abierta y clara a su dominio político. Nunca había visto a los jóvenes y maestros universitarios en las calles manifestando su descontento por el trato recibido de parte de sus autoridades. Nunca había sido tan clara la zanja que separa al PRI de la intelligentsia veracruzana.

Y frente a este desafío las preguntas propuestas al inicio de este texto adquieren una mayor pertinencia. Porque los problemas de Veracruz no serán resueltos sin el apoyo franco, sincero y confiado de sus élites intelectuales, sus técnicos, sus ingenieros, sus escritores, sus filósofos. Y el asunto no pasa por incorporar a estos a un plan de gobierno y ofrecerles un empleo con su plaza asegurada. El problema mayor, de fondo, es que se ha provocado una ruptura en la confianza entre dos actores políticos centrales para el desarrollo. El gobierno no puede seguir siendo el principal contratante de mano de obra calificada. Y aunque lo hiciera, la cuestión seguiría sin ser resuelta. Porque el alejamiento es cultural, es de concepción del mundo: los universitarios de bien no pueden transigir con los actores de conductas públicas a todas luces reprobables, como la cadena de comportamientos formada por la impunidad, corrupción, complicidad, cinismo, incompetencia.

El PRI, gracias a su maquinaria electoral/gubernamental, al control sobre su voto duro, a sus mecanismos de cooptación/represión puede ganar la siguiente elección. Pero lo que ya perdió es la legitimidad de su gestión y su formal conducción de la política. Porque es ostensible que carece de liderazgo, porque su candidato carece de los atributos personales de un auténtico líder, pues en su biografía no existe un momento estelar en que haya mostrado sus valores, sus dotes intelectuales, sus inteligencias individuales puestas al servicio de una causa noble. Y sin el respaldo de la intelligentsia veracruzana su deslegitimación no dejará de crecer a lo largo de la campaña.

Se quiera o no reconocer, las manifestaciones de los miembros de la Universidad Veracruzana marcan un punto de ruptura con el régimen político que ha dominado el poder durante más de 80 años. En otra colaboración me permití afirmar que estamos frente a una gran crisis, la de un fin de ciclo histórico, y no sólo el final de un lamentable gobierno fallido. Faltaba la reacción de las clases medias, de las clases intelectuales en toda la entidad para corroborar mi aserto. Sin este apoyo el PRI es un cascarón político, con una deslegitimación que permanecía oculta a los ojos interesados de sus favorecidos.

El Príncipe va desnudo y sólo él no lo advierte. Sus ropajes desaparecieron y transita en cueros, como los miserables que sigue creando con sus conductas públicas. El PRI no tiene ya el apoyo de las clases medias (universitarios, empresarios, jubilados, profesionistas, sus propios empleados gubernamentales), las más golpeadas por esta crisis de legitimidad gubernamental, provocada por el desfondamiento moral, ético y político de sus actores políticos y de gobierno. Las malas finanzas públicas y las deudas públicas no son el problema central de la crisis veracruzana. Estos problemas son el reflejo de un mal mayor que es la ausencia de legitimidad y legalidad de un gobierno y un partido que hicieron de la corrupción y la impunidad su signo de identidad, una identidad que no puede ser aceptada como imagen de toda una sociedad, por las élites veracruzanas intelectuales formadas, muchas de ellas, en universidades privadas.

Y resulta inaceptable para todos los ciudadanos, no únicamente desde el punto de vista ético, sino desde cualquier aspiración de funcionalidad económica, social, de la justicia y la vigencia del Estado de derecho. La sociedad veracruzana tiene que voltear la vista y encontrar en la boleta electoral otra opción para salir de la crisis. Los ciudadanos veracruzanos deben asumir que viven el momento de fijar responsabilidades a otros partidos históricos, aliados para ejercer el gobierno, y a su candidato Miguel Ángel Yunes, que posee características adecuadas para enfrentar este momento histórico. No se trata de expresar animadversiones ni descalificaciones sobre el candidato del PRI. Respeto personalmente a Héctor Yunes. El problema a resolver es otro. Se trata de tomar decisiones políticas por el bien de toda la sociedad veracruzana. Esa debe ser nuestra responsabilidad.