Del duelo al duelo

De la urna fúnebre a la urna electoral. Del minuto de silencio a la hora del escándalo. De la solemnidad a la frivolidad. Del pésame por lo ocurrido al pésame por lo que viene. De la tregua impuesta a la lucha abierta. Del montaje de tiendas de campaña a la instalación de cuartos de guerra. Del rostro compungido al descaro manifiesto. De remover escombros a aprovechar la pepena. De la demolición del hogar inhabitable al apuntalamiento del régimen insostenible. De las despensas a las despensas. De los nervios del temblor al temblor de los nervios. De los muertos a los muy vivos. Del duelo al duelo. De la ruina nacional al palacio de gobierno.

Ni un día más de luto frente a la feria y el concurso por la residencia de Los Pinos, el inmueble fracturado desde el sismo del 85 y cuyos habituales inquilinos resisten dejar. Personajes que confunden lo de más con lo demás, las ideas con las puntadas, las cúpulas con los cimientos, las devoluciones con las donaciones, el desastre de fondo con los fondos del desastre, las posiciones con las posturas, los intereses con los principios y la elección con la eliminación. Si confunden eso, obviamente no distinguen entre una losa y una lápida.

La clase política regresa, feliz, a la anormalidad. ¿Sin horizonte, por qué va a tener límite?

El poder de la naturaleza sacudió a la naturaleza del poder, pero -medio capoteada la tragedia- el PRI ya está de vuelta en lo suyo, retener el poder a como dé lugar y sin tener claro para qué.

Frente al apuro de encontrarse en el sótano electoral y ante las posibilidades de Andrés Manuel López Obrador, esta vez el priismo quiere al PAN no sólo de aliado político, sino también de comparsa electoral y, si no, a quebrarlo desde fuera, a fracturarlo desde dentro o sencillamente a hundirlo.

Qué caso impulsar un precandidato unitalla que les viene bien al priismo y al panismo, si éste último anda con una tentación distinta a la estratagema.

Desde el fraude electoral de 1988, el priismo y el panismo encontraron un modo de vida concubino, a partir de un proyecto económico común y un proyecto político bipartidista. Juntos, pero no casados, del centro a la derecha y de la derecha al centro, firmes en taponar la posibilidad de la izquierda. Un modelo singular en el que, eventualmente, el panismo podía entablar alianzas electorales con la izquierda para, luego, a la hora de decidir y no de elegir, restablecer el vínculo político con el priismo. Entre ambos partidos dieron lugar a la alternancia sin alternativa, al turno en el ejercicio del no poder, al uso del gasto y los recursos públicos como botín.

En ese modelo de vida compartida, el priismo y el panismo podían exhibir sus diferencias sin subrayarlas, usar en condominio y en beneficio propio la fuerza del corporativismo sindical petrolero o educativo, aplicar con nombre distinto los mismos programas de asistencialismo o de seguridad, repartirse proporcionalmente viejas y nuevas posiciones y, claro, asociarse hasta la complicidad en la corrupción o la violación de los Derechos Humanos. Pusilanimidad e impunidad, binomio de su credo. A fin de cuentas, los hermanaban la economía neoliberal y la democracia tutelada.

De ahí la extrañeza del priismo frente al grupo que dirige hoy al panismo.

¿Qué pasó durante y después de la elección en el Estado de México y Coahuila? Faltan elementos para entender lo sucedido, pero algo se rompió entre el priismo y el panismo.

Algo que, ahora, estando el priismo contra la pared electoral, quiere llevar al paredón a Ricardo Anaya y, si se puede, al perredismo. Si tan bien le funcionó al tricolor pulverizar el voto en el Estado de México, de dónde rayos la peregrina idea de integrar un frente opositor que reconcentra el voto y le provoca escalofrío al tricolor.

Ahí se explica la embestida del PRI contra la dirigencia albiazul que, lamentablemente, interrumpió el sismo, pero ahí está de nuevo, duro y a la cabeza. Intentando fracturar o, al menos, debilitar al PAN desde dentro y desde fuera, impulsando a una pandilla de rebeldes, encabezados por un cordero. Rebeldes sin causa, pero con intereses.

El priismo echa de menos al calderonismo rabiosamente dócil y dispuesto que, lamentablemente, cuando ganó el gobierno perdió al partido y cuando perdió el gobierno no pudo ya recuperar al partido. Pese a ello, el priismo no ceja: le da forraje a los corderos y cultiva margaritas.

Ayuno de ideas y sobrado de ocurrencias, en el despecho y la desesperación, el priismo se tropieza una y otra vez al embestir a la dirigencia panista, diestra en el arte de la evasión y el escapismo. El priismo se debilita aún más, creyendo cobrar fuerza. Queriendo atraer al voto albiazul, descuida su propio voto duro.

Un cerillo le quemó la estrategia y, lo peor, al intentar sofocarlo, el priismo se quema los dedos, si no es que el dedazo.

En la vuelta a la habitual anormalidad y en el esfuerzo por disolver al frente que lo angustia, el priismo se tropieza y pierde la brújula.

Deja de lado y al garete pendientes políticos y legislativos importantes arrastrados desde antes del sismo e ignora el enredo en que se está metiendo en materia de política comercial, monetaria, financiera y diplomática.

La gran interrogante es si el electorado, después de luchar contra el poder de la naturaleza, la emprenderá contra la naturaleza del poder. Si votará por el entierro del régimen insepulto o, condescendiente, lo dejará descomponerse a la intemperie.

EL SOCAVÓN GERARDO RUIZ

En sintonía con el PRI, el Paso Exprés de Cuernavaca perdió su ritmo hace 94 días. El secretario Gerardo Ruiz, como su partido, está desesperado por retomar el paso, aunque sea lento y por la lateral.

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