‘La desigualdad es la falla estructural de México’: José Woldenberg

Para muchos la democracia no ha traído la bonanza que se esperaba. No obstante, no se ha inventado un régimen político superior capaz de reemplazarlo, explica José Woldenberg. Consciente de que las nuevas generaciones experimentan la política como algo ajeno e irrelevante para su realidad cotidiana, quien fuera Consejero Electoral del Instituto Federal Electoral publica Cartas a una joven desencantada con la democracia (Sexto Piso), texto de corte epistolar donde pone sobre la mesa los avances y pendientes del sistema político mexicano.

El libro parte de la percepción del desencanto democrático entre los jóvenes. ¿A qué lo atribuye?

El libro pretende distinguir las fuentes del desencanto para atender los problemas; pero también establecer los procedimientos, normas e instituciones que debemos mantener. Creo que México debe conservar un régimen de partidos pluralista; tiene que fortalecer sus elecciones; contar con instituciones públicas fuertes; ampliar las libertades de sus ciudadanos. Necesita por otro lado, combatir la corrupción; la espiral de violencia; las desigualdades sociales. A veces me da la impresión que el malestar pone a todo en la misma cubeta. El libro parte de constatar el mal humor social. No obstante, me preocupa que el malestar en la democracia se convierta en un malestar con la democracia.

¿Se le pide demasiado a la democracia?

En nuestro caso generó demasiadas expectativas. Yo sostengo que México vivió un tránsito democrático. Fuimos capaces de desmontar un régimen autoritario y construir una germinal democracia en los últimos años del siglo pasado. Las muestras están en los fenómenos de alternancia, en los congresos equilibrados, en la coexistencia de gobernadores de diferentes partidos. Pero a lo largo de los años se pensó que al desmontar la pirámide autoritaria se resolverían casi en automático todos los males, y eso no existe. La democracia es un régimen de gobierno que permite la coexistencia de la diversidad política. Si queremos terminar con la pobreza necesitamos políticas destinadas a ello, una reforma política para hacer al país más equitativo. En el terreno de la política hay progresos notables, pero en materia social sigue siendo desigual y esa desigualdad impide un mínimo de cohesión social.

Algunos analistas sostienen que alcanzamos la alternancia, pero no la democracia.

Yo debato con ellos porque sostengo lo contrario. De 1977 a 1997 se construyeron las condiciones para la alternancia porque se construyeron nuevas normas electorales. Antes de Fox había hubo cambios de partido en gubernaturas. La alternancia no es un punto de arranque de la democratización, es un punto de llegada. La reforma del 77 incorporó a las fuerzas políticas marginadas del mundo institucional. La reforma del 89-90, creó al IFE; y en la del 96 se equipararon las condiciones de competencia.

En una de las cartas escribe que lo mejor de las elecciones son las elecciones mismas, ¿en verdad, cuando aún vemos compra de voto o inequidad entre los partidos?

Compare la inequidad de los setenta con la de ahora. No digo que las elecciones de hoy sean impolutas, pero hay notables diferencias. Me tocó ser Consejero Ciudadano en los comicios de 1994, en aquel entonces se hizo por primera vez la fiscalización de los recursos que gastaron los partidos en campaña. Documentamos algo que todo mundo sabía, pero nunca lo había reconocido la autoridad: el PRI gastó ocho de cada diez pesos en la elección y la oposición, dos. Hoy todos los partidos reciben mucho dinero del erario público y hoy tienen acceso a radio y televisión por medio de los tiempos oficiales, eso empareja la cancha. Por supuesto hay anomalías, pero la base es más equitativa que en el pasado. Claro que hay compra del voto, pero hay saberla dimensionar, me parece que la mayoría de los mexicanos votamos en libertad.

Pero los más desfavorecidos en un país mayoritariamente pobre, están dispuestos a cambiar o vender su voto.

Sí, pero esto obedece a un problema estructural. Mientras México siga siendo un país desigual, los partidos seguirán aprovechando las necesidades de la gente. Para muchas personas significa más un saco de arroz o frijol que su propio voto. Ahora bien, hay una serie de dispositivos para que la gente vote en libertad a pesar de la compra: votamos en una estructura con tres paredes donde solo cabe una persona. Si alguien ha recibido obsequios en el momento de votar, lo hace en soledad.

Hace un momento se refirió al IFE de 1994, pero ¿cómo evalúa al INE actual?

Hay mucha incomprensión. Las rutinas estrictamente electorales las realiza mejor el INE que el IFE. El padrón electoral, la organización, el PREP, la capacitación de los funcionarios, ya están prácticamente fuera del debate público. El problema es que al INE se le ha sobrecargado de facultades y eso puede acabar debilitándolo. El INE no es un tribunal, sin embargo, cada vez tiene que desahogar más conflictos entre partidos y en esta posición haga lo que haga quedará mal con uno. Aquí tenemos un problema de diseño que lo erosiona, es una autoridad administrativa, no un tribunal. El próximo año el INE tendrá que fiscalizar todas las campañas, si tomamos en cuenta que se elegirán 3 mil 400 cargos, podríamos calcular que deberá fiscalizar quince mil campañas. Espero que salga bien librado, pero creo que era mejor cuando los institutos locales fiscalizaban las campañas locales y el INE las federales.

En su texto plantea una crítica a los medios relacionada con superficialidad con que abordan los problemas.

Sí, hay un resorte aceitado que consiste en echarle la culpa de todos nuestros problemas a los políticos. El asunto es más complejo. No niego la existencia de políticos corruptos, necios y tontos, pero los medios no nos están ayudando a comprender con suficiencia los problemas del país. Hay mucha denuncia, y está bien, pero necesitaríamos hacer un intento de pedagogía social que vaya desde cuestiones como el tráfico o la basura, hasta la convivencia política del país.

Me hubiera gustado que hablara más en el libro de la corrupción…

No creo que haya un asunto que genere más desprestigio a la política y los políticos que la corrupción, ahí está el disolvente de la confianza más grande que tenemos y con razón. Por eso es tan explosiva y destructiva.

Al final apunta a la desigualdad como la gran deuda en el país.

La desigualdad es la falla estructural de México. Tenemos una democracia imperfecta en parte porque la desigualdad cruza todas nuestras relaciones. Hoy no sólo tenemos elecciones competidas, también tenemos una presidencia acotada, incluso la Corte hoy desahoga varias controversias constitucionales. La nuestra es una germinal democracia y hay que robustecerla atendiendo las fuentes del malestar.

Una democracia también acotada por el narcotráfico…

Me preocupa la forma en que la espiral de violencia y el narcotráfico han alterado la vida de las personas. Ambos tiene un impacto en todas las esferas de la vida, hay zonas del país que viven en la zozobra; es uno de los asuntos que también llevan a la desmoralización, el desafecto y el malestar. Incluso quienes no hemos sido tocados por la violencia, vivimos bajo su sombra. El narcotráfico afecta todo, no sólo la vida política. Un asunto la masacre de los estudiantes de Ayotzinapa no puede explicarse sin la convivencia entre policías, autoridades y el narcotráfico. Quizá sea este el caso más revelador de la profundidad de ese problema.

¿Cree en los candidatos independientes y en coaliciones como el Frente Democrático?

Ambos están previstos en la ley y está muy bien que así sea. Corresponde a los electores juzgarlos. Los candidatos independientes representan una nueva vía de acceso, lo que yo les critico es la retórica porque hacen una operación demagógica: los políticos malos y los ciudadanos buenos. No obstante, su existencia puede ventilar la vida pública en México.

Aristegui Noticias