Nuestra política científica: el oscuro futuro de la ciencia en México

Palestra/Eduardo Vázquez Reyes

“Ciencia sí, recortes no”, “más posgrados, menos diputados”; “ciencia para la vida, no para la guerra”, “sin ciencia no hay futuro, sin ciencia no hay país”. Estas fueron algunas−quizá las más sobresalientes−vociferaciones que los miembros de la comunidad universitaria de Veracruz emitieron durante el desarrollo de la segunda marcha por la ciencia en 2018. Se pedía un gobierno que considerara como vitalmente importante dentro de la agenda política introducir los temas y vicisitudes concernientes a la ciencia, la tecnología, la innovación y su divulgación. Para muchos, en aquel entonces era inconcebible un gobierno total y absolutamente desinteresado por posicionar a México en una escala internacional ante el mundo del progreso científico, del saber, de la llamada sociedad del conocimiento. En este recién iniciado 2019, sin embargo, nos hemos dado cuenta que sí es posible imaginar algo así.

La ciencia, en términos presupuestales y financieros, se encuentra en una situación más deplorable que en administraciones anteriores. Es algo, de suyo, alarmante. Cuando se pensaba que el apoyo a la generación de conocimientos y a la reproducción de los mismos no podía estar en peor circunstancia, el actual gobierno tanto federal como nacional (y sin temor a equivocarnos el municipal) nos ha demostrado una vez más que nada es imposible, que con un poco de esfuerzo y esmero todo se logra.Así, también nos han demostrado que tal y como en su tiempo pensaba el filósofo, lógico y activista Bertrand Russell: “Los científicos se esfuerzan por hacer posible lo imposible;los políticos, por hacer lo posible imposible”.

Las quejas y muestras de rechazo de parte de la comunidad académica pueden sintetizarse, entonces, en la exigencia de una realmente fructífera política científica. En ese sentido, ¿hacia dónde se dirige nuestra política científica? Más aún, ¿qué clase de política científica tenemos? Y por no dejar de lado el análisis estructural, ¿tenemos una política científica? Es claro que esta última cuestión se responde afirmativamente, pero no por el hecho de contar con su existencia quiere decir que sea buena. Profundicemos en este punto. ¿Qué debemos entender por política científica?

Es común que encontremos en la definición de la frase ciertos aspectos fundamentales: tiene que ver con los términos “impacto social”, “socialización del conocimiento” y “desarrollo social”. Una política científica debe contener un diseño de estrategias que permitan el desenvolvimiento de la práctica científica para su intervención y atención de los problemas sociales. En esa misma lógica se encuentra el gobierno federal, pues en el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2019, en el Ramo 38, concerniente al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, mantiene la siguiente definición:

La política en materia de ciencia, tecnología e innovación (CTI) tiene como propósito coadyuvar a que la sociedad mexicana se apropie del conocimiento científico y tecnológico y lo utilice para su bienestar, para ello se requiere articular al Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación a través del fortalecimiento de los vínculos entre los sectores académico y de investigación, empresarial y público en sus niveles federal, estatal y municipal, consolidando un sistema que aproveche mejor el esfuerzo de todos sus actores, más cercano a la sociedad, también mucho más conectado al mercado global del conocimiento.

Esta idea sostenida da pauta para pensar en uno de los mejores mundos posibles para quien se dedica a la ciencia o la divulgación. Hasta allí las cosas están encaminadas de la mejor manera. El discurso suena más que bien. Pero contrario a lo que dice, tal pareciera que la teoría y la práctica del nuevo gobierno no están relacionadas, sino que se contradicen. Las recientes iniciativas de parte de la actual administración van en contra de muchas de las afirmaciones que la cita anterior establece, por ejemplo al decir que “tiene como propósito coadyuvar a que la sociedad mexicana se apropie del conocimiento científico y tecnológico”.

Aquí solo resta señalar que no puede existir apropiación del conocimiento si se limita financieramente la productividad de los centros de investigación y sus programas académicos y la actividad divulgativa. Estos dos últimos están completamente relacionados entre sí. Si estos dos no se dan, entonces no puede haber apropiación social del conocimiento, o por lo menos su finalidad se vería en tela de juicio, truncada.

En lo que respecta a la segunda parte de la definición, hasta el momento la directora de Conacyt, la doctora María Elena Álvarez, no ha dejado ver una estrategia clara para llevar a buen puerto el progreso en la ciencia y tecnología mexicana en relación con el trabajo extranjero. La política científica con la que contamos, hasta el momento, carece de sustentos consistentes entre discurso y acción, además de que no es nítido el panorama, el cual debería atender los problemas, no añadir más.

Teníamos, hasta hace unos meses, problemas administrativos y procedimentales en la distribución y aplicación del recurso. No era para nada claro cuáles criterios fungían como ejes rectores para designar presupuesto a los centros y a los proyectos de investigación, a las actividades divulgativas. Todo esto sin mencionar la burocracia inherente a las instituciones. Por otra parte, en cuestión de impacto social y desarrollo a través de la ciencia, las metas y objetivos para la socialización del conocimiento no se habían cumplido: el apoyo no llegó a las comunidades científicas ni a los grupos independientes de divulgación y comunicación de la ciencia.

La política científica que impulsa el nuevo gobierno no brinda herramientas para la resolución de estos problemas heredados por sexenios anteriores: los agrava, los robustece. Y no conforme con la falta de estrategias para solucionarlos, incrementa el bagaje de eventualidades para la ciencia, cuyo futuro es más incierto en la actualidad.

¿Qué reacciones habrá por parte de la misma comunidad científica tanto institucional como independiente? ¿Contaremos ahora con acciones frontales que vayan más allá de las manifestaciones en redes sociales? Sin lugar a dudas, en breve el acontecer de las nuevas noticias de ciencia nos brindará una idea. Mientras tanto habrá que continuar cada uno desde nuestra palestra.

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