La intolerancia en blanco y negro

Libre Pensador: Uriel Flores Aguayo

Percibo un ambiente enrarecido y desagradable en la deliberación pública. Es una constante y tendencia sólida la polarización más extrema y simpleza en los monólogos. No hay diálogos propiamente, no se pasa de un intercambio de insultos y exageraciones. Casi nadie se preocupa por argumentar y mostrar evidencias, les basta con su dicho y sus ofensas. En forma acelerada se ha degradado el debate público. No posee la virtud de la crítica o la disidencia, de la claridad de posturas, no, es la afirmación a partir de una supuesta razón preconcebida o una auto otorgada superioridad moral. A cada posición corresponde un alineamiento de personas de todo nivel social y educativo, en seguimiento acrítico, interesado y mimético. El punto de partida intolerante es continuado como guía; se produce un agrupamiento sin que se haga un mínimo esfuerzo de reflexión. Es grave.

Alarma leer en personas con alguna trayectoria política-social y cierta formación educativa posturas que contradicen todo aquello por lo que decían luchar. Se percibe en algunos una actitud fácil y de renuncia a pensar; en otros hay confusión y búsqueda de explicaciones y ruta propia. En el río revuelto que es la coalición informal que llevó a AMLO al poder hay, por supuesto, evidentes corrientes de oportunismo y simulación. Abundan las descalificaciones retomadas del discurso reiterativo del Presidente, desde las  ridículas expresiones de “fifis” hasta las de conservadores y prianistas. Estos calificativos sirven para todo y para nada. Se le agrega otro, el de neoliberales , tan abstracto e inútil como los otros. Los usan los militantes, por llamarlos de alguna manera, los sectores duros del Obradorismo y los infaltables oportunistas que así reafirman una inexistente identidad. En general este ambiente de intolerancia aleja posturas, introduce desconfianza y opaca las soluciones a nuestros graves problemas.

No creo que ese sea el cambio por el que se luchó. Mucho de lo que se ve ahora en el nuevo Gobierno es lo que hace al menos cuarenta años nos llevó a muchos a plantearnos una militancia de corte revolucionario. Repudiábamos al presidencialismo, al partido de Estado, a los abusos de poder, al mayoriteo, a la falta de libertades, a la ilegalidad, etc.. Lamentablemente varios de esos rasgos se pueden ver en el actual gobierno. Ahí están los casos de Baja California y la CNDH, donde se rompen reglas básicas de convivencia. Si en el ámbito federal ocurren barbaridades a nombre de una gran figura como es la de AMLO, quien resiste por su popularidad, qué  podemos esperar en las entidades federativas con gobernantes bananeros. Seguramente toman nota de los abusos nacionales y sentirán que les está permitido todo.

Opinar y hacer política ciudadanía entre los polos es difícil aunque no imposible. Lo fácil es alinearse y repetir las descalificaciones pero eso no es democrático. Cometen un gravísimo error quienes aplastan a las minorías pero igual aquellos que hacen una equivocada conceptualización del gobierno de AMLO. Tener mayoría legislativa y el mando del Ejecutivo les da derechos pero también responsabilidades, deben velar por el conjunto y respetar escrupulosamente a quienes no lo sigan o piensen diferente. Eso le exigíamos al PRI y nos costó mucho tiempo y esfuerzos lograr la transición. La exclusión y la centralidad de una persona provoca erosión a la sociedad y hace más difícil la gobernabilidad. Es un error monumental creer que sus votos, por muchos que sean, da licencia para todo y durante tiempo indefinido. Sin unidad, conciliación y respeto a todos las salidas para México, son remotas e inviables.

Parece una labor titánica pero es la única manera de hacer algo útil y distinto, cuando se plantea la tolerancia como principio rector de la convivencia entre mexicanos, cuando nos veamos cómo seres humanos sin pretensiones canonizadoras. Lo más sano es superar el nivel de las conspiraciones o nunca sabremos nada, lo más sano es eludir los epítetos y solicitarle al Presidente más altura.

Recadito: entre lo vano de un gobierno Estatal destaca lo podrido de algunos de sus personajes.

 

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