La cebolla

Denise Dresser

Decía Paul Claudel que la verdad, como la cebolla, tiene diecisiete envolturas. Y poco a poco, una por una, van cayendo las que encubrieron el gobierno de Felipe Calderón. La guerra contra el narcotráfico mal planeada y mal ejecutada. La podredumbre de la PGR y del aparato judicial y policial.

La escalada de homicidios y desapariciones y ejecuciones que su estrategia engendró. Todo lo que el expresidente ha ignorado o dice que no sabía, encapsulado en el arresto de quien fuera su mano derecha, Genaro García Luna. El que tantas veces torció la justicia, finalmente alcanzado por ella.

El que tantas veces violó el debido proceso, finalmente sometido a sus reglas. El que fingió combatir el crimen, exhibido como su cómplice. Y su estrepitosa caída lleva a la pregunta inevitable: ¿Qué sabía Calderón y cuándo lo supo?

Imposible concebir que desconociera lo que era obvio, lo que fue documentado, lo que fue denunciado sobre García Luna y su modus operandi. Cuando el montaje a modo tiñó de injusticia el caso de Florence Cassez. Cuando la demostración de fuerza del entonces secretario de Seguridad Pública pesó más que el respeto a la ley. Cuando la justicia se convirtió en una farsa impulsada por el propio Calderón al intervenir en la Suprema Corte y frenar su liberación.

Torceduras reveladas en el libro de Emmanuelle Steels, El teatro del engaño, constatadas por Jorge Volpi en Una novela criminal, evidenciadas por periodistas y consignadas en reportajes a lo largo de los años. El montaje policiaco-judicial, del cual desciende el montaje mediático que a su vez produce más pruebas para el montaje judicial. García Luna intrínsecamente imbricado en un episodio que lo revela de cuerpo entero. Capaz de mentir y manipular; capaz de encubrir y escenificar; capaz de todo.

A pesar de lo que públicamente se sabía en aquel momento, García Luna no fue procesado y castigado. Su carrera profesional despegó, su patrimonio personal aumentó, la impunidad que lo protegía prevaleció. Como lo subraya Steels en su impecable texto: “García Luna se aferró durante seis años al puesto, burlando los reclamos por su ineficiencia en materia de seguridad, ignorando las sospechas de colusión con el crimen organizado que pesaban sobre él, y apartando del camino a sus críticos, como lo hizo con el excomisionado de la Policía Federal Javier Herrera Valles”.

El guionista de la guerra calderonista multiplicó los montajes mediáticos con la intención de crear la ilusión de una lucha exitosa contra el narcotráfico. El modelo arrancó con Vicente Fox, se consolidó con Felipe Calderón y continuó con Peña Nieto. Y siempre ahí, sus artífices: García Luna, Luis Cárdenas Palomino, Humberto Castillejos, Eduardo Medina Mora, Alfredo Castillo, Luis Miranda Nava. Todos los hombres del Presidente en turno.

Los responsables de diseñar e impulsar una guerra brutal, fútil, inacabable. El México belicista, a partir del cual las muertes sin sentido se volvieron insoportablemente repetitivas. La dupla Calderón-García Luna permitió el surgimiento de un andamiaje de políticos que protegen a narcotraficantes y narcotraficantes que financian a políticos; de criminales organizados que lavan dinero y funcionarios que los ayudan a hacerlo; de miembros del aparato de seguridad que se vuelven cómplices del crimen organizado y el crimen organizado que los soborna.

La aprehensión de García Luna sólo revela lo que Calderón afirma desconocer: bajo su mando el Estado mexicano fue infiltrado por las fuerzas que decía combatir. Su gobierno reiteró que iba ganando la guerra contra los malos, cuando en realidad los albergaba.

Hoja removida tras hoja removida de la cebolla calderonista deja poco lugar para el beneficio de la duda. Devela a un expresidente que sabía demasiado o no sabía lo suficiente. Exhibe a un gobernante criticado por complicidad o por incompetencia; por cerrar los ojos o por no abrirlos lo suficiente.

Felipe Calderón difícilmente sobrevivirá la deshojada que AMLO -con la ayuda del gobierno estadounidense- lleva a cabo para frenar su reinvención política. En el juicio de García Luna habrá más revelaciones y sin duda muchas de las cebollas deshojadas vía testigos y el propio ex secretario de Seguridad Pública harán patente lo ocultado por Los Pinos. Y ante la verdad largamente conocida y finalmente compartida, a Calderón no le quedará más remedio que llorar.

Oaxaca Político