El frente tecnológico ante una crisis sanitaria

Eduardo Vázquez Reyes

La actual crisis de salud generada por la covid-19 nos ha mostrado con total nitidez la evidente fragmentación en áreas del conocimiento. Ha instalado ante nuestros ojos la endeble base en la que nos encontramos situados y hasta sitiados, por decirlo de alguna manera casi apocalíptica, pero hasta cierto punto, real, cercana. Esta circunstancia no refiere a un bagaje teórico y epistémico. Está enfocada, más que nada, al curso de acción desde las trincheras de las políticas institucionales y a la lógica procedimental de ciertas esferas de la comunicación y difusión de los saberes que abarcan, dicho sea de paso, la senda independiente.

Estamos, me temo, ante la época de la proliferación de las crisis: económicas, éticas, axiológicas, educativas, humanitarias. Como ya lo han apuntado los especialistas en temas relacionado con políticas públicas, la pandemia nos atrapó, nos llegó en el peor momento, en un momento que, de suyo, ya era complicado, ya era caótico. La vida antes de covid-19−por lo menos en el contexto nacional− intentaba buscar un lugar fijo y firme mediante el cual hallar las herramientas necesarias para salir a flote, aunque la marea mostraba todo lo contrario. La crisis sanitaria vino a robustecer las diferentes dimensiones, las diversas crisis particulares de la vida pública. Los intentos por restablecer el orden y regresar cuanto antes a la normalidad que tantos anhelan en demasía son muestra de la verdad de estas afirmaciones. Vemos que el panorama es desalentador, desde que dejan apreciar las creencias de muchos ciudadanos con respecto a la pandemia, la falta de cultura médica y las ideas de algunas autoridades para socializar su conocimiento.

Entre este mar de crisis, está la del desarrollo tecnológico. Como muchos sabrán, ya desde hace tiempo existe la postura según la cual el fomento a la generación de herramientas tecnológicas ayudaría al progreso nacional y bienestar social. De hecho, es una de las razones que permitieron la apertura del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), fundado en 1970 y, avanzando un poco en la historia, esta es en particular una de las ideas directrices para la iniciativa de creación de los 26 Centros Públicos de Investigación.

La tecnología y su desarrollo óptimo en México implicarían grandes avances en la materia. Si este ha sido por años el discurso dentro de la política científica del país, ¿qué está sucediendo actualmente? El desarrollo tecnológico es una de tantas crisis que envuelve al contexto nacional. Y esto no se debe a la falta de existencia de iniciativas por parte de las comunidades tecnológicas que emanan de diferentes instituciones o pertenecientes al sector privado. Tiene que ver con cuestiones presupuestales y también con intenciones para que desde la esfera gubernamental se ofrezcan los pedestales suficientes para una generación más ágil de estas herramientas.

En gran parte del globo, como reacción y combate a la pandemia, se han realizado aportaciones desde una pluralidad de disciplinas tecnológicas: la inteligencia artificial, la nanotecnología, la robótica, la informática, entre otras áreas que convergen en un mismo fin: suministrar a la sociedad de mecanismos de prevención y protección para su salud. Tenemos un arsenal de aplicaciones móviles, robots desinfectantes, dispositivos que nos ayudan a medir la temperatura corporal. Pero aún el camino es largo y el día para ver el último adiós de la pandemia es casi una utopía.

Entonces, desde este panorama internacional, ¿cómo estamos parados en el contexto tecnológico mexicano? ¿Cómo podemos decir que es la tecnología un frente para hacer cara a la crisis sanitaria que atravesamos? Hasta el momento, no han faltado iniciativas de las comunidades epistémicas. En este mismo instante, se encuentran diseñando utensilios para coadyuvar, como lo son: ventiladores mecánicos (respiradores), termómetros infrarrojos, caretas y cubrebocas; mecanismos de lavado de manos, cinturones para salvaguardar distancias y prevenir contagios.

Es momento oportuno para que nuestra clase política ponga los ojos bien abiertos sobre estas aportaciones y pueda ayudar a generar con mayor velocidad estos materiales que cada día, conforme se incrementa la lista de contagios en México y en Veracruz, se necesitan con severa urgencia. Es el momento de la tecnología para un bienestar social, es el instante para que la política científica haga realidad su discurso y que este no se quede encapsulado por entre los vericuetos de las palabras y no en sus referencias.

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