AMLO y la prensa extranjera, desdén de ida y vuelta

El desdén del presidente Andrés Manuel López Obrador hacia lo que sucede fuera de México se refleja en la indiferencia con la que Palacio Nacional trata a la prensa internacional; al mismo tiempo, algunos de los medios más influyentes del mundo perdieron paulatinamente interés en la llamada Cuarta Transformación y en su líder, concuerdan corresponsales de medios extranjeros en México en entrevistas por separado.

“Hubo interés en la elección de López Obrador; sin duda la izquierda ganó en México y aparte Jeremy Corbyn, líder del Partido del Trabajo británico, es su amigo; ahora no sé si México perdió interés, pero hay más atención en Brasil”, comenta David Agren, periodista canadiense instalado en México desde hace una década y media, quien colabora principalmente con el diario británico The Guardian.

“El día que ganó las elecciones, el 1 de julio de 2018, la izquierda en el gobierno, luego el personaje López Obrador… todos estos temas, en un principio, generaron interés, pero fue una cuestión puntual; ahora no cualquier cosa que publiquemos sobre López Obrador, lo que dice o lo que hace, se lee mucho allá”, dice Pablo Ferri, del diario español El País.

“López Obrador es un personaje muy complejo: se puede ver a través de su amistad con hombres de negocios, como Ricardo Salinas Pliego, o sus relaciones con la ‘mafia del poder’ que criticó durante años; esta ambigüedad es difícil de percibir a miles de kilómetros”, sostiene Frédéric Saliba, corresponsal del periódico francés Le Monde, quien añade: “Tiene una comunicación muy elaborada, ligada a una cultura mexicana del cacique carismático, muy difícil de explicar a un público en Francia sin caer en estereotipos que harían de López Obrador un populista autoritario, que no lo es.”

En Francia, “siento que, ante todo, López Obrador despierta escepticismo”, dice Laurence Cuvillier, colaboradora en México de las cadenas de televisión galas France 24France 2 o Arte, entre otras. “Dado que no se entiende bien quién es este líder de izquierda que recorta los recursos para las familias de desaparecidos, para gente que constituye su base social, me da la impresión que tomaron la decisión de no interesarse en él porque no lo entienden (…) No es un Lula (Da Silva, expresidente de Brasil) ni un José Mujica (expresidente de Uruguay)”.

Los corresponsales entrevistados coinciden en que, en la medida en que descendía el interés hacia el mandatario y su gobierno –entre otras causas por decisiones que no se entendieron en contextos ajenos, como sus posturas sobre el medio ambiente o el feminismo–, la atención de los medios internacionales en América Latina se desvió hacia Brasil y su estridente líder de ultraderecha, Jair Bolsonaro.

La agenda mediática internacional sobre México se centró en el comercio –en la renegociación del Tratado de Libre Comercio–; la violencia y el crimen organizado; la relación con el gobierno de Donald Trump –que engloba los temas vinculados con la migración– y la política económica.

Santiago Pérez, editor adjunto de The Wall Street Journal para América Latina y periodista con larga experiencia en México, dice: “Los cambios en política económica son muy importantes, sobre todo porque gran parte de nuestros lectores son inversionistas; por ejemplo, cuando se cancela la construcción de la planta de Constellation Brands en Baja California, es un tema que para nosotros tiene muchísima importancia, desde una perspectiva editorial”.

“Hubo una ola de esperanza y los medios pensaron que, después de las elecciones, las cosas mejorarían automáticamente respecto a la seguridad, pero ocurrió lo contrario –subraya Cuvillier–. Están tan acostumbrados al tríptico México-violencia-narcotráfico que ya no me piden estos temas porque ‘ya los hemos hecho’; desafortunadamente se ha acostumbrado a la violencia en México y ya no tiene tanto eco en los medios.”

Comunicación vertical

Así como lo hace a menudo contra la prensa nacional, López Obrador estalla a veces contra algún medio internacional por un reportaje, una columna o una cabeza que no le agradó; por otra parte, desde principios del año la Secretaría de Relaciones Exteriores ha enviado cuatro cartas a medios en inglés especializados en temas financieros, en las que expresó sus reclamos por textos publicados.

Sin embargo, los corresponsales entrevistados consideran que, de manera general, no existe una hostilidad desde el gobierno contra ellos, ni creen que las puertas de la administración estén totalmente cerradas; notan más bien la indiferencia de Palacio Nacional.

“Los busco, les digo que estoy escribiendo sobre tal tema, que me gustaría conocer más; siempre aceptan la petición, pero no hay seguimiento”, dice Agren. El periodista, quien colabora también en la prestigiosa revista médica The Lancet, añade: “Pensaba que el secretario o un subsecretario de Salud aceptaría hablar con una revista médica muy conocida, pero no; esto para mí fue una sorpresa”.

Saliba dice que su interlocución es “buena en general” con algunas secretarías, pero lamenta que “con López Obrador es imposible”. “Es un problema porque sabemos que él decide, está omnipresente en la comunicación, pero no tenemos acceso a él (…) y puede haber hasta cierta paradoja, porque a veces López Obrador dice algo y sus ministros dicen otra cosa; el mensaje llega borroso”.

Jude Webber, corresponsal en México del diario británico Financial Times, afirma por su parte que se siente “muy, muy gratamente sorprendida” ante el trato que tiene con Jesús Ramírez, el poderoso vocero del gobierno federal; “me contesta las preguntas, me devuelve las llamadas… uno pensaría que, como no somos santos de su devoción, no lo haría, pero sí y se lo aprecio mucho”, dice.

Tras indicar que tiene relaciones fluidas en varias secretarías –excepto en la de Energía, a la que califica como “un desastre”–, la periodista precisa que ello no siempre abre las puertas. Narra una anécdota que vivió cuando vino el editor del diario para América Latina: “Le escribí a Jesús pidiendo una entrevista con López Obrador, con Manuel Bartlett, Rocío Nahle, Marcelo Ebrard, Alfonso Romo… pero nadie nos atendió”.

Respecto a las críticas que su medio ha recibido por parte del gobierno federal, explica: “No es cierto que tengamos un sesgo contra ellos (…) lo inteligente sería que, si no les gusta lo que escribimos, podríamos charlar y construir una relación un poco más fluida, pero como todo pasa por el presidente, no hay apertura”.

Santiago Pérez, de The Wall Street Journal, estima que “hay mayor dificultad en ocasiones para comprender algunas de las políticas que llevan a cabo (…) claramente en muchas secretarías de Estado el acceso es menor, o prácticamente nulo”.

Cuvillier sostiene que no ha visto ningún cambio en el modelo de comunicación desde el sexenio de Felipe Calderón: “Permanece la misma hipocresía en las secretarías ante las peticiones de entrevistas; siempre te dicen que sí, que te llaman al día siguiente, pero al final nunca pasa nada, nunca hay entrevistas sentadas, donde se pueden hacer preguntas precisas durante 15 o 20 minutos (…) es la misma opacidad institucional”.

En sus más de nueve años como periodista en México, Pablo Ferri resalta que la principal novedad de la administración actual recae en “la capacidad del presidente López Obrador de marcar la agenda” en su conferencia matutina, pues “Peña Nieto no hablaba y menos se exponía de la forma en que se expone López Obrador”.

“Entiendo que López Obrador lo hace pensando en una imagen de transparencia tras 12 años en los que la opacidad era la marca de la casa, pero esto, creo, tiene un efecto dual, porque se genera una gran cantidad de información y opiniones sobre las cosas y, al final, la mayoría de la gente está en un limbo un poco extraño”, observa Ferri, cuyo trabajo en México fue reconocido en años recientes por un premio Ortega y Gasset y un Premio Nacional de Periodismo.

Agrega que “en muchas de las cosas de las que habla, en temas como feminismo, violencia contra la mujer, pero también medio ambiente… habla y no sabe, y lo critican porque habla sin saber (…) claro, que se hable tanto o que no se hable nada, son maneras distintas de plantearse la actividad política, pero al final, más allá de las formas de comunicar, los problemas que surgen a mediados del sexenio de Calderón en materia de seguridad, por la cantidad de asesinatos, excepto del huachicol que al parecer lo han bajado bastante, son ahora más graves que entonces”.

Al respecto Pérez resalta: “A raíz de la mañanera la política de comunicación es mucho más vertical: no vas a ver a otros secretarios dando una conferencia de prensa, a menos que estén al lado suyo, o dando entrevistas; ¡Prácticamente no existen! Todo gira en torno a la mañanera y al presidente”. 

Agrega que él utiliza las mañaneras como “herramienta de monitoreo” para detectar los temas que López Obrador quiere meter en la agenda. “Pero está claro que a veces no le funciona este modelo, como cuando fue el fiasco de Culiacán, de detener al hijo del Chapo. Ahí tuvo que contestar preguntas muy difíciles. Fue un caso emblemático. Y como se manejó la comunicación durante ese episodio, fue bastante amateur”.

Saliba, por su parte, estima que la conferencia matutina y la omnipresencia del presidente, fines de semana incluidos, termina inundando a la sociedad mexicana con información –a veces con mensajes poco claros o ambiguos–, lo que “neutraliza” a la prensa y a los medios, y lleva un “ritmo frenético y difícil de seguir para un corresponsal, que muchas veces está solo en un país”.

El reportero de Le Monde señala que, al igual que los periodistas nacionales, los corresponsales sufren ataques en redes sociales, tanto por defensores como por opositores de López Obrador: “En cada reportaje se interpretan nuestras intenciones (…) según el trabajo, nos critican por tener intenciones pro o anti López Obrador; sin embargo, nosotros no estamos ni a favor ni en contra, nos ubicamos como observadores”.

“Había mucha sensibilidad”

Tras el triunfo electoral del líder de Morena, todos los medios internacionales, así como los nacionales, solicitaron una entrevista; todas las peticiones fueron ignoradas. El mandatario sólo concedió una plática a Bloomberg, en julio de 2019, para lanzar mensajes tranquilizadores a los inversionistas extranjeros.

Según Pérez existe un contraste en la relación que el mandatario actual tiene con la prensa internacional y la de Peña Nieto y su equipo, que durante los primeros años del sexenio buscaron activamente sus reflectores: “Había mucha sensibilidad en relación con lo que se publicaba sobre México en el exterior, en general, hasta este gobierno. ¿Y qué pasa ahora? El presidente nunca ha viajado al extranjero, esto te da una idea de la importancia que le da a su exposición internacional. ¿No?”.

Agren recuerda que, durante la campaña electoral de 2012, un reportero de un “medio conservador de Estados Unidos” viajó a México por invitación de Emilio Lozoya Austin –entonces coordinador de la estrategia internacional– para entrevistar al antecesor de López Obrador. “La campaña de Peña Nieto trataba de acercarse a los conservadores de Washington”, dice.

En un principio esa estrategia logró cierto éxito: algunos medios alabaron el “mexican moment” y las reformas estructurales, y la revista Time retrató en su portada a un Peña Nieto engrandecido por la leyenda “Rescatando a México”. Sin embargo, en la medida en que la situación social se deterioró y los casos de corrupción brotaron por todas partes, el gobierno priista se volvió más hermético y distante, excepto en situaciones de crisis.

“En 2017 The Guardian publicó un reportaje muy duro sobre la educación, y Presidencia me pidió el contacto del colabo­rador porque querían ‘corregir’ la nota”, recuerda Agren; Pérez narra que el exsecretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, fue “muy crítico” e hizo “comentarios muy duros” sobre una investigación de The Wall Street Journal sobre el presunto pago de sobornos en la licitación de televisores.

Ferri narra que, meses después de que la entonces Procuraduría General de la República presentara su desacreditada “verdad histórica” sobre la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Tomás Zerón de Lucio, entonces jefe de la Agencia de Investigación Criminal, “estaba loco por vendernos su versión, hasta tal punto que nos convocaron una vez a una reunión en un despacho en la Condesa y te recibía él, dedicaba horas a explicarte las cosas; tenía un dossier ahí, te quería convencer, hasta mostraba imágenes de pilas de cuerpos en campos de exterminio nazis para mostrarte que sí era posible la hoguera en el basurero de Cocula; o sea: un delirio”.

Y remata: “Claro, les interesaba a ellos, porque estaban tratando de vender una historia al exterior, que es lo que les interesaba a todos. De cara al interior les importaba unos cojones”. 

Proceso