¿Hasta cuándo una política tecnológica para la protección del personal de salud?

Eduardo Vázquez Reyes

Quizá sobra decir en estas líneas que la actual crisis sanitaria llegó a nuestro país en medio de un sistema de salud endeble. Quien tenga a bien leer esta Palesta dirá que sí, que es esto una verdad de perogullo. Las políticas públicas en materia de sanidad ya de por sí se tambaleaban durante esa brega que consistía en buscar un piso firme donde anclarse para cubrir las necesidades apremiantes de la sociedad mexicana en aquel (viejo) mundo que teníamos antes de 2020 y que de la noche a la mañana se desperdigó por entre nuestras fatídicas circunstancias y el anhelo de volvernos a él. Tenue y un poco más que eso era la infraestructura en la materia durante muchas administraciones gubernamentales, y las personas que de alguna u otra manera forman parte del quehacer en el campo de la atención clínica (aquéllos que saben cómo son las cosas en los hospitales más allá del discurso político y académico) podrán decirlo desde sus trincheras, de viva y clara voz y a veces, quizá, desde el deplorable infortunio.

Estábamos viviendo una crisis. ¿En qué sentido? Económica, laboral, axiológica, científica y tecnológica. Y esta, la crisis sanitaria, vino a agravar las peripecias de la vida nacional. Así, en medio de toda esta marea el personal de la salud comenzó con el intento de colocar esas barricadas a la afectación de carácter global y planetario. Y teniendo esto en cuenta, la pregunta fundamental fue y lo sigue siendo: ¿cómo hacerle frente a una de las pandemias más agresivas de la historia de la humanidad con un sistema de salud que ya tenía serios problemas procedimentales en su lógica interna desde hace muchos años?¿Cómo enfrentar el riesgo de contagio con la carencia de un modelo integral para la protección médica?

Cuerpos de enfermería, administrativos y médicos se han sumado a la lista de personas con Covid. El hecho de no contar con las medidas necesarias ante una pandemia histórica ha sido punta de lanza de estas lamentables circunstancias. Hospitales reconocidos a nivel estatal, desde la zona Norte y hasta la zona Sur, no se han salvado de estos acontecimientos a pesar de una buena estructura organizacional y buenos protocolos de acción. La peor parte se la han llevado los centros de atención que radican en zonas vulnerables, que no tienen esta parafernalia, mucho menos las medidas necesarias de seguridad. Ellos se encuentran totalmente desprotegidos y sin armas para tener una batalla justa ante este virus, ante esta catástrofe. Es necesario brindar de estas herramientas a quienes se encargan de preservar la salud de la ciudadanía.

Desde la declaración de una emergencia nacional por parte de las autoridades gubernamentales en los primeros meses de este tortuoso 2020, el sector tecnológico−en especial el independiente, como casi siempre ocurre− comenzó con la gestión de grupos interdisciplinarios para el diseño de equipo de protección y atención del personal de la salud. Pero no solo eso. También se intentó emprender un diálogo con autoridades locales de varios municipios para trabajar en un proyecto en conjunto desde este enfoque que permitiría, en el mejor de los casos, salvaguardar la integridad no solo de la comunidad médica que se encuentra en esta vorágine, sino también la de la ciudadanía en general, más que nada la de las zonas vulnerables y desprotegidas, dejadas de toda esperanza. Lamentablemente las más de las veces, y esta última frase es eufemística, las puertas fueron cerradas y con ella la esperanza de una política científica con incidencia social en tiempos de penuria. Sí, una política científica que va en contra de su propio discurso fraguado en los principales organismos de fomento al desarrollo del conocimiento para el bienestar en el país.

En efecto, esta pandemia llegó cuando no se contaba con estrategias sanitarias integrales e interdisciplinarias con enfoque tecnológico. Y son estos tiempos los que nos han permitido darnos clara cuenta de la necesidad de tener una visión que coordine estos dos sectores. Estamos hablando de una política en materia de salud con una base firme desde el apoyo tecnológico, tanto para atención ciudadana como para protección del personal. Y no solo eso: una que sea democrática, que llegue a los sectores de atención clínica más desprotegidos.

Cada vez esta pandemia se torna más cercana. Nos ha golpeado de manera atroz, nos ha lacerado en lo más profundo de nuestras vidas, conmovió el edificio de ecuanimidad que teníamos y su cimiento. Ahora es más evidente, más familiar. En estos momentos podemos ver lo que desde uno u otro panorama se vaticinó en un inicio. Y dicho de manera rigurosa, lo que la explicación y la predicción científica (en términos de filosofía de la ciencia) dejaron en claro: tendríamos una circunstancia realmente grave en cuestión de contagios si la ciudadanía no acataba las indicaciones básicas (y gran parte de ella no lo hizo) y si las autoridades no tomaban cartas en el asunto considerando las diferentes voces de la comunidad científica inmersa en el problema.

Estamos en el momento más preocupante del asunto. La ola de contagios está llegando a un punto crítico. Aún no tenemos la certeza del tiempo que esto durará y cuándo podremos salir de esta situación pandémica. Solo hay que ponerle una cara de agrado a la llamada “nueva normalidad”, eufemismo que se ha socializado para encubrir un contexto que realmente ha cambiado las cosas y que es de suyo alarmante en muchos términos, en demasiadas dimensiones, desde el sanitario hasta el económico y ético. Pero, bueno, eso es otra secuela del problema que enfrentamos y ya habrá tiempo y espacio para esgrimir letras y más letras al respecto.