Por la fuerza del fuego

Eric Rosas

Uno de los implementos más útiles en cualquier cocina es la olla de vapor, pues ayuda a acelerar la cocción de los alimentos y con ello reducir el tiempo que destinamos a la preparación de la comida. Pero por moderno que pueda parecernos este útil artefacto su origen data del último quinto del siglo XVII, cuando en 1681 Denis Papin, quien nació el 22 de agosto de 1647 y para esa época había tenido que emigrar a Inglaterra, presentó su marmita ante los eruditos de la Sociedad Real de Londres. Se trataba de un recipiente cilíndrico que podía ser tapado herméticamente. La tapa tenía una válvula de seguridad que permitía controlar la presión dentro del receptáculo.

Años más tarde el francés se unió brevemente a la Academia de Venecia como su director de experimentos y luego trabajó como profesor en la Universidad de Marburgo. Era un apasionado de la hidráulica y la neumática, y fue contemporáneo con algunos de los precursores de estos campos, como el mismo Robert Boyle. El dominio que Papin logró tener sobre el manejo de la fuerza del fuego le permitió perfeccionar también la máquina de vapor desarrollada por el inglés Thomas Savery y aplicarla en la construcción de una máquina para bombear agua, misma que dio a conocer en 1707 en su artículo titulado como una “Nueva manera de elevar el agua por la fuerza del fuego”.

La bomba neumática de Papin consistía en una caldera aislada con ladrillo para mantenerla caliente. El agua que se calentaba hasta su punto de ebullición y se vaporizaba, escapaba por una tubería que se conectaba con el recipiente que contenía el agua a bombear. El vapor que se expandía por la acción de la energía absorbida en forma de calor, impulsaba el émbolo del reservorio de agua. Como consecuencia, el agua, que es un fluido imposible de comprimir, subía por el interior de un tubo vertical de diámetro reducido hasta que alcanzaba una abertura superior colocada a la altura a la que se deseaba elevar el líquido y por la que era vertida para almacenarse.

Estos primeros diseños de máquinas de vapor con válvulas, como el utilizado por Papin en su marmita, permitieron a otros grandes inventores de esa época desarrollar muchos otros diseños mejorados de máquinas que transformaban en movimiento la energía calórica almacenada temporalmente en las moléculas de vapor. En pocos años la fuerza transferida aumentó notoriamente y las máquinas de vapor pudieron ser utilizadas para impulsar los primeros buques y luego las locomotoras. Pero igualmente importante fue su aplicación en diversas máquinas que transformaron la actividad productiva y detonaron la primera Revolución Industrial a partir de la segunda mitad del siglo XVIII… y así, la luz se ha hecho.