La OPEP en su 60 aniversario: un cartel petrolero conectado al respirador

En 1973, un puñado de países encabezados por Arabia Saudita, Irán e Irak pusieron de rodillas a la poderosa economía estadounidense al imponer un embargo de petróleo a Washington y sus aliados. Los fuertes recortes de producción de petróleo en represalia a su apoyo a Israel durante la guerra del Yom Kippur causaron estragos en la economía y un alza de precios del combustible sin precedentes.

La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que hasta entonces había mantenido un perfil relativamente bajo al limitarse a negociar precios para sus miembros, había surgido como un agente político a tener en cuenta. Casi cinco décadas después, la OPEP actual es una sombra de su gloria pasada, debilitada por los enfrentamientos internos, la emergencia de Estados Unidos como importante país exportador de petróleo gracias al esquisto, y el impulso global de las fuentes de energía renovables en medio la lucha contra el cambio climático.

Un fracaso como cartel

“La OPEP es relevante principalmente como club político. Fracasa económicamente como cartel, pero aumenta el prestigio y la posición de sus miembros, la mayoría de los cuales de otro modo no tendrían un asiento en la mesa de los asuntos mundiales”, explica Jeff Colgan, profesor de la Universidad de Brown. “Un cartel funcional necesita establecer límites estrictos a la producción y ceñirse a ellos. La OPEP establece objetivos fáciles y a menudo no los alcanza”, añade en entrevista con DW el también autor del libro Cuando el petróleo causa la guerra (Petro-Aggression: When Oil Causes War).

La participación de la OPEP en el mercado petrolero mundial ha caído a alrededor de 30%, después de suponer más de 50% en 1973. En parte por la guerra en Libia y las sanciones estadounidenses a Irán y Venezuela, que han disminuido la producción de estos países. Esta debilidad animó a unirse al grupo a Rusia y otros productores para formar la OPEP+ en una alianza lanzada en 2016.

La nueva organización se estrenó con una campaña desastrosa encabezada por Arabia Saudita para tratar de expulsar del mercado a los productores de esquisto estadounidenses bajando los precios, que se situaron alrededor de los 30 dólares por barril. Los estadounidenses aguantaron más de lo calculado por los sauditas. Lo suficiente para convertir a Estados Unidos en el mayor exportador mundial de petróleo.

La pandemia calienta el debate

La menguante influencia del bloque ha coincidido con la caída de las ventas debido al auge de las energías renovables. El combustible fósil ha pasado a representar un 33% del mix energético global, cuando en 1973 suponía 50%, según estimaciones de BP. “El petróleo ya no es tan significativo o visible como solía ser”, nos dice Philippe Benoit, de la consultora Global Infrastructure Advisory Services 2050. Y lo ilustra con un ejemplo: “¿Sabe quién es el director de Exxon?, probablemente no. Pero, ¿sabe quién es el director de Tesla? Seguro, Elon Musk”.

DW