Las intervenciones de EE.UU. “no llevaron democracia” a Latinoamérica

El 20 de diciembre de 1989, Guillermo Castro Herrera se despertó, como muchos otros panameños, “con el sonido de las explosiones del bombardeo en el barrio del El Chorrillo”. El filólogo y analista recuerda que durante “tres días se permitió que se produjeran desórdenes de todo tipo. Hubo una ola de saqueos enorme que aterrorizó a la población aún más… Cuando finalmente entraron las tropas, fueron recibidas como salvadores”.

Esa fue la última intervención militar directa de envergadura de Estados Unidos en América Latina, en las postrimerías de la guerra fría. La invasión de Granada, en 1983, todavía había tenido un móvil enmarcado en la confrontación este-oeste, con un gobierno acusado de alinearse con la Unión Soviética, aunque el historiador español José Antonio Sánchez Román la considera más bien una operación de prestigio por parte del gobierno de Ronald Reagan.

Pero “en el caso de Panamá ya están los temas nuevos, que no son los de la guerra fría”, indica el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid. Menciona el tráfico de drogas, el control de fronteras, y otros, que no son los específicos de la lucha contra el comunismo.

Pero, si bien la intervención en Panamá fue llevada a cabo “en nombre de la guerra contra la droga”, Estados Unidos “aprovechó esa oportunidad para tener de nuevo un control del Canal de Panamá, que siempre fue geopolíticamente uno de sus principales intereses en la región”, apunta por su parte Wolf Grabendorff, profesor visitante en la Universidad Andina Simón Bolívar de Quito.

Las operaciones encubiertas

Los móviles de las intervenciones estadounidenses, directas o encubiertas, han tenido carácter geoestratégico, político o económico, según el caso, y han ido variando a lo largo de la historia. “No es lo mismo la intervención en Cuba, en la guerra contra España a finales del siglo XIX, que las intervenciones durante la Guerra Fría. Son contextos geopolíticos y económicos diferentes”, hace notar Sánchez Román. Puntualiza que las intervenciones militares, con desembarco de marines, habían sido habituales sobre todo en la primera mitad del siglo XX, y cita como ejemplos los de Haití y Nicaragua.

En la segunda mitad del siglo pasado primaron, en cambio, las intervenciones encubiertas, a través de organismos de inteligencia, apoyando a grupos opositores. El catedrático de la Complutense recuerda “el famoso intento en Bahía Cochinos, que fracasó y que es uno de los más significativos”, y destaca igualmente el derrocamiento de Salvador Allende en Chile, en 1973. “No lo quisieron hacer directamente, pero sí estuvo la inteligencia estadounidense conspirando para que se produjera el golpe de Estado”, afirma.

En apoyo de las elites

Y acota que “la guerra fría hizo que elites conservadoras de muchos países latinoamericanos terminaran aceptando que Estados Unidos interviniera frente a ese mal mayor para ellas,que podían ser la revolución y el comunismo”.

Un hilo conductor de las intervenciones es, precisamente, que no se han realizado contra las élites. Por el contrario: “Muchas veces las elites han contado con el apoyo de Estados Unidos para frenar alguna revolución o algunos cambios, como reformas agrarias, principalmente en los países de la cuenca del Caribe”, subraya Wolf Grabendorff. “Creo que, en general, los aspectos ideológicos no tienen una importancia tan grande como se dice. Siempre son los lazos fuertes que existen entre las elites tradicionales de esos países y sus contrapartes en EE.UU. A veces son líneas de vinculación más ideológicas, pero muchas veces son más bien líneas de vinculación que tienen que ver con intereses económicos”, explica.

Ni más democracia, ni estabilidad

El efecto más claro de las intervenciones (con excepción de los intentos fallidos en Cuba y Nicaragua) ha sido fortalecer a los sectores afines a Estados Unidos. Pero el impacto general ha sido negativo, según José Antonio Sánchez Román, que resume: “La guerra contra España en Cuba, la ocupación de Cuba y Puerto Rico, no trajeron más democracia; tampoco la trae el derrocamiento de Allende en Chile, ni más libertades. En Nicaragua, en Haití, no hubo más democracia ni más estabilidad, ni parece que trajeran tampoco mayor desarrollo económico”. A su juicio, las “intervenciones militares o las intervenciones encubiertas muchas veces lo que han generado, aparte de la violencia inmediata, ha sido más polarización política”.

Hoy en día parece haber amplio consenso en el rechazo a las intervenciones militares directas, aunque se mantienen otras vías para ejercer influencia en la región. “Es una historia muy larga, y no vamos a ver un cambio de ese pensamiento estadounidense”, opina Grabendorff, refiriéndose a la doctrina con que se justificaban operaciones cuando se consideraba amenazada la estabilidad en el continente. “El nuevo argumento es: ‘necesitamos garantizar nuestro patio trasero en la lucha en contra de China’. Hoy en día hay elites, también democráticas, en América Latina que ven a China como un socio comercial y financiero más importante que Estados Unidos, y eso es visto por Washington como una inestabilidad”.

DW