Nuestro momento: neoliberalismo

Macario Schettino

 

Para entender lo que vivimos hoy, especialmente en occidente, hemos comentado la importancia de las formas de comunicación en las narrativas que dan sostén a la organización social. No cualquier tipo de ideas florece en cualquier tipo de tecnología comunicacional. Si la imprenta y los periódicos ampliaron la pluralidad, los medios masivos, que aparecen al inicio del siglo XX, la destruyen.

Mientras la imprenta amplía el número de autores y de ideas, los medios masivos (cine, radio, TV) los limitan mucho. Por eso regresa la idea de religión en el siglo XX, por el carácter unidireccional de los medios masivos. Pero como la idea de Dios ya no era recuperable (para legitimar un gobierno), lo que tuvimos fueron religiones laicas: comunismo, fascismo, nacionalismo.

Incluso durante la etapa de construcción, los medios masivos (ya incluyendo la televisión) implican una discusión limitada. Había unas pocas cadenas de televisión (en México, nada más una). Pocas voces, centradas en temas de ‘interés nacional’: más, o menos, ‘estado de bienestar’; más, o menos, impuestos, y párele de contar.

La aparición de medios interactivos implica un cambio muy importante, que al sumarse a la tecnología computacional nos da como resultado las redes sociales. En mi opinión, inicia con Big Brother, el programa holandés de 1999, que inaugura la interacción con los televidentes. Entre 2006, que aparecen las redes modernas, y 2007, que aparecen los teléfonos inteligentes, se nos derrumba el mundo. La narrativa deja de ser creíble, y más cuando la Gran Recesión de 2009 nos lo hace evidente.

Desde entonces, los occidentales no entienden qué pasa (en lo que antes se llamaba ‘extremo oriente’, las cosas son diferente, pero no lo platicaremos aquí). Se nos vino abajo nuestra interpretación del mundo, y nos llenamos de miedo y angustia, y tratamos de regresar a las comunidades, ahora alrededor de ideas muy absurdas, pero populares, cuyo origen es el posmodernismo: no hay manera de conocer la verdad, el poder explica todo, las características de identidad nos definen.

Este fenómeno inicia con movimientos como el 99% en Estados Unidos o Cinque Stelle en Italia (ambos como respuesta a la crisis de 2009), o el 15-M en España (en reacción a la sufrida en Europa en 2011). Más aún, a partir de 2013 inician movimientos en universidades estadounidenses promoviendo los estudios de agravios (grievance studies), que enfatizan las características identitarias: color de piel, género, preferencia sexual, como base de la organización social.

Ya lo habrá imaginado usted, son las comunidades ficticias del siglo XXI. Se crean alrededor de ideas ya existentes, con líderes macho alfa, y provocan una reacción en el resto de la sociedad que hace exactamente lo mismo. Si los jóvenes con acceso a educación superior en Estados Unidos se agrupan para descalificar a los hombres blancos viejos sin educación, éstos se agrupan para responder, eligiendo a Trump, pero también conformando milicias supremacistas.

La existencia de este tipo de líderes en los países occidentales es producto del derrumbe de la narrativa con la que vivimos. Es en ese sentido que puede decirse que el neoliberalismo produjo a Trump, a López Obrador, a Bolsonaro, Pepe Grillo o Pablo Iglesias. No es, como creen muchos, porque el neoliberalismo haya producido peores condiciones de vida para las mayorías, o empobrecimiento general. Eso no ocurrió.

La clave es la pérdida de sentido, producto del derrumbe de la narrativa, originado en la nueva tecnología comunicacional. Y en ese mar de miedo y angustia, los liderazgos irresponsables han cosechado en abundancia. Discursos como los de Trump, López, Iglesias o Bolsonaro eran irrelevantes hace 20 años. Pero en el último lustro, les resultaron muy útiles. Es el miedo. Seguimos con ello.

El Financiero