El tránsito de Mercurio

Eric Rosas

Hace muchos años que sabemos bien que los planetas giran alrededor del Sol en órbitas elípticas de distintos tamaños, desde la más corta, que corresponde a la de Mercurio, hasta la más grande, que es la de Neptuno. Cada planeta recorre su propia elipse con una rapidez propia. Además, estas trayectorias elípticas tienen distintas – aunque menores – inclinaciones con respecto al plano en el que descansa la curva de la traslación terrestre. Ambas condiciones combinadas hacen que las posiciones relativas entre los astros se repitan con periodos específicos.

Por ejemplo, a Mercurio le toma casi 88 días darle la vuelta al Sol, pero en el mismo periodo la Tierra se desplaza casi una cuarta parte de su órbita, por lo que Mercurio y la Tierra solamente pueden quedar alineados unas tres veces al año, y no cada año mercurial, ni mucho menos cada año terrestre. Este desplazamiento de Mercurio por delante del Sol – cuando es observado desde nuestro mundo –, se conoce como el tránsito de Mercurio y, debido a la diferencia de inclinaciones entre las órbitas de ambos planetas, no es posible apreciarlo cada ocasión que sucede, sino que sólo puede verse entre 13 y 14 veces en cada siglo, en mayo o noviembre.

Mercurio es un planeta muy diminuto. Su diámetro mide 4 mil 879 kilómetros y 400 metros; poco más que la distancia por carretera entre Toluca y Vancouver, Canadá. Mientras que el diámetro del Sol es de un millón 391 mil 16 kilómetros. Tan enorme diferencia de tamaños entre el planeta y la estrella, aunado al enorme brillo emitido por ésta, hacen que la visualización de Mercurio mientras pasa frente al Sol resulte imposible a simple vista. Es por ello por lo que el tránsito de Mercurio sólo pudo apreciarse por primera vez hasta el 7 de noviembre de 1631, cuando Pierre Gassendi utilizó uno de los primeros telescopios para proyectar la imagen del Sol sobre una pantalla y entonces – como lo había predicho Johannes Kepler –, pudo ver la sombra de Mercurio como un diminuto punto negro, atravesar el iluminado círculo en unas cinco horas.

Esta impactante imagen apreciada por Gassendi hizo conscientes a los astrónomos de la época de la desproporción en los tamaños de los distintos objetos celestes, en particular de aquélla existente entre el Astro Rey y los planetas del Sistema Solar, lo que contradecía la concepción que los pensadores clásicos tenían acerca del tamaño de los astros.

Desde aquél lejano 1631 el tránsito de Mercurio sólo ha ocurrido en unas cuarenta oportunidades. Las dos más recientes, visibles desde México, acontecieron el 9 de mayo del 2016 y el 11 de noviembre del 2019, pero la siguiente oportunidad para verlo sucederá hasta el 2032… y así, la luz se ha hecho.