El telescopio con anteojo

Eric Rosas

Con la instalación de sistemas de iluminación para los parques, vialidades, plazas, etc., la oscuridad nocturna se ha contaminado cada vez más con un resplandor permanente que nos imposibilita para ver los astros, tanto a simple vista como mediante el uso de instrumentos ópticos como los telescopios. Dado que conforme el cuerpo celeste que deseamos observar se encuentre más lejano, la cantidad de luz que llegará de él hasta nuestros ojos será menor, esta contaminación lumínica termina por difuminar la imagen del astro a observar hasta volverlo imperceptible. Entonces se vuelve necesario realizar las observaciones por encima de esa envolvente de luz que cubre las urbes, por ejemplo, escalando a las elevaciones cercanas: colinas, cerros, montañas, montes; alejándose a parajes que estén libres de esas luces indeseadas; o ambos.

Sin embargo, aun habiendo salvado la contaminante luminosidad, resulta imposible deshacerse de las distorsiones que las fluctuaciones de la atmósfera causan en las imágenes que los telescopios forman de los cuerpos celestes. Este fue el motivo que llevó a los astrónomos a pensar en la idea de colocar telescopios fuera de la capa atmosférica de nuestro planeta. Uno de estos instrumentos, quizá el más famoso, aunque no el primero, es el Telescopio Espacial Hubble, que fue colocado en la órbita de la Tierra en 1990 por el transbordador Discovery y se espera que su vida útil se prolongue al menos hasta finales de esta década o hasta el 2040 inclusive.

A lo largo de tres décadas de operación el Telescopio Espacial Hubble ha captado incontables y muy importantes imágenes, como la muy conocida “Los Pilares de la Creación”, que muestra la formación de estrellas que ocurre en la Nebulosa Águila. Pero el Telescopio Espacial Hubble no siempre pudo proveer a los científicos con estas imágenes tan nítidas, pues cuando inició su operación, los ingenieros de la NASA – la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio de los Estados Unidos de América – encontraron que se había cometido un error en la fabricación de su espejo principal.

Esta pifia, cometida durante el pulido, causaba un efecto conocido como aberración esférica, que provoca que las imágenes se vean borrosas. Por ello fue necesario fabricar una lente que compensara dicho desperfecto. La colocación de este anteojo le devolvió la vista al Telescopio Espacial Hubble y fue realizada durante la primera de las varias visitas de mantenimiento que ha tenido. Entre éstas, otra muy importante fue la segunda, pues el 13 de febrero de 1997 le dotó con un par de espectrógrafos que le han habilitado para detectar otras porciones de radiación, además de la luz visible… y así, la luz se ha hecho.