Ejércitos microscópicos

Man stopping coronavirus. Immune system defend from corona virus COVID-19. 3D render

Eric Rosas

Ahora que hemos experimentado de manera tan cercana e intensa las catastróficas afectaciones de una sindemia, la de covid-19 causada por el coronavirus SARS-CoV-2, conviene recordar la trascendencia que tiene el correcto funcionamiento del sistema inmunológico para la recuperación de la salud en las personas. El sistema inmunológico humano está formado por las células, los linfocitos y los anticuerpos. Su función es la de proteger al cuerpo contra agentes externos patógenos: bacterias, virus y otros microorganismos que afectan el adecuado funcionamiento del organismo. Específicamente, esta defensa recae en los linfocitos, un tipo de leucocito o célula blanca sanguínea que se produce en la médula ósea. Los hay de dos tipos: B y T. Los primeros son los que elaboran los anticuerpos contra los microorganismos tóxicos.

Cuando algún patógeno ingresa en el cuerpo de alguien, los linfocitos actúan de inmediato identificando las proteínas dañinas que libera el invasor y que, en el caso de los virus, le permiten ingresar a las células sanas para infectarlas y reproducirse. Si la enfermedad ya se ha presentado en el huésped, se liberará rápidamente la orden para que se produzcan los anticuerpos correspondientes para inactivar la enfermedad. Si se trata de un patógeno nuevo y por lo tanto desconocido, entonces se iniciará con el desarrollo del anticuerpo que sea necesario, pero su replicación en número suficiente tomará más tiempo. Cada tipo distinto de linfocito B puede producir anticuerpos con una estructura o forma particular. Una vez que se tiene este molde, se puede entonces clonar para reproducir masivamente al anticuerpo requerido. Uno de los pioneros en el desarrollo de técnicas de laboratorio para la generación artificial de este tipo de anticuerpos, conocidos como monoclonales, fue Georges Jean Franz Köhler —nacido el 17 de abril de 1946—, quien por este logro obtuvo en 1984 el Premio Nobel de Fisiología junto con César Milstein y Niels Kai Jerne.

En esencia, las vacunas sirven para mostrarle anticipadamente al sistema inmunológico las proteínas dañinas de los patógenos que causan alguna enfermedad en particular. Estas proteínas clave de los microorganismos que causan las enfermedades —covid-19, varicela, sarampión, polio, etc.— se incluyen desactivadas en las vacunas para que los linfocitos B las conozcan y generen los anticuerpos necesarios. Como las proteínas inyectadas están inactivas, la inoculación no puede provocar la enfermedad, pero en cambio sí ayuda a que el sistema inmunológico produzca los anticuerpos en un menor tiempo, cuando en el futuro un virus, bacteria o microorganismo de ese padecimiento infecte al organismo… y así, la luz se ha hecho.