La exposición prolongada a un estímulo estresante transforma un mecanismo protector y de ajuste transitorio en otro con alto poder dañino.
El miedo ha evolucionado como una respuesta fisiológica frente a situaciones peligrosas que preparan a los organismos para confrontar las amenazas surgidas en el ambiente, por lo tanto juega un papel importante en la supervivencia. Es una emoción protectora, un sentimiento de agitación y desasosiego que forma parte de la ansiedad que genera alarma y la pulsión para resolver la emergencia.
Existe cierta confusión entre términos como miedo y temor, ansiedad y angustia e incluso pánico. Mientras que el miedo y el temor representan escalas del mismo proceso, ansiedad y angustia son sinónimos que en caso extremo se manifiestan como pánico. En todos los casos se trata de emociones desagradables, sensaciones de afrontamiento ante una situación de peligro que rara vez son invalidantes; por ejemplo, la respuesta vegetativa que podrían generar (sudoración, incremento de la frecuencia respiratoria, ganas de orinar) desaparece rápidamente y salvo en casos especiales no pone en peligro la vida del individuo.
El miedo asociado a la ansiedad permite la anticipación al peligro, el alertamiento, la vigilancia, la preparación, el afecto negativo, las cogniciones y, desde luego, la respuesta vegetativa. Puede ser condicionado por diversos estímulos, lo cual ha permitido estudiarlo desde diferentes enfoques metodológicos, identificando los procesos neurobiológicos que subyacen a nivel cerebral. En este sentido, ¿es la ansiedad una respuesta de adaptación o una enfermedad? Las diferencias de grado y de utilidad contestan esta pregunta. Cuando es reacción que tiende a proteger la integridad del individuo, corresponde a la primera opción, cuando lo incapacita, a la segunda.
La ansiedad como respuesta adaptativa es una emoción útil que conduce a estrategias de supervivencia. Sus síntomas desaparecen una vez que el estímulo desencadenante es eliminado, pero mientras tanto, en la mayoría de los casos, conduce a encarar la situación de emergencia. A medida que se elige la mejor estrategia aumenta la probabilidad de hacer frente a los estresores exitosamente.
Peligro real o aparente
Los vocablos estrés y estímulo estresante (o estresor) se usan como sinónimos, pero no lo son. Estrés es una respuesta natural adaptativa del organismo que le permite mantener la homeostasis y asegurar la supervivencia con base en su experiencia, su predisposición biológica y el estado funcional previo en el que se encuentre. El término adaptativo alude al concepto darwiniano de selección natural. A lo largo de la evolución los organismos (y en consecuencia las especies) han desarrollado estrategias que resultan eficaces para adaptarse al medio y sus inevitables cambios.
En ocasiones la estrategia de afrontamiento falla con la consecuente pérdida de individuos; y si la variación medioambiental es demasiado brusca o intensa, no hay tiempo para que los individuos se adapten y desarrollen estrategias de supervivencia eficaces. En consecuencia quedan impedidos para transmitir esa información a su descendencia, ya sea mediante el aprendizaje o mediante la expresión de genes hasta entonces silenciosos.
El estresor es una situación percibida como un peligro real o aparente que perturba al individuo y su alostasis (entiéndase la habilidad para adaptarse exitosamente a los cambios). Su presencia produce inmediatamente la activación del sistema nervioso vegetativo (glándulas suprarrenales, sistemas cardiovascular, respiratorio y metabólico), al igual que ciertos procesos en el sistema nervioso central, principalmente en estructuras cerebrales relacionadas con las emociones. De esta manera estamos preparados para enfrentar estresores. ¿Con qué objetivo? Para protegernos, tal cual ocurrió con el hombre primitivo, lo que le permitió sobrevivir como especie.
Efectos del estrés
El estrés agudo (de corta duración) es definido como el proceso que lleva a interpretar y evaluar la amenaza, el daño o la demanda en general; si la exposición al estímulo estresante es excesiva, repetitiva y prolongada en el tiempo, la permanencia de los elementos adaptativos (alostasis) transforma un mecanismo protector y de ajuste transitorio en otro con alto poder dañino. Normalmente la presencia de un estresor, como la amenaza, conduce al individuo a evaluar cognoscitiva o perceptualmente la situación, comparándola con experiencias previas (memoria emocional) consideradas como potencialmente peligrosas, tras lo cual, en el mejor de los casos, elabora un plan, toma una decisión y actúa.
La selección natural hizo posible que nuestro cerebro fuera capaz de responder de modo eficaz a circunstancias desafiantes, incluso en ausencia de cualquier referencia previa; sin embargo, la elección de la estrategia idónea para hacer frente a este tipo de escenarios se llevará a cabo de mejor manera dependiendo de la experiencia, es decir, del aprendizaje y la memoria. Podemos reaccionar satisfactoriamente a muchas situaciones peligrosas en el entorno mientras más estrategias útiles para la supervivencia conozcamos.
Los efectos del estrés dependen del modo en que cada individuo percibe los estresores, su capacidad para afrontarlos, su preparación individual brindada por la sociedad y el uso de estrategias de afrontamiento colectivamente aceptadas. Por lo tanto, podría decirse que el afrontamiento constituye el elemento esencial que emplea el individuo para hacer frente al estrés, explicando la gran variabilidad que existe entre los individuos frente a estímulos sociales similares.
Revista: La Ciencia y el Hombre. Universidad Veracruzana