El México de nuestras nostalgias

Jorge Flores Martínez

Me sorprende enormemente la nostalgia que tenemos como sociedad al México del pasado, ese régimen corrupto, autoritario y demagogo que nos gobernó y tuvo su mayor exponente en los años sesenta y setenta del siglo pasado.

Un régimen que despreció la democracia hasta convertirla en una burla irreconocible de sí misma. Un poder que no admitía el menor contrapeso ni la crítica por débil y tímida que fuera. Un presidencialismo absurdo donde se tejieron las más torpes ocurrencias. Ese es el México que muchos añoran, es el México que se nos olvidó y en el que los más jóvenes no encuentran las referencias mínimas que condujeron a su tragedia.

A ese México regresamos, el de un presidente incuestionable y todo poderoso, donde al que piensa diferente se le puede definir como traidor desde el púlpito en Palacio Nacional. Un México monolítico donde la moral irradia cada mañana en una sola persona, el presidente. Una moral que intenta redefinir la idea del ser mexicano, pero que en ese intento solo acepta una sola moral, un solo pensamiento, una sola definición.

Ya no nos gustan las diferencias, esas que en la libertad y democracia se florecen, a lo que aspiramos es a construir una imagen única del mexicano y la mexicana, una imagen que se adapten a las creencias y deseos de una supuesta regeneración nacional. Ya no queremos un México plural de mil voces, lo que exigimos es un México que escuche y obedezca una sola voz. El País de un líder del que seamos obedientes y leales.

No fuimos capaces de terminar de construir una democracia fuerte, nos desilusionamos cuando no encontramos en ella los resultados esperados de prosperidad y legalidad. Renunciamos a nuestra responsabilidad como ciudadanos. Decimos, no sin razón, que la democracia es muy cara, no somos capaces, en nuestra poca cultura democrática y ciudadana, en ver que es mucho más cara no tenerla. Preferimos los discursos que seamos capaces de entender, esos fáciles que nos quitan la responsabilidad de nuestra pobreza y atraso.

No nos gusta el pensamiento complejo, es casi un resultado obvio de nuestra sencillez intelectual. Nos incomoda que nos señalen de incompetentes e ineficientes, la culpa debe estar en algún otro lugar que no sea nosotros mismos. por eso nos gustan los líderes que nos explican que nada de eso es nuestra responsabilidad, ellos se encargaran de nuestro destino y voluntad, nos regresaran al México donde éramos felices y no lo sabíamos.

Nos molesta que el mundo sea complejo y requiera de la ciencia y tecnología para ser explicado, por eso nos cautivan los que nos hablan de forma simple y la respuesta sea la que queremos, esa que se aproxima a nuestros pensamientos mágicos y tradicionales. 

Pero no debemos preocuparnos, la izquierda y la derecha están tan desdibujadas que explicarnos la realidad del mundo en términos como “conservadores” y “liberales” debe ser suficiente. Tiene que serlo, eso nos acerca más al destino mítico que nuestros líderes tienen preparados para nosotros, donde es preferible la justicia emanada del líder antes que la complicada idea de construir un Estado de Derecho.

No se trata de un destino parecido a la tragedia cubana o a la tragicomedia venezolana, para nada, se trata de una tragedia que nosotros los mexicanos podemos construir con nuestra propia idiosincrasia. Será en todo caso la Cuarta Transformación, esa que estamos construyendo todos los días, una que tendrá su propia dosis de comedia y su horrible cantidad de tragedia.

La única forma de evitar el México mítico prometido es ejercer plenamente nuestros valores ciudadanos, exigir que en nuestro país no se apague nunca la débil llama de la libertad y la democracia. Una vez apagada esa llama es muy difícil regresar la luz en la total oscuridad. 

Tenemos poco tiempo para escaparnos del “paraíso mítico” que nos prometen, la alternativa no es nada seductora, es más, no hay discursos fáciles ni palabras sencillas que la puedan describir, se trata de ser ciudadanos y exigir que nadie ni nada pretenda cambiar nuestras libertades por pequeñas e insignificantes prebendas otorgadas desde el poder.

Siempre es bueno tener un ojo en el pasado para tener claro de donde venimos, lo malo es tener los dos ojos atentos y dejar de ver el futuro que tenemos que construir.

jorgeflores1mx@me.com