El punto de no retorno de la Revolución Cubana

La propaganda que ahora mismo sale desde la isla al mundo enfoca nuevamente el gastado discurso de lanzar la culpa del estallido social en Cuba a estrategias desestabilizadoras de Estados Unidos y no a la pésima gestión gubernamental durante seis décadas. También la propaganda gubernamental cubana riega el infundio de que los exiliados cubanos piden a gritos la intervención armada de Estados Unidos, reclamo que efectivamente existe, pero solamente en una pequeña parte del exilio. Intentando esclarecer qué piensa la diáspora cubana hemos pedido la opinión de reconocidos intelectuales cubanos residentes fuera de la isla.

Ismael Sambra, escritor y expreso político cubano. Reside en Canadá.

Lo que hace inéditas estas protestas masivas del pueblo cubano contra la tiranía castro-comunista es que surgieron espontáneamente en varias ciudades de Cuba, casi al mismo tiempo. El pueblo no aguantaba más. No hay dudas de que quiere cambios. La represión, las calamidades vividas día a día por culpa de la escasez y el bloqueo del régimen a todo lo que signifique independencia y libertad, formaron la carga explosiva y el detonador que lograron romper las barreras de la duda y el miedo para que la gente se lanzara a las calles, en marcha pacífica, gritando consignas de libertad, de patria y vida, de abajo el comunismo, abajo la dictadura, entre otras. Algunos noticieros han tergiversado con malsano propósito el significado de estas protestas: achacan todo al embargo norteamericano y al Covid-19. Pero la realidad es otra: es la realidad de los que han vivido sumisos bajo el yugo de la doble moral, de pensar una cosa y expresar otra, durante estos 62 años que ya dura la dictadura. Esto ha dañado seriamente la conducta del cubano. Tendrán que pasar muchos años para que sanen las heridas. Pero este momento inicial de explosión social nos muestra que ya comenzó el conteo, y con la libertad, la prosperidad y la democracia llegará la cura total. El cubano es creativo, y si el cubano pudo romper el estatismo creado por la represión y el miedo, tendrá sin dudas, con la libertad lograda, un futuro de prosperidad, porque el cubano sabe ─y lo ha demostrado─, que solo la Libertad con mayúsculas le dará ese futuro.

Faisel Iglesias, abogado y escritor. Fundador del proyecto Pacto Social entre cubanos. Reside en Puerto Rico.

La caída del Muro de Berlín, la Revolución Digital, han creado una nueva era, una nueva sociabilidad, que ha empoderado al hombre, de manera tal que lo ha regido en soberano, capaz de dibujar, sin necesidad de intermediario alguno, la voluntad nacional. Ante esa realidad avasalladora, la juventud exige los derechos inalienables que brotan de la misma naturaleza del hombre, de la propia dignidad del ser humano, de su armonía con el discurso de la naturaleza. Derechos que el gobierno no pueden anular o alinear ─so crimen contra la naturaleza de la humanidad. El gobierno se atrinchera en el más rancio estalinismo. La Pandemia del Covid 19, el Embargo Norteamericano y la incapacidad económica del régimen agudizan la crisis. El pueblo se ha lanzado a la calle. Ante esta realidad se hace necesario un nuevo proyecto de país, donde se respeten los derechos inalienables y se consagren nuevas instituciones en virtud de un Nuevo Pacto Social, en armonía con la Nueva Era, donde al fin, el soberano sea el ciudadano, y por tanto la primera y última fuente de Poder: Un pacto social posmoderno. Eso lo estamos proponiendo ahora y ya hay más de 600 importantes representantes de la intelectualidad y la cultura cubana que han firmado esa propuesta.

Una calle de La Habana.Una calle de La Habana, durante la pandemia.

Ernesto Santana, escritor. Exmiembro de la prensa opositora en Cuba. Reside en Nueva York.

Hemos asistido al punto de no retorno de los dos protagonistas de la tragedia cubana: el gobierno y la ciudadanía. Luego de que los ciudadanos hubieran expresado su descontento y su deseo de libertad, el gobierno ha hecho una declaración de guerra contra toda protesta, por pacífica que sea. En tantos decenios de revolución jamás los cubanos habían hablado tan alto y claro, y con una unanimidad tan espontánea. Y jamás tampoco el gobierno había desenmascarado su condición dictatorial tan abiertamente, asegurando que la ficción del castrismo terminal será impuesta a la realidad cualquiera que sea el precio a pagar. Así que no ocurrirá diálogo alguno, ni importará la diversidad de opiniones y ningún interés prevalecerá sobre el interés primordial de la cúpula dominante, que es mantener el poder absoluto por todos los medios. Tampoco hay dudas sobre el escenario que vendrá a continuación, porque el propio Miguel Díaz Canel ha señalado enseguida el ejemplo de Venezuela, donde todos los intentos de protesta pacífica masiva fueron aplastados sangrientamente con el terrorismo de Estado. El castrismo nunca había señalado tan inexorablemente que su verdadero enemigo es el pueblo cubano. La espiral de la violencia está servida.

Ileana Álvarez, escritora. Directora de la revista Alas tensas, única revista feminista cubana. Reside en España.

El estallido social de este 11 de julio en Cuba, algo inédito desde que se implantó la dictadura en 1959, es consecuencia de la falta de libertades acumuladas durante décadas, de mentir y manipular a un pueblo que no ha tenido garantizados los derechos básicos, como son el derecho a manifestarse, asociarse, oponerse, expresarse, elegir sobre su destino… Ocurre también en un contexto muy peculiar: la crisis pandémica, económica, política, la falta de liderazgo, la mediocridad de una cúpula militar que quiere mantener un poder a toda costa sin adaptarse siquiera a las demandas de nuevas generaciones que ya no se creen el cuento de la igualdad, y de la llamada “justicia revolucionaria”. Y por supuesto, esa generación que luego de muchas batallas ha podido acceder a Internet, aunque esta sea cara y raquítica, ha visto y ha comprendido cómo son realmente las democracias que han sido demonizadas por la propaganda comunista. Ahora bien, ha madurado y se ha consolidado una intelectualidad, y un movimiento artístico en general que ha sabido interpretar las demandas del pueblo, y ha sentido en carne propia la falta de libertades, y no solo en la creación. Nunca en la historia de Cuba los artistas han estado tan enlazados a los de abajo como ahora. Se rompió una jerarquía entre los creadores y el pueblo, cuando el Movimiento San Isidro con sus acciones movilizadoras disidentes demostró “que estamos conectados”, y “que estamos puestos”. Cuando la escritora Katherine Bisquet, en nombre de todos los artistas cubanos que se estaban manifestando el 27N frente a la puerta del Mincult, leyó aquellas demandas escritas a mano, resumidas en la frase “tenemos derecho a tener derechos”, algo definitivamente quebró la piedra del totalitarismo. Y todo lo que ha seguido, como la creación de una canción libertaria e inspiradora como Patria y Vida, opuesta al slogan de la Muerte que enarbola el gobierno, han contribuido a que esta insurrección ocurra. Solo debo añadir el papel cada vez más activo, más solidario, de la diáspora cubana, y el de los medios independientes y por supuesto, no podría dejar de señalar y en primer lugar, el papel que ha jugado en esta movilización la mujer cubana (no más ver las impactantes imágenes donde ella es protagonista), que ha cargado sobre sus hombros el peso de demasiadas opresiones, y que quiere y defiende un futuro diferente, inclusivo, verdaderamente justo para sus hijas e hijos, y para sí.

Iván Darias Alfonso, escritor y periodista. Reside en Austria.

El presidente cubano hizo un llamado a la Guerra Civil el pasado 11 de julio, así, sin medias tintas. Lo dijo como una orden, parte de sus funciones como jefe de los cuerpos represivos, y evidenció, con su torpeza, que desde hace tiempo ha fallado como representante de todos los cubanos, quienes no dejan de recordarle ─sobre todo en las redes sociales, pero también a pie de calle─ que no fue elegido por ellos. En su comparecencia un día después, tampoco hubo ni humildad ni arrepentimiento. Bastó escuchar sus intervenciones y las de sus ministros para darse cuenta de que las autoridades cubanas están a años luz de poder reparar el vínculo entre gobierno y pueblo, entre sociedad e institución pública. “Aquí no ha pasado nada” parecían decirle a los habitantes de la isla, a esos que apenas 24 horas antes habían conminado a enfrentarse entre sí.

El presidente cubano habla con la prensa.El presidente cubano, Miguel Díaz Canel, habla con la prensa.

María del Carmen Ares Marrero, documentalista. Presidenta de la plataforma Berlín Opus Cuba, de cubano-alemanes y cubanos residentes en Berlín.

La reacción del régimen ha sido la incitación al odio y al enfrentamiento entre cubanos, con un llamado expreso a la violencia emitido por el propio Presidente Miguel Díaz Canel: “la orden de combate está dada”. Lamentablemente, la orden ha sido acatada por las fuerzas represivas y hordas de partidarios comunistas que han ejercido una violencia descomunal contra personas inocentes y desarmadas. Todo ello en medio de un apagón comunicacional que impide a los cubanos reportar lo que está sucediendo. Las cifras de muertos, heridos, encarcelados y desaparecidos no constan en ningún reporte, pues han impedido el trabajo de la prensa independiente cubana e internacional. Tampoco ha sido admitida ayuda humanitaria del extranjero, lo cual es urgente para paliar en algo la crisis alimentaria y de salubridad que se agrava con la Pandemia del Covid. Berlín Opus Cuba recibe esporádicamente información fidedigna de miembros de la Sociedad Civil cubana así como la que emiten nuestros familiares/amigos en llamadas. La comunidad internacional comienza a sumarse para apoyar esta decisión popular y el fin de la violencia que ejerce ahora mismo el gobierno contra su propia población civil. Cuba necesita con urgencia de un pronunciamiento certero de los gobiernos democráticos del mundo, con relación a la crisis. Muy especialmente del nuestro, Alemania, por ser nuestra Patria elegida. El pueblo de Cuba necesita y merece nuestro apoyo urgente, tras seis largas décadas de un sistema totalitario que merece el repudio y la condena enérgica de la comunidad internacional.