Entregada al cielo

Eric Rosas

Si en la historia de la humanidad ha habido alguna persona nacida para volar, ésta es Amelia Mary Earhart, nacida el 24 de julio de 1897. Tuvo su primer contacto con los aeroplanos a los diez años cuando en la feria estatal de Iowa se topó con una aeronave que no sólo no la impresionó, sino que la hizo comentar que el artefacto se trataba de una cosa nada interesante hecha de madera y cables oxidados. Pero años más tarde visitó las instalaciones del Cuerpo Aéreo Real británico en Canadá y ahí su opinión acerca de los aeroplanos cambió para siempre.

Siendo ya una joven, en 1920 al asistir a un espectáculo aéreo en Long Beach, pudo sobrevolar Los Ángeles en un biplano y entonces —de acuerdo a sus propias palabras— supo que en adelante tendría que volar, así que tomó clases para pilotar con Mary Anita Snook, otra pionera de la aviación, y luego adquirió su primera aeronave a la que bautizó como “El canario”. Dos años después implantó su primera marca de altitud al alcanzar los 4 267 metros y en 1923 se convirtió en la decimosexta mujer en obtener la licencia de piloto de la Federación Aeronáutica Internacional.

Amelia ya era una piloto reconocida, pero su fama se catapultó cuando se convirtió en la primera mujer en atravesar el Atlántico a vuelo. Junto al piloto Wilmer Stultz y al mecánico Louis Gordon, se elevó el 17 de junio de 1928 desde Halifax, en Nueva Escocia, Canadá, en el aeroplano bautizado como Amistad y, veinte horas y cuarenta minutos después, aterrizó en Burry Port, Gales, para ser recibida por varios reporteros que ignoraron al piloto para concentrarse en ella, a quien bautizaron como la Dama Lindy, en referencia a Charles Lindbergh.

Amelia también fue la primera mujer en realizar un viaje en solitario sobre el océano Atlántico, al volar el 20 de mayo de 1932 desde Harbour Grace en Terranova y Labrador, Canadá, hasta el norte de Derry, en Irlanda, en un colorado Lockheed Vega 5b modificado. Con este viaje se convirtió además en la primera persona en atravesar el Atlántico a vuelo en dos ocasiones, estableció un récord para la distancia más larga volada ininterrumpidamente por una fémina y otro más por atravesar este océano en el menor tiempo. Tres años después, el 11 de enero de 1935, salió de Honolulú, en Hawái para aterrizar en Oakland, California, alcanzando un logro tras el que muchos pilotos habían perecido al intentar cruzar el Pacífico. Meses después voló nuevamente en solitario desde Los Ángeles hasta la Ciudad de México y de allí a Newark, en Nueva Jersey.

A Amelie sólo le faltó completar la vuelta al mundo, cuando el 2 de julio de 1937 su avión la entregó para siempre al cielo, al desaparecer en el Pacífico… y así, la luz se ha hecho.