Y cuando despertamos, López-Gatell seguía ahí

Jorge Fernández Menéndez

Según cuentan dentro de la propia administración federal, los principales funcionarios del presidente López Obrador e incluso el propio mandatario están hartos del subsecretario López-Gatell, aún defendido en público, pero defenestrado en privado.

Mientras los casos de covid se disparan dramáticamente, 20 millones de vacunas están almacenadas (o “desfasadas”, diría el subsecretario) y no se aplican, no hay una respuesta coherente sobre cuáles son los pasos a seguir, las medidas a tomar ante la nueva ola de contagios. Se entiende que no se puede volver a cerrar la economía y hay que reconocer que la política de obtención de vacunas (que no pasó por Salud, sino por Relaciones Exteriores) ha sido eficiente (no así las políticas de vacunación), pero resulta increíble que no se lancen anuncios sobre nuevas medidas de prevención, que no se pida a los turistas, por lo menos, una prueba de antígenos para ingresar al país, que no se planifique con detalle el regreso a clases presenciales o al trabajo, que no se revisen, con base a lo que está sucediendo a nivel global, las políticas de vacunación.

La llamada variante Delta se está extendiendo con rapidez, es más transmisible que las anteriores y casi todos los países están tomando medidas de prevención al respecto. El gobierno de Biden, en Estados Unidos, donde ya el 70% de la población adulta está vacunada (la meta se alcanzó la semana pasada y se ha inmunizado a cerca del 50% de toda la población), está estudiando hacer obligatoria la vacunación de todos los trabajadores federales, necesitan vacunar más para reducir contagios y muertes. No quieren perder el control del proceso, lo que podría incluir, en esta segunda mitad del año, la aplicación de una tercera dosis.

En Alemania y Suecia se plantea lo mismo: una tercera dosis de vacunas, sobre todo para quienes no hayan recibido una vacuna de ARN mensajero (como las de Pfizer y Moderna), en particular de AstraZeneca. La aparición de nuevos casos en China, donde la enfermedad había sido prácticamente erradicada, provocó cierres en las ciudades de Nankín y en el norte de la capital, Pekín, y obligó a la población a realizarse pruebas masivas en esas ciudades y también en Wuhan, donde surgió originalmente la enfermedad. En Hong Kong, donde sobran vacunas, pero la gente no quiere vacunarse (sólo lo ha hecho el 36%), se establecerá la obligatoriedad de hacerlo.

No se trata de volver a cerrar drásticamente ni la economía ni la vida social, pero ante el incremento de contagios, un 562% más que hace dos meses, debería haber alguna perspectiva clara de hacia dónde se quiere ir, qué medidas se aconseja tomar, cómo se regresará a clases o al trabajo presencial, con qué medidas de prevención. Nada de eso estamos viendo.

Para colmo, como ya lo habían adelantado muchos especialistas, el equipo de Salud ha manejado mal o dolosamente las cifras de la pandemia: oficialmente teníamos, al lunes pasado, dos millones 861 mil contagiados y 241 mil 279 fallecidos. Pero el Inegi informó esta semana que sólo en 2020 murieron por covid 201 mil personas, no las 149 mil que reportó el gobierno federal y, con esas estimaciones, creen que los fallecimientos por la pandemia deben sumar, a estas fechas, por lo menos unos 325 mil. Esas son cifras de una institución pública como el Inegi. Hay estudios privados que elevan ese número a más del medio millón de fallecidos y quintuplican el número de contagiados.

La vacunación también se desarrolla en la oscuridad. Consecuencia de los 20 millones de vacunas que se tienen, pero no se aplican, el porcentaje de la población vacunada es bajo comparado incluso con otros países de la región, como Uruguay, Chile, Argentina, República Dominicana, Ecuador, Brasil, Costa Rica, El Salvador y Panamá. Las vacunas se han conseguido, pero por alguna extraña razón no se administran con rapidez. Mucho menos existe claridad sobre si se debe comprar más vacunas para una tercera dosis, y a quiénes y en qué condiciones se aplicarían.

No hay respuestas de la Secretaría de Salud, mucho menos de López-Gatell y tampoco, a esta altura de las cosas, nadie quiere reemplazarlo, mucho menos cuando el presidente López Obrador ya ha declarado que no permitirá un nuevo cierre económico y que, “llueva, truene o relampaguee”, se regresará a clases presenciales a fin de mes. En buena medida tiene razón: no se puede volver a cerrar la economía y se debe regresar a clases, pero en este año y medio de pandemia las autoridades de salud no han podido explicar de qué forma y con qué medidas de prevención se puede y debe hacerlo.

  • EL PLACER DE LEER

Ocurrió la semana pasada, Marx Arriaga, el historiador que quiere reescribir desde los textos del libro gratuito la historia de México en una perspectiva 4T, dijo en una conferencia pletórica de sinsentidos que “leer por goce era un acto de consumo capitalista”. Una vez más, ideologicismo basura en estado puro. Dos días después negó haberlo dicho, pero ahí están las grabaciones. Fuera de su cercanía con la familia presidencial, es incomprensible que Arriaga siga detentando la posición privilegiada que hoy ocupa.

Excélsior