Muere Charlie Watts, batería de los Rolling Stones

English rock group The Rolling Stones, London, 1963. Left to right: Mick Jagger, Charlie Watts, Brian Jones, Keith Richards and Bill Wyman. (Photo by Terry O'Neill/Getty Images)

Su auténtica pasión era el jazz, amor de juventud al que nunca renunció, pero fue el rock and roll lo que le convirtió en leyenda. Pausado y serio, con ese porte de caballero recién salido de Savile Row que no le abandonaba ni cuando soplaban los vientos huracanados de ‘Gimme Shelter’ ni cuando asomaba el atropello eléctrico de ‘Street Fighting Man’, Charlie Watts fue el metrónomo de los Rolling Stones; un corazón rítmico que, tras más de seis décadas latiendo sin pausa, se ha detenido este martes.

Su muerte supone un duro mazazo para la banda ya que, como escribió Stephen Davis en ‘Los viejos dioses nunca mueren’, él era en. cierto modo, el pegamento que mantenía unidos a los británicos. «Es genuinamente enrollado, tiene un buen gusto innato y comprende la moderación. Charlie mantiene su familia unida, y nunca ha ido de estrella como el resto», dejó escrito el periodista neoyorquino.

«Es con inmensa tristeza que anunciamos la muerte de nuestro amado Charlie Watts», ha anunciado el publicista del músico. Watts, que cumplió 80 años el pasado mes de junio, ha fallecido en un hospital de Londres rodeado de su familia. «Por una vez, me he quedado fuera de juego. Estoy trabajando duro para estar completamente en forma, pero hoy he aceptado, siguiendo el consejo de los expertos, que esto llevará un tiempo», anunció el músico británico hace solo unos días al desvelar que, por primera vez desde 1963, estaría ausente en una gira de los Rolling Stones debido a una enfermedad.

En 2004, Watts ya superó un cáncer de garganta justo a tiempo para no perderse la grabación de ‘A Bigger Band’, el primer álbum de la banda desde ‘Bridges To Babylon’ (1997). Ahora, sin embargo, el tiempo ha jugado en su contra. Adiós, pues, al hombre que, según Keith Richards, conseguía enriquecer las canciones de manera completamente inesperada. «Charlie puede sentarse y sacarme un ritmo totalmente inesperado pero al mismo tiempo mucho mejor del que yo esperaba», reconocía el guitarrista en ‘According To The Rolling Stones’. Todo un mérito teniendo en cuenta que Watts siempre quiso ser más Elvin Jones que Ginger Baker.

Talento precoz
Nacido el 2 de junio de 1941 en el University College Hospital de Londres, Charles Robert Watts se crió en una familia de clase trabajadora. Hijo de un conductor de autobús, creció escuchando a Frank Sinatra y Billy Eckstine. A los doce años, tal y como explicaba él mismo, cayó en sus manos el disco ‘Flamingo’, de Earl Bostic, y quiso ser saxofonista, pero en cuanto escuchó ‘Walking Shoes’, de Gerry Mulligan, cambió de idea y se pasó a las baquetas. Con catorce años empezó a aporrear su primera batería, regalo de su padre, y a los dieciséis ya empezó a tocar en formaciones de jazz.

Al despuntar los 60, Alexis Korner lo reclutó para su banda, Blues Incorporated, y Watts, del que se decía que detestaba en secreto a Elvis y todo lo que salía de los estudios de Sun Records, empezó a pasar del jazz al rhythm and blues. De ahí a pasarse «cuatro décadas viendo el trasero de Mick Jagger correteando», como le gustaba decir, sólo era cuestión de tiempo y de estrechar lazos primero con Brian Jones, quien también alternaba con los Blues Incorporated, y más tarde con Keith Richards y Jagger, habituales del Ealing Club.

Nacían los Rolling Stones (casi) como hoy los conocemos y el mundo nunca sería suficiente. «Me uní al grupo, aunque no sabía qué diablos era lo que tocábamos», diría años más tarde un lacónico Watts. No tardaría en descubrirlo ya que, además de rock and roll zumbón y blues vestido con chaquetas entalladas, los Stones tocaron pronto el cielo y se convirtieron en un gigante ingobernable. Un transatlántico repleto de escándalos y excesos al que Watts aportaba un contrapunto de serenidad y placidez.

Crisis vital
Como sus colegas de banda, también llevaba grabados en la cara años todos esos años de giras sin fin y noches en vela, pero al lado de plusmarquistas de la vida disoluta como Jagger y Richards, lo suyo fue una existencia casi monacal: cuidaba de sus caballos, se escapa cuando podía a tocar con su quinteto de jazz y se mantuvo casi siempre a distancia prudencial de su las drogas. Era solo rock and roll, sí, pero para Watts a veces ni siquiera era eso. «Incluso en los 60 y los 70 yo no estaba en ese mundo. Estaba en la banda, pero era un trabajo para mí», dijo en una ocasión. Eso sí: él fue el encargado de elegir a Darryl Jones como sustituto de Bill Wyman cuando el bajista dejó la banda. Jagger, socarrón, le dio las gracias por haberse implicado, por fin, en los asuntos de la banda. Según el calendario, corría el año 1993.

Casado desde 1964 con Shirley Ann Shepherd, solo en una ocasión, a mediados de los ochenta, atravesó un periodo de turbulencias y empezó a beber en exceso y a coquetear peligrosamente con las drogas. «Creo que, con la perspectiva del tiempo –recordaba Watts–, debí de pasar por la crisis de la mediana edad. En ese momento de mi vida pensé: ‘a la mierda, no lo has hecho antes, hazlo ahora’. Fui muy temerario. En veinte años no me había comportado así jamás. Esa fase me duró un par de años, pero dejó heridas que tardaron mucho más en curarse». Incluso entonces, el rictus de Watts era imperturbable, como el de una gárgola que se hubiese desplomado sobre la batería para acabar marcando el ritmo de ‘Brown Sugar’, ‘Jumpin’ Jack Flash’ o, mejor aún, ‘Shine A Light’.

Sin apenas mover un músculo, había quien confundía concentración con desdén y hartazgo, algo que él mismo se cansó de desmentir por activa y por pasiva. «Si no disfrutase con lo que hago cuando subo a un escenario, hace tiempo que hubiera dejado a los Stones», solía decir. Eso sí: cada que vez que una nueva gira asomaba por el horizonte, las dudas se le multiplicaban. «Desde 1969, vengo diciendo tras cada gira que no voy a seguir viajando con los chicos», reconocía.

Y es que Watts, siempre alejado de tareas compositivas, fue el Stone más pragmático. «Yo solía decir:‘Hemos estado juntos durante veinte años, pero Duke Ellington estuvo cuarenta años’. ¡Ahora hemos llegado al nivel de Duke Ellington. Ya sé que no se ha de leer la historia del revés,pero no puedo dejar de pensar que ‘Street Fighting Man’ es para algunos chicos como cuando yo era adolescente y escuchaba a Louis Armstrong. Me encantaba esa música, pero al mismo tiempo sonaba muy antigua».

ABC