El ombligo del mundo

Eric Rosas

En la actualidad los Juegos Olímpicos son muy conocidos, pero poco se sabe acerca de las otras tres competencias deportivas panhelénicas que había en los tiempos de esplendor de la Grecia antigua: los juegos Píticos, los Ístmicos y los Nemeos, que se realizaban para honrar a los dioses en su conjunto, como en Olimpia, o de forma individual a Apolo, Zeus y Poseidón en sus templos ubicados en Delfos, Nemea y Corinto, respectivamente.

A diferencia de los Olímpicos, que sucedían tras cada olimpiada formada por cuatro años, en el caso de los Píticos habían de transcurrir precisamente 99 ciclos lunares; es decir, 2 920 días o aproximadamente ocho años. Se realizaban en Pita o Pitón, población cuyo nombre proviene del monstruo mitológico con forma de serpiente o dragón, habitante de esta región del monte Parnaso seleccionada por Apolo para establecer su oráculo. Reza la leyenda que el dios griego mató a Pitón y a todas las serpientes que infestaban el lugar y luego, con la finalidad de atraer a una embarcación cretense de entre cuyos viajeros seleccionaría a los sacerdotes para su oráculo, se convirtió en delfín, originando de esta forma el nombre de Delfos.

Aunque este sitio arqueológico fue explorado en muchos momentos de la antigüedad, su estudio más detallado comenzó con las excavaciones iniciadas en 1839 por Karl Otfried Müller, nacido el 28 de agosto de 1797. Estas exploraciones han permitido recuperar objetos tan preciados como el propio Ónfalo de Delfos, una piedra con forma ovoide dejada en el lugar por Cronos —o por su hijo Zeus, según otra versión— para marcarlo como el ombligo del mundo e iniciar desde ahí su creación.

Este simbolismo hacía que el oráculo de Delfos fuera el principal centro religioso del valle del Pleisto. Prominentes gobernantes de aquél entonces, tanto de las ciudades-estado helénicas como de otras de culturas vecinas, asistían a escuchar los mensajes de las pitias o pitonisas, como se llamaba a las sacerdotisas vitalicias seleccionadas de entre las pobladoras a causa de su intachable conducta y que despachaban en el oráculo hasta en número de tres durante la época de mayor esplendor.

La visita al oráculo se realizaba sólo un día al mes, salvo durante el invierno, pero en los días previos los consultantes expresaban sus preocupaciones a las pitonisas. En la consulta las pitias caían en transe a causa de los gases que salían de entre las rocas del templo, por lo que transmitían los mensajes del oráculo de maneras ininteligibles cuya interpretación correspondía al interesado. Con el tiempo se ha descubierto que los gases emanados eran metano, etano y etileno, todos capaces de turbar la mente de las personas… y así, la luz se ha hecho.