Claroscuros y soledad presidencial

Jorge Fernández Menéndez

Los informes presidenciales son predecibles. En el caso de los del presidente López Obrador, más aún, porque son una suerte de mañanera con un poco más de protocolo. Pero lo que más me impresionó del informe de ayer fue la forma y el fondo con los que se presentó el Presidente: un salón, el Juárez de Palacio Nacional, austero, marcado más por la soledad que por la sobriedad.

El Presidente llegó solo, acompañado por su esposa Beatriz, había dos austeras filas de cuatro sillas cada una para acomodar a unos 30 miembros de su gabinete legal y ampliado (envuelto en una lluvia de rumores), con la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, sentada en primera fila junto con el secretario de la Defensa y el de la Marina, y con ellos, Beatriz. Al fondo, algunas sillas vacías.

Y el tono final del Presidente, hablando de despedidas, de que si el pueblo y el cuerpo le permiten llegará a 2024, es desconcertante en alguien que está a la mitad de su mandato. La lista de logros enumerados fue larga, quizás demasiado, y la recurrencia en responsabilizar de todo al pasado, excesiva.

Comenzó el informe en su primera frase con una crítica al neoliberalismo y con un objetivo de gobierno, el de nada más y nada menos que cambiar la mentalidad de la sociedad. Nadie cambia en un sexenio la mentalidad de una sociedad, puede ser el objetivo de una generación, pero no de una administración sexenal. Se olvida que en la mitad de una administración lo más importante no es cómo se comenzó, sino cómo se acaba, y hoy, más que cambiar mentalidades, el gobierno federal se debería concentrar en tener resultados concretos en sus programas. Hoy todavía no los ha alcanzado.

Un ejemplo: a la seguridad se le dedicó dos minutos en el informe y se dijo que se había mejorado sustancialmente en muchos rubros. No es así: en tres años, la administración federal ha estabilizado, pero en los niveles más altos de la historia, los homicidios, llegará a la mitad de la administración con 100 mil muertos. Los feminicidios, violaciones y la violencia intrafamiliar han aumentado dramáticamente durante el confinamiento. Ha disminuido el robo de autos, pero se ha incrementado el robo a transeúntes y en el transporte público, lo mismo que las extorsiones.

Es muy importante que la actual administración haya mantenido la estabilidad financiera, el control de la inflación y del tipo de cambio, eso es indudable, pero, evidentemente, no es un logro institucional que hayan aumentado dramáticamente las remesas hasta alcanzar la cifra histórica de 40 mil millones de dólares. Sin ese aporte de los migrantes, la pandemia habría terminado de destrozar la economía familiar. Así y todo, hay más de 40 millones de personas que no tienen ingresos como para comprar la canasta básica. Nadie discute la importancia de los apoyos sociales, pero los mismos tienen que ir de la mano con proyectos productivos, o sea, de puestos de trabajo permanentes y también de un control estricto sobre su destino y sus beneficiarios. El control inflacionario y el nivel tan alto de reservas es un mérito de la disciplina gubernamental, pero también, en grado sumo, de la gestión del Banco de México.

Es una cuestión de enfoques y objetivos, pero no creo que sea un mérito que se haya acabado con los proyectos de inversión público-privada o que no se entreguen concesiones o permisos en distintos ámbitos, desde la minería hasta la explotación petrolera. Tampoco que se construya una refinería como Dos Bocas a un costo de entre 10 y 12 mil millones de dólares, cuando, en los hechos, se compró la de Deer Park, en Texas, que produce lo mismo, pero que costó diez veces menos. O crear una empresa estatal subsidiada como Gas Bienestar, con gas importado, cuando tenemos reservas y proyectos de inversión privada que podrían permitir abastecernos de ese energético con creces.

Se ahorraron, dijo el Presidente, 160 mil millones de pesos en licitaciones a privados, pero, ¿cuánto se gastó de los recursos públicos, cuánto dejó de recibir el Estado en recursos fiscales, cuántos proyectos se deben cancelar porque no hay quien los haga, ya que la inversión pública no alcanza?

El aeropuerto Felipe Ángeles es, hemos estado ahí muchas veces, una muy buena obra pública, es un aeropuerto digno, bien construido y que seguramente estará listo el próximo 21 de marzo. Pero dudo que las vías terrestres de interconexión lo estén, porque las obras están muy rezagadas y, sin ellas, la operatividad del aeropuerto estará cuestionada. El proyecto del Istmo también es importante y puede tener múltiples beneficios, pero tiene que ir más allá de lo propuesto, es importante definir el perfil de las inversiones y aspectos tan importantes como el aprovisionamiento de energía para las mismas. Y quién sabe si el Tren Maya tendrá la repercusión económica que se espera. Esos proyectos, sin duda, generan hoy muchas fuentes de trabajo, pero el desafío es que las mantengan terminando su construcción.

Y, finalmente, está el dilema sucesorio, que, con su párrafo final, el presidente López Obrador dejó, nuevamente, abierto, por un mandatario que percibí solitario y lejano.

Excélsior