En la tablita

Macario Schettino

Esta semana, la Reserva Federal anunció que empezarán a limitar los programas de liquidez creados para enfrentar la pandemia hacia fines de este año, y esperan iniciar el ciclo alcista de tasas de interés para el próximo. Anteriormente, se esperaba que las tasas no se elevaran sino hasta 2023. Además, se redujo la estimación de crecimiento económico para Estados Unidos para este año y el próximo.

En México, la inflación que se publicó ayer, correspondiente a la primera quincena de septiembre, fue mayor a lo esperado por los especialistas. En términos anuales, la inflación fue de 5.9%, y la subyacente de 4.9%. Ambas elevadas, pero preocupa más la subyacente, porque parece estar tomando un piso que la mantendrá alta por muchos meses.

Estos dos datos son relevantes para estimar lo que puede ocurrir en 2022. Primero, es importante recordar que lo que ha mantenido la dinámica económica de México son las exportaciones y la recuperación del consumo. La inversión sigue por los suelos, y no se ve que pueda mejorar mucho en el futuro próximo. El anuncio de la Fed de que el crecimiento será menor en Estados Unidos implica que las expectativas de crecimiento en nuestras manufacturas también serán menores. Sigo pensando que es muy posible que este sector crezca entre 2 y 3% para el próximo año, pero el resto de la industria, como platicamos hace unos días, no lo hará al mismo ritmo.

En cuanto al consumo, ya la compra de bienes está en un nivel equivalente a antes de la pandemia, y lo que tiene todavía espacio para crecer es la recuperación en servicios. Eso se ve claramente en los precios. Mientras que en las mercancías la inflación es de 6.3%, en los servicios es de 3.4%. Esto significa que la recuperación en el consumo de servicios seguramente ira acompañada de mayores precios. La inflación ya tiene un piso superior al 5% anual, y eso debe obligar al Banco de México a elevar más la tasa, especialmente antes de que llegue el nuevo gobernador.

Para 2022, con el inicio del ciclo alcista en Estados Unidos, y con nuestra inflación por encima de 5%, será muy difícil bajar las tasas, aunque haya tres votos a favor de eso a partir de enero próximo en el Banco de México. Si lo intentan, seguramente habrá un movimiento de compensación en el tipo de cambio, la única variable económica que le importa a López Obrador.

Pero tanto el nivel de la inflación, como las tasas de interés, implican que el presupuesto para 2022 ya no podrá cumplirse. Ni tendremos crecimiento de 4.1% ni inflación de 3.4%. Es más probable que crezcamos entre 2 y 3%, con una inflación cercana al 5%. Curiosamente, puede ser que ambas combinaciones nos den un PIB nominal muy parecido, y con ello parezca que las cuentas pueden salvarse, sin embargo, el efecto de esas combinaciones en ingresos y gastos del gobierno es diferente. Mientras que los ingresos pueden quedar un poco por debajo de lo esperado, los gastos serán sin duda mayores. Pesa más la inflación en los gastos, y pesa más el crecimiento real en los ingresos.

El margen de maniobra de las finanzas públicas ya no existe. Alcanza para pagar los gastos obligados (intereses, nómina, pensiones, empresas gubernamentales), y pare de contar. Sin endeudamiento, lo que queda después de esos gastos equivale a dos puntos del PIB. Es decir, alcanza para pagar educación y “bienestar”, o salud y seguridad pública y defensa. Una pareja o la otra, no ambas. Para poder pagar todo, es obligado endeudarse. Y así, año tras año.

En ese contexto, cualquier movimiento desequilibra.

El Financiero