Transformación

Macario Schettino

El lunes se publicaron los datos del Indicador Global de Actividad Económica (IGAE) para julio, y de la balanza comercial para agosto. Entre los dos, podemos confirmar que la economía se ha estancado por al menos cinco meses.

Esto ya ocurrió anteriormente, y parece tener que ver con la pandemia. En octubre pasado, después del primer ciclo de contagios, hubo la sensación de que ya se podía comprar, pasear, asistir a restaurantes, y eso permitió un crecimiento de 1.8 por ciento en ese mes solo. Esto equivale a un crecimiento anual de 23 por ciento, y dio lugar a gran emoción, pero no se mantuvo. En los siguientes cuatro meses, hasta febrero, el crecimiento promedio mensual fue de 0.1 por ciento, que equivale a crecer poco más de 1 por ciento en todo un año.

Esto significa que las personas alcanzaron un nivel de gasto importante, comparado con los meses de confinamiento, pero ya no pudieron incrementarlo más. Como ya hemos comentado, la falta de apoyos desde el gobierno a empresas y hogares provocó que el boquete del confinamiento pese mucho en ingresos y ahorros, impidiendo una recuperación mayor.

En enero y febrero hubo un nuevo ciclo de contagios, y cuando se redujo, en marzo, nuevamente tuvimos un gran salto en la economía: 2.6 por ciento en el mes, que daría un crecimiento anual de 36 por ciento. Otra vez les ganó el optimismo, y todos subieron sus estimaciones de crecimiento, para encontrarse con que los siguientes cuatro meses, el crecimiento fue aún menor que el visto después de octubre, ahora prácticamente cero. Cuando uno compara el dato de julio con el de septiembre de 2020, entiende por qué todos creen que la economía crecerá este año 6 por ciento, a ese ritmo creció en esos 10 meses.

Pero estimar 6 por ciento para este año, en promedio, implica que en los meses que faltan el crecimiento será prácticamente de cero. Ya julio y agosto creo que cumplen con esa tendencia. En julio, el crecimiento mensual fue de 0.5 por ciento, pero para agosto no se espera un dato mejor. De hecho, el indicador oportuno apuntaba a una leve contracción para ese mes. La balanza comercial también muestra una reducción en todos los renglones, y todo agosto y la primera mitad de septiembre tuvimos el tercer ciclo de alto contagio.

Este tercer trimestre, a punto de terminar, muy posiblemente se encuentre apenas arriba del anterior, de forma que cualquier crecimiento en el cuarto trimestre nos colocaría por encima de 6 por ciento de los pronósticos. Pero esto es lo que no queda claro cómo ocurriría. El consumo prácticamente se ha recuperado por completo, con compra de bienes por encima del nivel previo a la pandemia, y de servicios un poco por debajo. No creo que veamos más movimiento en este renglón.

En la inversión, las cosas están mal, pero empeorando. Como ya debería ser claro, en este rubro el problema principal no fue el bicho, sino el gobierno. Y para ese no hay vacuna. La construcción está 16 por ciento por debajo del nivel que tenía antes de cancelar el aeropuerto, u 8.5 por ciento por debajo del último dato de 2019. Peor aún, todo indica que los exportadores no sólo no están invirtiendo mucho, sino que están liquidando sus inventarios, porque las exportaciones manufactureras han crecido notoriamente más que las importaciones de insumos (detalles en patreon.com/macariomx).

Si consumo e inversión no pueden moverse mucho, como todo indica que esperan los especialistas que ocurra en este segundo semestre, entonces ¿de dónde pueden pronosticar crecimientos de 3 o 4 por ciento para 2022?

Hasta el momento hemos recuperado una parte de lo perdido en 2020. Si lo que le comento es correcto, entonces eso será todo. Este gobierno cambió el crecimiento potencial de México, de 2.4 por ciento anual, a tal vez -1 por ciento. Transformación sí es, sin duda.

El Financiero