La indefinición del PRI

Jorge Fernández Menéndez

Con habilidad, buscando dividir el voto priista, el presidente López Obrador declaró ayer que la reforma energética era la oportunidad para que el viejo partido hegemónico se definiera entre las políticas nacionalistas de Cárdenas y López Mateos o las neoliberales de Salinas de Gortari. Y esa es la duda que atenaza a muchos priistas a la hora de decidir su voto respecto de la contrarreforma, sobre todo en la Cámara de Diputados.

No tendrían que tener dudas o confusiones. El PRI hace ya mucho que dejó esas políticas y las heredó primero el PRD y luego Morena. Las abandonó en el momento de mayor oprobio para ese partido, que fue con la crisis económica brutal con la que terminó el gobierno de José López Portillo, luego de dilapidar los enormes recursos petroleros de los que gozó durante su administración y esa experiencia debería ser central para comprender por qué el modelo propuesto por el presidente López Obrador está destinado al fracaso. El último estertor de ese modelo fue la nacionalización bancaria de 1982, que terminó de derrumbar la economía mexicana.

No hay razón alguna para suponer que regresar a los modelos estatistas de los años 70 será una solución para los problemas que afronta el país medio siglo después, en un mundo y una economía global que nada tienen que ver con aquel, marcado por la Guerra Fría. Es absurdo que un país como el nuestro, que goza de los mayores acuerdos comerciales en el mundo, incluyendo el T-MEC, decida regresar a los modelos monopólicos y estatistas, cuando ni siquiera está en condiciones de sostenerlos económicamente.

No entiendo qué dudas pueda tener el priismo en rechazar la contrarreforma de una norma que ellos mismos impulsaron y votaron hace apenas seis años. Es verdad, como se ha dicho, que ninguno de los que impulsaron aquella reforma está saliendo claramente hoy en su defensa, como tampoco de muchos de los acuerdos que se sustentaron en el llamado Pacto por México, pero no lo hacen porque lisa y llanamente tienen miedo, miedo de que desde el oficialismo les contesten con acusaciones penales. Pero eso no demuestra más que su endeble personalidad, no un fracaso de un modelo de desarrollo energético que ha demostrado ser eficiente y que tendría que ser impulsado, no cancelado.

El PRI constituye para muchos una entelequia, un instrumento del pasado. No tiene por qué serlo: muchos viejos partidos se han logrado renovar y actualizar. Pocos tan añejos como el socialdemócrata alemán y acaba de ganar las elecciones que definirán al sucesor de Angela Merkel, luego de 16 años en el poder del partido conservador. Pero nadie en la socialdemocracia alemana se plantea si tienen que decidir entre regresar a la República de Weimar o quedarse en la Unión Europea, entre Marx y Engels o la nueva socialdemocracia surgida después de la Segunda Guerra Mundial. Todos los viejos y grandes partidos han tenido que redefinirse, pero sólo han logrado recuperarse y tener éxito los que han mirado hacia adelante. Y el PRI no es una excepción. No entiendo ni siquiera por qué deben meditarlo tanto.

La opción que les da el Presidente es convertirse en algo similar a lo que fue durante muchos años el PARM o el PPS, un partido comparsa de un movimiento mucho mayor, cuajado también de contradicciones, como es Morena.

No sé siquiera cuántos realmente en Morena, por lo menos entre sus principales cuadros, sobre todo los de la llamada ala moderada, pueden estar de acuerdo con una reforma energética tan retrógrada. No me imagino a un hombre tan ligado a los mercados internacionales energéticos, como Rogelio Ramírez de la O, entusiasmado con esta política; uno de sus antecesores, el primer secretario de Hacienda del presidente López ObradorCarlos Urzúa, acaba de publicar con toda claridad que la contrarreforma puede ser un error histórico. No creo que Ramírez de la O pueda tener una opinión muy diferente.

Tampoco pueden tenerla ninguno de los hombres y mujeres que manejaron la economía con los distintos gobiernos priistas de los 30 últimos años. Alejandro Moreno, el actual presidente del PRI, que se dice que está en duda sobre apoyar o no la reforma, fue uno de los legisladores que con mayor entusiasmo impulsó a la que se votó apenas el sexenio pasado y que, además, ha demostrado ser eficiente y acertada.

¿Que se pueden haber cometido excesos y algún fraude solapado o no? Sin duda, pero de la misma forma se convirtieron miles de fraudes en la CFE y Pemex antes y después de que fueran monopolios públicos. ¿De dónde creen que se generaron las fortunas de los líderes sindicales y funcionarios de esas empresas públicas? Hubo mucha mayor corrupción en esas empresas en aquellos años que en cualquier inversión privada energética de los proyectos que se crearon de una u otra forma desde 1992 hasta hoy.

El PRI, pese a todos sus errores puede tener un futuro, solo o aliado con otras fuerzas, pero si simplemente se subordina a Morena, ese futuro sólo puede ser el de un partido satélite.

27 AÑOS A EL LUNARES

La condena a uno de los líderes de la Unión Tepito, un sujeto apodado El Lunares, sirve para recordarnos que la única forma de recuperar la seguridad es romper las redes criminales, detener y juzgar a sus líderes, impedir el empoderamiento de esos grupos. Es lo que se está haciendo en la Ciudad de México. Es lo que reclamarán los funcionarios estadunidenses que vendrán el viernes a la reunión de Alto Nivel México-Estados Unidos.

Excélsior