Las rarezas del pez sierra no se detienen en su hocico

Los elasmobranquios (del griego elasma, metal) son peces de esqueleto cartilaginoso, bastante más blando que el óseo, y que tienen su cuerpo recubierto de dentículos dérmicos que son responsables de que su textura sea muy áspera, similar al papel de lija.

Los peces cartilaginosos, a diferencia de los peces óseos que acostumbran a estar aplanados lateralmente, se encuentran aplanados en el eje dorso-ventral. A este grupo pertenecen los tiburones, las mantas y las rayas. Los peces sierra (Pristis pristis) están emparentados con estas últimas, a pesar de que comúnmente se les conozca como ‘tiburones sierra”’ debido a que su hocico recuerda al de los tiburones.

A pesar de su apariencia bravucona, los peces sierra son animales muy dóciles que no presentan ningún peligro para los seres humanos.

De hábitos nocturnos
Estos animales se caracterizan por tener un cuerpo grande y un hocico (rostra) del que salen unas prolongaciones, generalmente entre 14 y 25, que recuerdan a una motosierra y que parecen dientes, pero que en realidad son escamas modificadas. El color de su dorso oscila entre gris, verde oliva y amarillo, mientras que su vientre es de color blanquecino.

Tienen su intestino en forma de sacacorchos, carecen de vejiga natatoria y de pulmones, por lo que no tienen más remedio que respirar a través de las branquias, las cuales se encuentran comunicadas con el exterior a través de unas hendiduras o espiráculos situados detrás de los ojos.

Suelen establecer su hábitat en lugares próximos a la costa, llegando incluso a penetrar en los estuarios y recorrer grandes distancias río arriba. En algunos casos se ha llegado a documentar su existencia en ríos y lagos durante largas temporadas.

Pristis pristis tiene hábitos nocturnos, duerme durante el día y sale a cazar de noche, con una inclinación especial hacia los suelos arenosos, en donde localiza la mayor parte de sus presas.

Un hocico multiusos
Se ha observado que para capturarlas se dedica a “rastrillear” la arena dejando al descubierto crustáceos, cangrejos y camarones, a los que devora sin compasión. En otras ocasiones utiliza el hocico como arma, sacudiéndolo de lado a lado varias veces por segundo, de forma que empala a sus capturas, a las que acaba asestando un golpe mortal.

El hocico es, también, un gran sensor que utiliza para detectar la presencia de vida. A través de sus miles de terminaciones sensitivas, que actúan como electroreceptores, es capaz de percibir los latidos cardiacos de cualquier animal que trata de pasar desapercibido bajo la arena.

Por si todo esto no fuera suficiente, el hocico también es un arma defensiva que emplea para protegerse de tiburones y delfines, sus principales depredadores.

Se reproducen sin sexo
Hace unos años se descubrió que algunas crías de estos peces habían nacido mediante partenogénesis, un tipo de reproducción asexual en la que no es preciso que el óvulo sea fecundado para el desarrollo de un embrión.

Este sensacional hallazgo tuvo lugar en un estuario de Florida (Estados Unidos) en peces de la especie Pristis pectinata –conocido como pez sierra peine-. En ellos la segmentación del óvulo se inició sin la participación de los machos gracias a factores ambientales, biológicos o químicos.

Esta forma de reproducción podría representar una garantía evolutiva para mantener la especie, ya que se encuentra en peligro de extinción. Curiosamente una de las razones de su amenaza biológica es su hocico, que se enreda en las artes de pesca favoreciendo su captura.

ABC