Hacia Lactómeda

Eric Rosas

El tenue resplandor blanquecino que puede apreciarse en el cielo durante una noche despejada era conocido por los antiguos pueblos helénicos como la galaxia —palabra griega que significa lácteo—, ya que era interpretado por ellos como las huellas que dejaban las gotas de leche derramadas por Hera mientras amamantaba a Hércules, el hijo que Zeus procreó con Alcmena. Idéntica concepción tenían los romanos, con la salvedad de que para ellos se trataba de un camino de leche y por tanto le referían como la Vía Láctea. En aquellos tiempos sólo Demócrito se atrevió a imaginar que, en lugar del nutritivo líquido materno, lo que realmente se podía apreciar en el cielo era una colección de una gran cantidad de estrellas cuyo brillo languidecía al punto de que no se alcanzaban a reconocer a simple vista.

La teoría de Demócrito fue probada hasta principios del Renacimiento, cuando Galileo Galilei logró distinguir dichas estrellas con su limitado telescopio. Sin embargo, fue hasta los inicios del siglo XX cuando se comprendió que en el universo existen varios cúmulos de este tipo y entonces a todos se les dio el nombre de galaxias. Desde entonces el conocimiento de las galaxias ha aumentado considerablemente. Sabemos que pueden albergar variados objetos y estructuras celestes, entre ellas vastas cantidades de estrellas que van de decenas de millones hasta decenas de miles de billones. Apreciadas desde la Tierra parecen tener cualquiera de estos cuatro aspectos: elíptico, lenticular, espiral o irregular.

Nuestra Vía Láctea es una enorme espiral de unos cien mil años-luz de diámetro —un año-luz es la distancia que viaja la luz en un año— girando alrededor de su centro, en el que se piensa que existe un agujero negro. Nuestra galaxia contiene una enorme cantidad de objetos celestes, entre éstos: polvo estelar, unos 300 mil millones de estrellas y varios cientos de miles de millones de planetas, que en conjunto poseen una masa equivalente a dos billones la de nuestro Sol. En uno de sus brazos se ubica nuestro sistema solar, viajando a unos 270 kilómetros por segundo, de manera que completa una vuelta cada 225 millones de años.

Junto con otras cuarenta galaxias, entre las que están Andrómeda y las Nubes de Magallanes, la Vía Láctea forma parte del llamado Grupo Local. Al interior de este Grupo Local, nuestra galaxia presenta una cinemática muy particular, que fue estudiada con ahínco por Emma Vyssotsky, nacida el 23 de octubre de 1894. Este movimiento de nuestra galaxia la pone en ruta directa de colisión con Andrómeda. El traslape difícilmente provocará choques entre objetos celestes de ambas galaxias, pero causará el nacimiento de la Lactómeda… y así, la luz se ha hecho.