Escrito en piedra

Eric Rosas

Se cuenta que cierto día de 1796 un entonces joven Johann Aloys Senefelder, quien nació el 6 de noviembre de 1771, al tener que listar las prendas que llevaría con la lavandera, buscó sobre qué escribir y sólo encontró a la mano un pedazo plano de piedra caliza. Tomó entonces el lápiz de cera que tenía cerca y escribió la lista de su ropa sobre la porosa piedra que, además resultó humedecida fortuitamente. Más tarde, cuando estuvo en casa derramó, también por accidente, un poco de tinta sobre la piedra. Al intentar limpiarla con un trapo seco para recuperar la visibilidad de lo escrito, se dio cuenta de que la tinta se retiraba fácilmente de aquellas partes de la piedra en donde el agua había penetrado los poros debido a la ausencia de la cera, mientras que permanecía sobre las letras escritas con el lápiz graso.

Senefelder volvió a verter tinta sobre la piedra, ahora intencionalmente, y la retiró absorbiéndola con el trapo, dejando ennegrecida la lista de prendas. A continuación, sobrepuso a la piedra una hoja de papel y la oprimió con fuerza. Al retirarla encontró impresa la imagen invertida de su lista de ropa. El asombrado Aloys pudo repetir las impresiones varias veces antes de requerir entintar de nuevo el pétreo sustrato, lo que le hizo comprender que había inventado un método de reproducción múltiple al que llamó litografía; es decir, escritura en piedra.

La litografía inventada por Senefelder ha sido perfeccionada posteriormente y en la actualidad hay muchas variantes de este proceso que, por supuesto, ya no utiliza bases de piedra, sino de otros materiales como madera, plástico o metal. Durante mucho tiempo sirvió para reproducir dibujos y otras obras artísticas, pero en nuestros días algunas técnicas litográficas evolucionadas ayudan a replicar fácil y velozmente los miniaturizados circuitos electrónicos, que permiten el funcionamiento de una gran cantidad de los dispositivos que usamos de manera cotidiana.

Para lograr que los trazos que forman los intrincados conductos metálicos de los microcircuitos quepan en superficies tan diminutas sin que entre ellos exista el más mínimo contacto, se aprovecha el fundamento de la litografía, pero en este caso se parte de una delgada placa metálica colocada sobre un sustrato dieléctrico. Se humedece el metal con una sustancia química reactiva, capaz de erosionar el metal hasta eliminarlo cuando se ilumina con luz altamente energética, como la ultravioleta. Esta radiación atraviesa una mascarilla en las oquedades generadas por el recorte del patrón del circuito deseado y, mediante un conveniente arreglo óptico, forma una reducida imagen del trazo sobre pequeñas regiones del metal… y así, la luz se ha hecho.