El peligroso engaño de la revocación

Aurelio Contreras Moreno

En los países con una aceptable normalidad democrática que cuentan con la figura de la revocación de mandato, las consultas para hacerlo efectivo surgen siempre, invariablemente, a petición de algún grupo de la sociedad que se siente agraviado por la actuación de un gobernante.

Fue el caso, por ejemplo, del ejercicio que este mismo año se llevó a cabo en California, Estados Unidos. Simpatizantes conservadores del Partido Republicano promovieron la revocación del mandato del gobernador demócrata Gavin Newsom, elegido en 2018 y quien en pleno confinamiento por la pandemia de covid-19 fue captado en un restaurante cenando con vinos caros (¿a quién nos recuerda?), por lo cual fue severamente cuestionado. A partir de ello, sus opositores comenzaron a recopilar firmas para iniciar el procedimiento revocatorio.

Al final, el gobernador demócrata se impuso con facilidad y se mantuvo en el cargo, que a la fecha sigue ejerciendo. El único antecedente de una revocación procedente sucedió en 2003, cuando otro gobernador demócrata, Gray Davis, perdió la consulta y fue sustituido por el republicano actor de Hollywood Arnold Schwarzenegger.

Sin embargo, en los países cuyas instituciones democráticas son débiles o de plano inexistentes, estos ejercicios han sido usados para fortalecer la imagen de gobernantes con tendencias claramente autoritarias y cuyo objetivo ha sido perpetuarse en el poder. 

Así sucedió con los referéndums revocatorios de Hugo Chávez en Venezuela en 2004 y de Evo Morales en Bolivia en 2008. En ambos casos, fueron los gobernantes quienes convocaron a la consulta y, obviamente, controlaron totalmente el proceso para que les fuera favorable, aprovechando además para desarticular a la oposición y a las instituciones electorales de sus respectivos países. El primero solo muerto dejó el poder en 2013; al segundo lo echaron mediante una asonada semigolpista en 2019.

En México, el proceso para la revocación de mandato promovida por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador tiene que ver sin duda con la ruta trazada en Sudamérica: en lugar de que convoque la población, lo hace el régimen. Y tramposamente, lo que se está planteando a los posibles votantes no es una revocación sino una ratificación de mandato, figura esta última inexistente en la legislación mexicana, por lo que más bien se trata de una estrategia propagandística para engañar a la población de la misma manera que hicieron con el “juicio a los ex presidentes”, tema que nunca estuvo a consulta en el fracasado ejercicio anterior.

El caso es que el régimen en pleno está volcado promoviendo y recogiendo las firmas para una “revocación de mandato” que nadie pide. Los dirigentes de Morena, los legisladores y hasta los funcionarios del gobierno federal y de los gobiernos de los estados están nuevamente en campaña –es lo único que parece que saben hacer muy bien, porque lo que es gobernar…-, a sabiendas incluso de que están violando la ley, como ya se los hizo ver reiteradamente la autoridad electoral.

Vaya, hasta el gobernador de Veracruz Cuitláhuac García salió este lunes a promover la consulta de revocación como “un ejercicio democrático impulsado por la cuarta transformación, al cabo de muchos años de lucha en los que no se escuchó la voz de la oposición”. Ejercicio al que él no se someterá, por cierto, pues sus solícitos diputados de la anterior Legislatura local le acomodaron los tiempos legales para que la primera consulta de revocación de mandato en Veracruz le toque al próximo gobernador o gobernadora.

La revocación es un engaño que le puede costar carísimo a México dejarlo pasar. No es un misterio a dónde quieren llegar.

La boda más cara de la historia

El cese fulminante –lo de la “renuncia” es mero protocolo- de Santiago Nieto como titular de la Unidad de Inteligencia Financiera a causa de su boda en Guatemala es una muestra más de la tozuda intolerancia y prejuicios del régimen hacia las libertades individuales, como la de hacer una fiesta a la medida de los recursos de que se disponga. O como a cada quien le dé la gana.

Pero sobre todo, es un ejemplo del doble discurso que caracteriza a la “4t”. Si los hoy defenestrados cayeron en desgracia es porque fueron exhibidos. Si no, ahí siguieran.
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