El viaje de ego

Carlos Loret de Mola

Durante veinte minutos, el presidente López Obrador convirtió la máxima tribuna de la ONU en una mañanera, degradó el asiento de la presidencia del Consejo de Seguridad a la categoría de templete de plaza desde el que soltó un discurso de campaña.

Propuso una variante de su “abrazos no balazos” para el mundo, una especie de “billetazos, no bombazos”: con la misma pobre visión que ha aplicado en México al grave problema de seguridad, ahora propone al mundo repartir dinero con una simplificación tan penosa que hace pensar que los Cascos Azules serían reemplazados por Siervos de las Naciones Unidas, con cajeros del Bienestar incluidos.

El Consejo de Seguridad de la ONU se reúne para detectar y decidir operaciones de mantenimiento de la paz y mandatos caso por caso en los múltiples conflictos en todas las regiones del planeta. López Obrador fue a hacer una mañanera con la misma estrategia diaria que aplica en nuestro país: una deliberada confusión de conceptos.

Básicamente, su idea para el mundo es aplicar lo que en México ha tenido resultados desastrosos, muerte multiplicada, vacío de autoridad en amplias regiones y aumento de la impunidad. Sólo le faltó proponer que el Consejo de Seguridad se reúna todos los días a las 6 de la mañana como fórmula mágica para la paz mundial.

Rusia China, miembros permanentes del Consejo, decidieron expresar su extrañeza ante la trivialización de la tribuna y le sugirieron al presidente mexicano otras instancias de la ONU para plantear sus fantasías. Estados Unidos, que lo ha observado más de cerca y conoce su verborrea, prefirió ignorarlo.

Hay quienes piensan que el presidente de México dio un discurso más propio para la Asamblea General de Naciones Unidas y que no supo qué asiento estaba ocupando. No es que no supiera, es que no le importó y poco le preocupan los gazapos técnicos y las risas complacientes de los actores de la política planetaria. Porque él fue a la ONU a hablarle a su grey en México, a reforzar su visión megalomaniaca de que es un “líder mundial” para que la machaquen sus huestes digitales en tuits bobos. Fue a decir lo que repite aquí a diario: que todo es culpa de los malvados ricos que le roban a los pobres y que él, con su varita mágica de predicador, transformará al mundo en el paraíso que perdimos.

Fue un viaje de ego, muy al estilo de Luis Echeverría. El salvador de México ahora se ve a sí mismo como redentor del mundo. Para los países de la ONU es una anécdota irrelevante. Para sus aplaudidores locales es energía para seguir batiendo las palmas hasta sangrarlas por un gobierno basado en el insaciable narcisismo de un solo hombre.

Cuentan que están por revelarse imágenes en las que se ve a elementos y vehículos de una afamada corporación de seguridad pública haciendo nada junto a los huachicoleros que extraían gas de la toma que explotó en Puebla, dejando a varias personas muertas.

El Financiero