De tal padre

Eric Rosas

Todos estamos familiarizados con la teoría evolutiva que explica que los Homo sapiens sapiens guardamos vínculos genéticos con otros homínidos como los orangutanes. Si bien ya casi nadie cuestiona esta hipótesis, resulta muy importante el comprender cómo se suceden en el tiempo estas modificaciones hereditarias, materia de estudio de la biología evolutiva, disciplina de la que fue pionero el biólogo y matemático Motoo Kimura, nacido el 13 de noviembre de 1924.

Es de todos conocido que la información genética, esa que nos determina como personas y nos diferencia de nuestras mascotas, está almacenada en los genes, que son secciones del ácido desoxirribonucleico (ADN) ubicadas en sitios específicos —locus— de estas macromoléculas con forma de doble hélice. En los humanos estos genes se agrupan en los 23 cromosomas almacenados en los óvulos y espermatozoides, de manera que durante la fecundación se unen para completar los 46 cromosomas que portan toda la información necesaria para que se desarrolle una nueva persona.

Sin embargo, en la unión de los cromosomas aportados por ambos progenitores, los genes correspondientes a las mismas características, que por la posibilidad de tener formas alternativas se conocen como alelos, pueden llegar a manifestarse o no en el fenotipo del nuevo ser. Así, por ejemplo, a veces los hijos heredan huellas inequívocas del vínculo con sus ancestros maternos o paternos tan visibles como pueden serlo: el color de los ojos, la forma del lóbulo de la oreja, el mentón partido, los rizos del cabello, etc. Pero, así como éstas, existen otras características genéticas no obvias, aunque igualmente importantes en el proceso evolutivo de las especies.

De acuerdo con la teoría neutralista de la evolución molecular propuesta por Kimura, los genes mutan de manera completamente azarosa y la frecuencia con la que se expresan sus alelos resultantes en una población cambia conforme pasa el tiempo —comportamiento conocido como deriva genética—, inclinándose por aquella ruta evolutiva que resulte más favorecida por la selección natural.

Kimura desarrolló modelos matemáticos que le permitieron simular la variación y la distribución de las proporciones de las parejas de alelos a lo largo de varias generaciones, e instauró así una metodología sólida para el estudio de la genética poblacional que sigue sometiéndose a prueba permanentemente; pero hasta ahora, todo parece indicar que efectivamente estos procesos de transmisión de la herencia genética, son los que propician que las diferentes especies animales y vegetales, evolucionen adquiriendo las características que les ayudan a adaptarse mejor a las condiciones de su entorno… y así, la luz se ha hecho.