Marcelo, en EU; Claudia, en El País

Jorge Fernández Menéndez

El Presidente podrá seguir diciendo que la mejor política exterior es la interior, pero eso ya ni él mismo lo cumple. En una semana en donde Ricardo Monreal, el tercer competidor potencial en la carrera presidencial, sólo pudo destacar por la visita del Canelo al Senado (la batalla presupuestal se dio en la Cámara de Diputados y cuando su tierra natal, Zacatecas, donde gobierna su hermano David, es un territorio asolado por el crimen, le quedaban pocas otras opciones), el canciller Marcelo Ebrard ha tenido semanas de notorio protagonismo: hoy mismo Marcelo volverá al Consejo de Seguridad de la ONU para abordar lo que tendría que haber abordado el presidente López Obrador cuando estuvo ahí hace dos semanas: el tema de las armas y el proceso que inició México contra los fabricantes de armamento que terminan, de una forma u otra, exportando ilegalmente esas armas a los narcotraficantes mexicanos.

La idea es no sólo avanzar en un juicio muy difícil de ganar (será largo y sería histórico hacerlo), sino exhibir una realidad y presionar para que se adopten medidas ante ella. Medidas que exigirán también reciprocidad. Pero el verdadero triunfo de Ebrard sería que el presidente López Obrador mantuviera en sus decisiones políticas, comerciales y de seguridad los compromisos que enarboló en la reunión de Washington. Como hemos dicho, si realmente el Presidente se enfoca en la real y completa integración regional, ése sería el aporte más importante de su sexenio. Y ese logro sería compartido obviamente por Ebrard.

La que sorprendió en el fin de semana con una cuidadosísima entrevista en el semanario de El País, de España, fue la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Con un impecable vestido blanco, que recuerda a los que suele utilizar la reina LetiziaClaudia, de alguna forma, se presentó en sociedad en la prensa internacional con una imagen destinada, sin duda, al mercado interior. La buena entrevista tiene luces y sombras. Está muy bien planteada su respuesta sobre los movimientos feministas de última generación y su relación con su proyecto de gobierno. Uno de los ataques que recibe Claudia se basa en decir que no apoya a los movimientos feministas. Se esté o no de acuerdo con ella en otros temas, eso evidentemente es falso: Sheinbaum era y es feminista, pero tiene toda la razón al decir que no se puede sostener el argumento de que, como has sido violentada, tienes derecho a la violencia.

Me pareció que podría profundizar mucho más en el tema de su relación con López Obrador y en las personalidades políticas de ambos. Dice bien que son diferentes, que él estudió (es un decir) Ciencias Políticas y ella es una científica (aunque no lo recordamos frecuentemente, es una científica de verdad, que formó parte del equipo de Mario Molina que obtuvo el premio Nobel) o que él nació en Tepetitán, Tabasco (una zona pobre y profundamente conservadora) y que ella es una chilanga (de élites científicas y académicas de izquierda).

Me hubiera gustado que profundizara quizás no en las diferencias políticas que pueden existir entre ambos, nadie se suicida en política, sino en las diferentes personalidades y formas de afrontar los problemas. Porque más allá de las declaraciones clonadas en que suele hacer Claudia en relación con los dichos presidenciales, hay diferencias cuyas razones deben ser contadas: por ejemplo, por qué se peleó con López-Gatell por el manejo de la pandemia, e implementó medidas propias. O cómo está llevando una política de seguridad con Omar García Harfuch en la ciudad, diferente a la que se plantea a nivel federal, con bastantes mejores resultados que el promedio nacional.

Son cosas de las que a la jefa de Gobierno, lo dice incluso en la entrevista, no le gusta hablar, pero que allí están y que si quiere ser candidata presidencial, ganar las elecciones y cruzar la plaza del Zócalo para sentarse en Palacio Nacional, tendrá que hacer.

Más allá de eso, que Marcelo Ebrard esté luciendo capacidad y operación en el ámbito internacional en temas de evidente repercusión en México, o que Claudia Sheinbaum por fin salga del mimetismo con el Presidente (e incluso que aparezca con una imagen evidentemente diferente en la foto de portada de El País Semanal) es una buena noticia, porque son dos buenos precandidatos de Morena que pueden darle a la sucesión un aire muy diferente en el futuro.

Y queda Ricardo Monreal, un hombre que tiene un olfato político notable y que si bien esta semana no tuvo un papel protagónico, nunca debería ser subestimado en esta carrera. Ricardo desde el Senado sabe que tiene una llave que puede transformar muchas cosas y sabe cómo utilizarla, lo mismo que su gran capacidad de comunicación y cercanía con muchos, dentro y fuera del poder. No está ni remotamente fuera de esa pelea sucesoria.

Lo notable de todo esto es que la oposición, cuando ya no falta tanto para la elección presidencial, no esté construyendo una candidatura, una o varias opciones para trabajar con ellas y sobre ellas con vista a 2024. Están tan metidos en la coyuntura y en sus propias luchas internas (notables en el PRI y el PAN) que no aciertan a mirar hacia el mediano ni largo plazo con nombres y potenciales candidatos.

Los tres precandidatos que luce Morena lo son de verdad y están haciendo su trabajo. En la oposición tenemos a más gobernadores esperando recibir un puesto en el gobierno que pensando en construir una candidatura presidencial. Así será muy difícil.

Excélsior