Rareza

Federico Reyes Heroles

Son pocas, pero existen. La mantis religiosa, que devora al macho para obtener proteína durante la gestación. El tiburón toro, cuyas crías en situación de escasez se devoran a sí mismas. La araña viuda negra, los hámsteres, ciertas tortugas, etcétera. Pero lo hacen para sobrevivir. Ninguna especie se aniquila a sí misma, salvo la 4T.

Si algo necesita un gobierno cuestionado por irregularidades preelectorales, por gobiernos locales ligados al narco, por programas asistenciales que en realidad son clientelares, etcétera, es una autoridad electoral fuerte, con credibilidad. El INE la tiene, muy por arriba del Presidente, ya no digamos que los partidos. Sin embargo, desde el principio del sexenio comenzó el bombardeo y aquí estamos. El INE libró las elecciones intermedias obteniendo gran aprobación. También la “consulta” sobre los expresidentes, que fue un fracaso para el régimen, pero no para el INE. Lorenzo Córdova se vio como un gran torero frente a las múltiples bestias que trataban de embestirlo. El incómodo INE los llevó al poder y los sostiene. ¿Por qué estrangularlo? Será que quieren acabar con la democracia mexicana.

Viene un entuerto difícil de organizar: la caprichosa revocación de mandato, otra marometa en busca de popularidad del primer obsesivo de la nación. Organizarlo con la calidad que requiere, como una elección presidencial, demanda entrenamiento, gran número de casillas, elaboración de materiales, etcétera. Eso cuesta dinero. Pero la miope indignidad de Morena, en función de oficialía de partes, decide no darle un centavo al INE para ese ejercicio, aún peor, el tijeretazo se lleva 1000 millones más. ¿Y ahora? Nadie está obligado a lo imposible. La responsabilidad jurídica recae en los legisladores, no en el INE. Son “ricos”, exclama el líder del rebaño, tienen fondos. Cierto, son dos, uno para garantizar el retiro del personal de la institución y otro para mantener en condiciones dignas las instalaciones donde millones obtenemos nuestra credencial.

Suicidas, porque acabaron con el Fonden, los desastres continuaron y ahora no tienen cómo atenderlos. Acabaron con el fondo para eventos catastróficos del Seguro Popular y, claro, ahora no pueden atender a mexicanos en situación de emergencia. Suicidas, porque al desatar la sucesión con premura miope, los golpes bajos entre los suspirantes se intensificaron. Suicidas, porque al exhibir al Presidente ante el Consejo de Seguridad hablando de temas que nada tienen que ver con ese organismo, lo hicieron quedar en ridículo mundial. Suicidas, porque la gran promesa de Santa Lucía es —por su mínima capacidad— un engaño. Súmese el riesgo aeronáutico al que están sometiendo al AICM con el rediseño del espacio aéreo. Suicidas, porque al agredir mil veces al sector privado provocan una profunda incertidumbre y la inversión fija no crece. Autodestrucción, pues, al envilecer el papel de las clases medias —la mitad de la población— perdieron a un segmento —se vio en las elecciones— imprescindible para el 24. Autodestrucción, pues, al vilipendiar a la UNAM, cimiento nacional, incendiaron una pradera de pasión universitaria que estaba en calma. Suicidio, porque, al arrinconar a la SCJN, ridiculizaron sus intenciones de control y perdieron. Autodestrucción, porque al perseguir científicos provocaron una cohesión en el gremio. Autodestrucción, porque al derribar el aparato de distribución de medicamentos sin prever las consecuencias, hirieron a decenas de miles de familias.

La UNO, Unión Nacional de Ofendidos, crece todos los días, se agregan ahora las miles de OSC, hoy con un pie en el cuello, que atienden necesidades sociales descuidadas por el Estado. Qué pena que al Presidente de todos los mexicanos le griten en los aviones, que ya no pueda visitar buena parte del territorio nacional —incluida su tierra natal— sin exponerse a bloqueos o golpes a su camioneta.

Son una especie muy rara, se devoran a sí mismos. Pero México es enorme y el suicidio colectivo no es popular.

Excélsior