Decreto presidencial

Jorge Flores Martínez

Hace unos días se hizo público una serie de contratos con empresas fantasmas en las obras prioritarias de López Obrador, los montos y el cinismo de las contrataciones son escandalosas. La respuesta del gobierno, lejos de aclarar o castigar la corrupción indiscutible en estos contratos, fue un engaño en tres tiempos.

El primer tiempo es el mismo escándalo de corrupción que golpea con fuerza al ejército mexicano, una institución respetada por todos, pero que, a la luz de la información, queda expuesta la corrupción al contratar miles de millones de pesos a empresas con domicilios fiscales inexistentes, sin experiencia o simplemente simulaciones de contratación.

El segundo tiempo, los mexicanos merecíamos una explicación detallada y transparente, lo que obtuvimos fue a un secretario de la Defensa Nacional exhortando a todos los mexicanos a unirnos al proyecto transformador del gobierno de la republica. De dar cuentas claras, nada. 

Como tercer tiempo, pocos días después, el presidente López Obrador decreta que todas las obras de infraestructura del gobierno federal son desde ahora asuntos de seguridad nacional, nada de explicaciones, nada de transparencia, por el contrario, se trata de ocultar a los mexicanos los negocios multimillonarios que miembros del ejército están realizando.

Todo mal, no merecemos lo que sucede, ocultar la corrupción con el pretexto de seguridad nacional es demasiado cínico, aún para nosotros como mexicanos que estamos acostumbrados a casos terribles de corrupción y nuestra vara está muy alta.

Parece que se trata de seguir un guión perverso: una contrarreforma eléctrica suicida que hará que miles de millones de dólares se  dejen de invertir en nuestro país, un ataque despiadado al INE para destruirlo y de sus escombros se alce un organismo electoral a modo que les permita y facilite todo lo que quieran, la destrucción pieza por pieza de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la entrega de cientos de miles de millones de pesos en obras al ejército y la, cada día más evidente, colusión del gobierno con los grupos de la delincuencia organizada.

El saldo a la fecha es terrible, se han ido del país 260 mil millones de dólares, empresas automotrices anuncian su salida de México por la negativa del gobierno a procurar energía eléctrica limpia, un aeropuerto en construcción sin aeronavegabilidad, el golpeteo constante a la ciencia y tecnología, un INE obligado a realizar una revocación de mandato sin recursos para hacerla, las consultas amañadas que nada representan, el odio desmedido a la clase media, y lo peor, un ejército cada día con más poder y dinero.

A lo anterior debemos sumar el silencio de nuestro país a la represión y la prisión de menores de edad del gobierno cubano a los manifestantes que solo exigían libertad y comida, el trato de estadistas de talla mundial que le damos a dictadores crueles, la complicidad en los fraudes electorales en Nicaragua realizado por el sátrapa de Daniel Ortega y en la Venezuela de Nicolás Maduro.

El guión, como dije, es evidente, aislar a nuestro país del mundo, ridiculizarlo como el país de las rifas de aviones sin aviones, el del Evo hermano, ya eres mexicano, de las exigencias de disculpa por hechos ocurridos hace 500 años, de la cancelación del futuro por la obstinación en el pasado, de los otros datos, de las estrategias de los “Detentes”, la fuerza moral y no de contagio de nuestro presidente y los sobres de “aportaciones” de los hermanos del presidente.

Es el guion que desde La Habana ordenan.

Por desgracia todo lo que sucede ahora era evidente antes de 2018.

No hay sorpresa, solo sorprendidos.