Tiempo de rupturas y exclusiones

Salvador García Soto

A la mitad de su gobierno, Andrés Manuel López Obrador ha empezado un juego de restar, en lugar de sumar aliados a su movimiento. Si como candidato apostó por la inclusión y sumó a todo tipo de figuras y dirigentes de los extremos del espectro político a su campaña, en lo que él mismo definía como un “movimiento amplio”, como presidente ha empezado a excluir a todos aquellos que no le profesen una lealtad y un respaldo incondicional.

Es como si el presidente experimentara una metamorfosis en la que se radicaliza y empieza a reducir y hacer más cerrado su círculo de aliados y colaboradores de confianza a partir de un criterio de lealtad ciega en la que no cabe ningún tipo de cuestionamiento y en el que, el más leve desliz o crítica es aprovechado para tachar de “conservadores”, “traidores” o “no confiables” a los que antes les daba trato de amigos y cercanos a su movimiento político.

En el rasero exigente e intolerante de López Obrador terminan excluidos o expulsados lo mismo sus antiguos colaboradores, que periodistas, medios o directivos que antes fueron sus amigos y aliados. Del equipo original, por ejemplo, con el que arrancó hace justo tres años el gobierno, han ido saliendo la mayoría de los integrantes del que alguna vez fue calificado como “gabinetazo”, precisamente por su inclusión y por incorporar figuras de experiencia igual de la izquierda que de la derecha, de la lucha social o del empresariado.

Ya no están de aquel equipo y se fueron muchos de ellos maltratados y con malas maneras: Carlos Urzúa y su sustituto en Hacienda, Arturo Herrera; se fue también su amigo “casi hermano”, el consejero Julio Scherer Ibarra; renunciado u orillado a renunciar salió Santiago Nieto por su boda; Germán Martínez dejó el IMSS con duras críticas en una carta y acaba de renunciar a Morena; Olga Sánchez Cordero salió apoyada al Senado pero al fin fue sacada, mientras que a Esteban Moctezuma lo mandó prácticamente al exilio diplomático cuando se negó a acatar instrucciones para recortarles el presupuesto a las escuelas del tiempo completo, a las que defendía el secretario.

En lugar de aquellos colaboradores moderados y técnicos, que representaban un abanico político amplio y opiniones diversas en los temas públicos, el presidente se ha ido rodeando cada vez de más radicales e incondicionales; los primeros con una agenda dura e ideológica con la que abordan todo, incluso los asuntos técnicos y los segundos incapaces de decirle “no” al presidente o de expresar una opinión distinta o de contrariar a la voluntad presidencial. Un buen ejemplo de esto último es el polémico “decretazo” que reserva y clasifica como “de seguridad nacional” a toda la obra pública de este gobierno.

El rostro de la radicalización que se asoma en el inicio de la segunda parte del sexenio ya se refleja también en otras expresiones y decisiones del presidente. Ayer, a partir de un reportaje periodístico que documentó cómo sus hijos se han beneficiado de apoyos económicos del programa “Sembrando Vida” para plantar el cacao que abastece a su fábrica de Chocolate “Rocío” en Tabasco, López Obrador no sólo cuestionó y descalificó el contenido del reportaje apoyado por la Plataforma Connectas y por varios medios de comunicación mexicanos, sino que atacó directamente a algunos de sus promotores como la periodista Carmen Aristegui y la revista Proceso, que publicaron ambos la investigación periodística.

“Proceso y Carmen Aristegui nunca han estado a favor de nuestro movimiento yo sostengo que son independientes pero independientes del pueblo, que nunca se han involucrado nunca han hecho un periodismo en favor del pueblo”, dijo ayer en su conferencia mañanera desde Oaxaca. “Carmen Aristegui escribe en Reforma y pertenece al grupo que apoya al bloque conservador. Ya no estamos en los tiempos de la simulación y hay muchos en nuestro movimiento que piensan que son personas que han ayudado al movimiento o lo apoyan, pues no… Proceso nunca ha apoyado a nuestro movimiento, incluso cuando vivía Julio Scherer”, insistió el presidente.

¿Por qué el presidente decide romper lanzas contra medios y periodistas a los que antes exaltó y defendió como “progresistas” pero hoy que lo cuestionan en el poder los tacha de conservadores y se deslinda de ellos diciendo que nunca lo apoyaron ni a él ni a su movimiento? Todo indica que se trata de la misma lógica radical y autoritaria con la que ha definido en estos tres años su relación con la prensa y con los medios: quien lo critica y cuestiona, automáticamente se vuelve “conservador”, “neoliberal” “chayotero”, “hampa del periodismo”, “calumniadores”, todos esos epítetos y adjetivos que hasta ahora usó para descalificar a la prensa crítica hoy también se los dedica a quienes alguna vez les dio trato de aliados.

Así que, a la mitad del sexenio, con una popularidad que aún ronda el 68% en las encuestas y con un avance electoral que no ha podido para la oposición, López Obrador parece llenarse de soberbia y, lejos de apostar por la reconciliación y el entendimiento con sus opositores y críticos, parece tomar la ruta de la radicalización, de la confrontación cada vez más directa y ahora también de la exclusión. Tanto poder y tanta abyección, combinadas con encuestas que le siguen alimentando el ego de la vanidad y la popularidad, parecen haber mareado al presidente que hoy, a punto de iniciar su cuarto año de gobierno, se siente invencible y ya no cree necesitar a nadie. La radicalización presidencial no pinta bien en una personalidad tan egocéntrica y autoritaria.

NOTAS INDISCRETAS…El sábado pasado arrancó la edición 35 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, considerada la feria editorial y cultural más importante de México y Latinoamérica y la segunda más grande del mundo. Pero en plena inauguración afloraron las diferencias políticas en Jalisco. El gobernador Enrique Alfaro, el gran ausente de la exitosa FIL, mandó a sus huestes hasta la Expo Guadalajara para gritar consignas y mostrar pancartas en contra de Raúl Padilla, presidente de la feria, y del rector de la UdeG, Ricardo Villanueva. Los universitarios respondieron con otro grupo que gritaba consignas contra Alfaro, acusándolo de ser un “autoritario” y de atacar a la Universidad de Guadalajara con los recortes presupuestales. Entre gritos y empujones de los dos grupos inició el evento cultural y editorial más importante del país. Sin duda lo que se vio en la explanada de la feria es el duelo de egos entre Raúl Padilla y Enrique Alfaro. El primero se ha enfrentado ya a varios gobernadores y el domingo, en su discurso, le respondió también al presidente López Obrador, quien lo acusó de ser “cacique que pone y quita rectores en la UdeG”. El segundo, Alfaro, ha emprendido una guerra contra la segunda universidad más grande de México a partir de sus fobias políticas contra Padilla. En una guerra de egos políticos, como la que se vive en Jalisco, difícilmente alguien sale bien librado. Pero hasta ahora a Padilla lo han querido confrontar y destronar varios gobernadores y ninguno ha podido; veremos si Alfaro, que también tiene el ego grande y una personalidad autoritaria, puede y si no terminará mal este pleito para el gobernador que está jugando con fuego porque si le incendian la pradera siempre seca de la autonomía universitaria, se va a meter en un problema del que ni Dante Delgado ni su enorme ego lo van a poder sacar. Y entonces sí, si a Enrique Alfaro le estalla un conflicto con la UdeG, ya se puede ir olvidando, ya no digamos del control de su gubernatura a la que le faltan tres años, sino también de sus guajiras aspiraciones presidenciales… El INE, que forma parte del Consejo Directivo del CIDE, y el representante de la Secretaría de Energía, al menos, se pronunciaron ayer en la reunión de ese consejo -que encabeza la Dra. María Elena Alvarez-Buylla Roces-, en contra de la designación del Dr. José Romero Tellaeche. Por tanto, no hubo ninguna unanimidad frente a esa designación como circuló en medios… Los dados repiten Serpiente. Parece que viene mala racha.

El Universal