El país abajo y su popularidad a tope

Bernardo Gutiérrez Parra 

Tres años llevaba López Obrador de no darse un festín de pueblo en el zócalo capitalino. Para un ególatra de su tamaño debieron ser un infierno. Pero este miércoles si hubo fiesta y vaya que la disfrutó. “Como en los mejores tiempos nos volvemos a concentrar en este zócalo democrático” dijo al principiar la lectura de su Tercer Informe. 

¿Qué tuvo de novedoso el Informe? Nada, triunfalista como todos, con cifras cuestionables, obras que están por verse y donde los graves problemas de su administración como el desabasto de medicamentos, la violencia rampante, la caída de la economía y la multiplicación de los pobres no le merecieron más que unas cuantas parrafadas. 

Soberbio como es e incapaz para la autocrítica jamás dijo: “la regamos en el manejo de la pandemia, los abrazos no han disminuido los balazos, lamento la falta de medicamentos para los niños con cáncer”. Nada de eso, se fue por la libre minimizando la pandemia, mintiendo sobre la disminución de la matazón y anunciando un programa de distribución de medicamentos que encabezará el Ejército. 

¿Algo rescatable del Informe? Sí, el aumento al salario mínimo que no se emparejará con la inflación, pero es una excelente noticia. Y la pensión a los niños y aumento en la de los adultos mayores. De ahí en fuera vaguedades en las cifras, vaguedades en las obras, su reconocimiento al Ejército y sobre todo al pueblo al que mencionó veinticinco veces. 

López Obrador llegó a su tercer año en la cumbre de su poder y con una popularidad envidiable. A pesar de los 4 millones de pobres y 2 millones de miserables que ha fabricado su administración y a pesar de que el crecimiento económico va para atrás (-8 por ciento), no recibió ni un chiflido de las casi 200 mil almas que se congregaron en el zócalo. 

De Ruiz Cortines para acá, ningún mandatario había llegado a su tercer año con el país casi en ruinas (económicas, políticas, sociales, de seguridad y de salud), pero con una popularidad de rock star. La excepción es Enrique Peña cuya popularidad se evaporó en su segundo año y no se volvió a levantar. 

Pero López Obrador es todo un caso; mientras la economía se va a pique, el 54 por ciento de los mexicanos piensa que la economía va bien. Mientras hay broncas con las vacunas, el 74 por ciento dice que la vacunación va muy bien. Mientras la corrupción subió un 5 por ciento, el 64 por ciento dice que es un hombre honesto. Y mientras una matanza con más de seis asesinados hacía polvo la popularidad de los anteriores presidentes, a la popularidad de López Obrador las masacres le pelan los dientes. 

El tabasqueño es un hombre con suerte pues a pesar de que no ha podido con la violencia (van más de 103 mil asesinatos en tres años) ni con la pandemia (van más de 600 mil muertos), a pesar de que México es número uno en muertes del personal sanitario por el COVID, a pesar de que es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo, a pesar de que ha mandado al diablo a las mujeres maltratadas, a pesar de que ha abandonado a los familiares de los desaparecidos y a pesar de los pesares, su popularidad es de 65 por ciento. 

Nomás había que ver cómo lo apapacharon los asistentes al zócalo.  

¿Alguien ha tenido más popularidad que López Obrador en su tercer año gobierno? Sí, su némesis Carlos Salinas que llegó a la mitad de su sexenio con 71 por ciento de aprobación y con todo el poder en sus manos. Pero 48 horas después de haber entregado la banda presidencial era el tipo más repudiado y odiado.

En su columna de hoy el periodista Raymundo Riva Palacio dice que no hay consenso sobre si la popularidad del tabasqueño le durará todo el sexenio, pero agrega que como van las cosas igual sale bien en popularidad en 2024 pero con el país destrozado. 

Difiero de él. Pienso que si truena el país tronará la popularidad de Andrés Manuel, aunque esto es irrelevante. Lo funesto es que si truena México tronaremos con él los mexicanos. 

bernardogup@hotmail.com